
En “Poe, Verne y la “verdad” de la ciencia ficción”, cuarta entrega de La ventana sur, reflexioné sobre el uso y la manipulación literaria del verosímil científico a propósito de la relación intertextual entre Edgar Allan Poe y Jules Verne. Como señalé en dicha entrega, ambos escritores contribuyeron al planteamiento del género de la ciencia ficción que leemos hoy y lo hicieron en obras que exploran el sur de nuestro planeta en el siglo XIX. Ahora bien, ni Poe ni Verne estuvieron en los océanos del sur. Lo leyeron, pensaron y re-imaginaron desde sus espacios de escritura en Estados Unidos y Francia respectivamente y llevaron (hasta el día de hoy) a sus lectores por espacios ignotos y fascinantes en los que la curiosidad humana puede más que el miedo. En las primeras décadas del siglo XX, otro escritor norteamericano, asiduo lector de Poe, nos devuelve a este lugar extremo con una propuesta semejante pero diferente del temible pero atractivo sur como espacio de realidades alternativas.[1]
H. P. Lovecraft y la fascinación por el sur
En los primeros meses de 1931, Howard P. Lovecraft escribió At the Mountains of Madness (En las montañas de la locura). Cabe anotar que Lovecraft sometió su novela a Weird Tales pero el editor Farnsworth Wright la rechazó por su extensión (S. T. Joshi 302). Eventualmente fue publicada en forma serializada en tres números sucesivos de la revista de ciencia ficción Astounding Stories en 1936.
La novela recoge la historia de una expedición científica a la Antártida en septiembre de 1930. Cabe señalar que todavía en 1925, los mapas del polo sur reproducían zonas inexploradas que alimentaban precisamente la imaginación sobre los espacios desconocidos que están más cerca de lo esperado. Dicho espacio desconocido tan remoto provee las coordenadas geográficas ideales para una exploración de realidades alternas y de nosotros mismos en la pluma de Lovecraft.

Los miembros de la expedición al sur del planeta descubren las ruinas de una ciudad antiquísima y los restos se criaturas misteriosas—míticas o extraterrestres—amenazantes. Sigue un relato de incertidumbres perturbadoras y hallazgos terroríficos que condicionan la exploración pero no la disuaden por completo. A pesar de la curiosidad de los personajes y la atracción irresistible por lo desconocido que plantea esta representación de un polo sur no explorado en su totalidad, el peligro de destrucción para el ser humano se hace evidente al final de la historia. En este momento, William Dyer, un geólogo de la ficticia Universidad de Miskatonic en Massachussetts, Estados Unidos, que funge como narrador en primera persona, advierte de los peligros de este polo sur para disuadir a futuros exploradores. Al mismo tiempo, otro personaje que logra escapar de este espacio terrorífico, el estudiante de posgrado Danforth, se vuelve loco al haber confrontado algo que encarna una maldad innombrable. El personaje intenta atrapar esa maldad inexplicable con descriptores parciales (“la sima negra”, “el borde tallado”, “los proto shogoths”, “los cuerpos sólidos sin ventanas y de cinco dimensiones”, “la primigenia gelatina blanca”, “el color llegado del espacio”, etc.). A través de sus personajes, Lovecraft le plantea a su lector ¿Es real lo que no se puede explicar o describir o representar con palabras? El autor y su personaje, Dyer, invitan al lector a cuestionar la realidad de esta maligna inefabilidad: “Todo cuanto Danforth ha insinuado es que aquel horror final no fue sino un espejismo” (Lovecraft 98). ¿Es el sur irrepresentable? ¿es, en primer lugar, escribible? Así, el autor pone sobre el tapete una pregunta álgida que se hace todo escritor: ¿cuáles son los límites de la representación de la realidad en el arte de escribir?
Los otros del sur
Interesantemente, la curiosidad científica que mueve a los expedicionarios al polo sur no es exclusivamente humana. Según Dyer, las entidades llamadas “Los Antiguos” o “Los Primigenios” (“The Elder Things”) no son simplemente monstruos extraterrestres sino miembros de una raza inteligente que atacan a los exploradores movidos por una curiosidad científica. Quizá lo más pertubador para el lector es considerar que “Los Antiguos” tienen más puntos en común con el ser humano además de la curiosidad: el miedo a lo desconocido—que, según Dyer, fue el motivo para atacar a los miembros de la expedición y sus animales—y la creación de otros seres o entidades (los ficticios “shogoths”) para que les sirvan y con los cuales “Los Antiguos” establecen una relación opresiva de amo-esclavo. Además el color blanco como descriptor de la otredad amenazante–en lugar del color negro según la cultura occidental–se manifiesta otra vez . Al tratar de describir la locura de Danforth al final de la novela, Dyer guiña al lector en claro homenaje intertextual al horror antártico de Poe: “Por entonces todos sus desvaríos no pasaban de repetir una palabra única e insensata, de origen más que evidente: “Tekeli-li, Tekeli-li”.” (Lovecraft 98).

