«Sin embargo, no dejé de tener debidamente en cuenta
la parte que corresponde al azar en los asuntos humanos,
es prudente, como ha dicho Edgar Poe, contar siempre con
lo imprevisto, lo inesperado, lo inconcebible, que tienen
una parte muy grande (en esos asuntos), y el azar debe ser
siempre objeto de un cálculo estricto»
(Jules Verne, La esfinge de los hielos).
En “El blanco terror del sur”, la última entrega de esta columna, vimos cómo el autor (Poe) y su personaje (Pym) se imbrincan en un juego paratextual para reclamar la veracidad de los acontecimientos que el último ha narrado en su exploración del terrorífico sur. Con la ilusión del paratexto que sus voces construyen en The Narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket (1838), autor y personaje invitan al lector a que considere que hay fenómenos y lugares inexplicables, inesperados e insólitos caminos en estos extremos del globo. Y con esa invitación, lo llevan de la mano por el camino misterioso del terror antártico.
En 1863, otro escritor de literatura fantástica pero no imposible, admirador de la obra de Poe, señaló que la historia de Arthur Gordon Pym estaba incompleta y que él la terminaría algún día. Así, en 1897, casi 50 años después de la publicación de la novela de Poe, Jules Verne (1828-1905) publicó Le sphinx des glaces (La esfinge de los hielos, traducida al inglés como An Antarctic Mystery). Si bien esta novela es, en principio una continuación de la anterior, veremos que su autor, abocado al planeamiento de un nuevo género que él llamaba “novela de la ciencia” (y no ciencia ficción como vemos adelante en esta columna y en su próxima entrega), trata de resolver todos los cabos sueltos que la narrativa de Pym/Poe había planteado.
Las islas misteriosas del sur en Poe y Verne
La historia de La esfinge de los hielos inicia en 1839, once años después de la desaparición, en el sur antártico, de los personajes de la novela de Poe. En esta ocasión, el narrador es un rico estadounidense, Jeorling, que estudia la fauna de las Islas Kerguelen, un archipiélago al sur del Océano Índico, en la región subantártica del planeta. Estas islas, que no son invenciones de las novelas, también son llamadas las Islas Desolación debido a su locación remota y su clima oceánico frío dominado por vientos fortísimos.
En la novela de Poe, las Islas Kerguelen son el último punto de desembarque de la nave Jane Guy antes de navegar hacia el Polo Sur y desaparecer ante un ataque de los Tsalal. En la novela de Verne, es el lugar donde el barco Halbrane llega bajo el mando del capitán Len Guy quien recoge a Jeorling y acepta llevarlo a la Isla Tristán da Cunha en el Atlántico sur. Como en la narración de Pym, el Halbrane se expone a extrañas ocurrencias que poco a poco revelan a los personajes de la novela de Poe: sobre un iceberg encuentran el cadáver de un marinero del Jane Guy y una nota misteriosa que indica que el capitán de dicha nave, William Guy, no ha muerto—como había narrado Pym.
Len y William Guy son en realidad hermanos y el primero decide seguir al sur para buscar al segundo. En la Isla Tristán, los viajeros se preparan para el viaje a la Antártida y acogen a Hunt, un personaje misterioso que insiste en acompañarlos. Cuando finalmente su nave, el Halbrane, llega a la isla de los Tsalal, donde supuestamente había perecido la tripulación de Jane Guy, sólo encuentran cadáveres de los nativos en un lugar destruido. En este momento, se revela que Hunt es Dirk Peters, compañero de Pym. Este narra que él volvió solo a los Estados Unidos después de la desaparición del último y llevó consigo su diario. Guy, Peters y el Halbrane continúan hacia el sur. La nave eventualmente naufraga aunque encuentran un bote a la deriva donde están, a punto de morir, William Guy y otros marineros del Jane Guy. Lo que sigue es una narración especulativa aunque verosímil de la historia de Pym/Poe.