La realidad alterna del sur
A partir de los posibles espacios que imaginamos cuando pensamos “sur”, los invito a reflexionar sobre lo que la escritura y la lectura de esta obra de Lovecraft nos revela acerca de nosotros mismos como especie, raza y entidad. Por un lado, historias en las que el límite de la imaginación, los estados oníricos y lo que asumimos como realidad como “El ceremonial” (1919) y “El llamado de Cthulhu” (1928) preceden a la novela. El mundo de los sueños ha sido—y sigue siendo—entendido como una dimensión desconocida pero real dentro de nosotros mismos. El interés por este espacio ignoto de la psique humana inspira los estudios oníricos a principios del siglo XX y su impacto en la creatividad. El surrealismo y el método de la escritura automática propugnada por André Breton son ejemplos conocidos de lo último. En “El llamado de Cthulhu” Lovecraft también refiere a los Primigenios y el Primigenio maldito (Cthulu) y su culto ancestral que comunican sus secretos por medio de sueños al primer hombre. En esta historia también se menciona un barco a la deriva como el de Arthur Gordon Pym en la novela de Poe. Por otro lado, el cuento “Del más allá” (“From Beyond”, escrito en 1920 y publicado en 1934), plantea la creación de una máquina que permite ver realidades paralelas que se superponen a la nuestra. Dichas realidades albergan seres monstruosos y destructivos que nos amenazan sin que nos demos cuenta.
En todos estos relatos, el espacio alternativo (recordemos que “alter” es “otro” en latín) alberga entidades que, en la pluma de Lovecraft, invaden nuestro espacio y nuestra psique. En este contexto se entiende la locura de Danforth al final de En las montañas de la locura. La visión de entidades inefables—por lo indescriptibles según las categorías aceptadas de lo real y lo conocido—se perciben como agentes del mal que coinciden con los seres monstruosos del Necronomicón que, según el geólogo Dyer, Danforth ha leído en la biblioteca de su universidad. Recordemos que el Necronomicón (o Libro de los muertos) es un libro ficticio creado por la imaginación de Lovecraft desde el cuento “El sabueso” (“The Hound”, escrito en 1922 y publicado en 1924 en Weird Tales)
Así, la novela antártica de Lovecraft plantea el polo sur como un espacio ideal para la manifestación de alteridades inquietantes y monstruosas que nos hacen dudar de los límites de lo que aceptamos como real. El sur terrorífico no es sino una metáfora geográfica de nuestros otros interiores. Descubrirlo nos puede llevar a revelaciones a medias—como ocurre con Dyer—o revelaciones que no logramos entender y que nos abre la puerta a la locura–como es el caso de Danforth. La locura y el sur son, como la oscuridad, fuentes de nuestros miedos: espacios de lo desconocido.

Hasta el momento de la publicación de esta entrega de La ventana sur, En las montañas de la locura no ha sido llevada a la pantalla (Soller Seitz). En 2010, el director mexicano Guillermo del Toro anunció una adaptación fílmica a ser producida por James Cameron para Estudios Universal (Universal Pictures) pero sigue pendiente. Sin embargo, ha habido adaptaciones de otras obras de Lovecraft (así como de Poe y Verne) y creaciones fílmicas inspiradas en los personajes de En las montañas de la locura que comento en mi próxima entrega de La ventana sur. Estas producciones evidencian la fascinación que ejercen esta y otras obras lovecraftianas sobre lectores, estudiosos y creadores no sólo por el miedo y la perturbación sobre lo desconocido sino sobre la revelación de que ese espacio de lo ignoto—como el sur remoto del planeta—es una dimensión del otro interior del ser humano.
Referencias
– T. Joshi. A Dreamer and a Visionary: H. P. Lovecraft in His Time. Liverpool UP, 2001.
– Matt Soller Seitz. “The amazing del Toro movie that just got spiked.” Salon. 8 de marzo de 2011.
Nota
[1] No soy la primera lectora que ve las relaciones intertextuales entre Poe y Lovecraft. Ver, por ejemplo, los artículos de Daniel Salvo (2003), Alfonso Mererlo (2009), Jorge Vílchez (2010) y Manuel Rodríguez Yargüe (2014)