Verne y la novela de la ciencia
Desde los primeros años de la década de 1850, Jules Verne empezó a considerar la posibilidad de escribir una “novela de la ciencia” que le permitiera incluir información factual geográfica, científica e histórica en un formato ameno. Así surgieron las novelas incluidas en Los viajes extraordinarios. Ahora bien, el apego a lo verosímil, aun dentro de la especulación, lleva a Verne a atar los cabos de la novela de Poe, pero no sin dejar intersticios interesantes. Hacia el final, cuando los personajes deciden regresar al norte en busca del mundo “civilizado”, una fuerza incontrolable no les permite dejar el sur. Encuentran así lo que llaman con espanto “un monstruo gigantesco” que se revela como una esfinge de hielo en la Antártida: una enorme montaña «cargada» magnéticamente por las corrientes de partículas que se concentran en los polos de la Tierra. La inmensa fuerza magnética de esta esfinge atrae el hierro y los barcos se estrellan contra sus rocas. A esto sigue otro hallazgo perturbador: al pie de la esfinge está el cadáver congelado de Pym lo que causa tal impresión en Peters que este muere allí mismo. La novela termina con los personajes en un bote de los nativos de Tsalal, una embarcación construida sin hierro, con la que logran alcanzar el Pacífico sur donde son rescatados.
¿Es Verne precursor de la ciencia ficción?
Elementos científicos como los polos magnéticos del planeta apoyan el carácter verosímil del sur que ofrece Verne. Para muchos críticos literarios, sin embargo, esto pone en cuestión la relación entre la obra de este autor y la ciencia ficción con el que se le ha identificado como uno de sus precursores. No obstante, si el uso del verosímil pone en duda el aspecto fantástico de su narrativa, el mismo Verne aclaró en su momento que sus “novelas de la ciencia” no debían leerse como obras científicas (Sherard 1903) sino como posibles representaciones de la Tierra y el universo (Sherard 1894). Asimismo, el autor negó que fuera un profeta futurista, afirmando que cualquier conexión entre los avances científicos y su obra era “mera coincidencia” y atribuyó su verosímil científico a sus exhaustivas investigaciones (Belloc). Entonces ¿es Verne uno de los precursores de la ciencia ficción o no?
El quid del asunto aquí es cómo se entiende “ficción” en la ecuación “ciencia ficción” cuyos elementos se combinan en una paradoja. Al ofrecer representaciones verosímiles de acontecimientos explicables por la ciencia moderna, Verne despliega una ficción verosímil pero ficción al fin. Y esta es justamente una de las definiciones actuales de la ciencia ficción: ficción especulativa cuya verosimilitud se fundamente narrativamente en la ciencia moderna. Por ejemplo, la isla de Tsalal es un lugar ficticio que aparece en las novelas de Poe y Verne pero, en el caso del último, es un lugar de paso cuyos habitantes no son materia de observación, discusión o narración. Asimismo, hasta el día de hoy, no se ha encontrado un montículo con forma de esfinge en la Antártida, aunque sí hay una montaña piramidal de la que hablamos en una entrega futura de La ventana sur.
Por ahora podemos indicar que la “novela de la ciencia” del sur que Verne propone asienta la ficción verosímil sobre el sur terrorífico de Poe, aunque deja abierta la especulación como señala el último capítulo: “Así terminó esta expedición aventurera y extraordinaria, […], aunque realmente pasamos más allá del punto axial del globo terrestre, ¡aún quedan por hacer descubrimientos de gran valor en esas aguas! Arthur Pym, el héroe que Edgar Poe ha hecho tan famoso, ha mostrado el camino. Corresponde a otros seguirle y arrancar el último misterio antártico de la esfinge del reino de los hielos”. En otras palabras, corresponde a otros personajes y sus autores arrancar más misterios de aquel sur todavía impenetrable que Pym/Poe nos empezaron a mostrar en 1838.
Fuentes críticas citadas
Marie Belloc. “Jules Verne at Home”. Strand Magazine. Febrero de 1895.
Robert H. Sherard. “Jules Verne at Home”. McClure’s Magazine. Enero de 1894.
Robert H. Sherard. “Jules Verne revisited”. T.P.’s Weekly. 9 de octubre de 1903