Ayer será otro día (Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2014), es un libro de Jorge Valentín Miño, escritor ecuatoriano especializado en ciencia ficción. El volumen contiene una serie de cuentos, algunos de ellos premiados en eventos internacionales, además del fragmento de una novela de la que nace el título de este libro. Hay una edición previa en versión digital, Ayer será otro día: cuentos de ciencia ficción (Autoedición del autor, 2014) que contiene menos cuentos que la edición impresa. El conjunto de cuentos de la edición digital, también ahora están disponibles de forma abierta en el blog del autor: JORGE VALENTÍN MIÑO / mis relatos de Ciencia Ficción. Para quienes quieren degustar más del estilo de Miño, indudablemente la versión impresa es fundamental.
El valor de Ayer será otro día, sin embargo, está en la veta que explora sutilmente Miño: el humor. No es que se trate de un libro de cuentos de humor de ciencia ficción, pero en ciertos textos se puede percibir un tono desenfadado y personajes que provocan una comprensión diferente.
La cuestión del humor no es frecuente en la ciencia ficción. O mejor dicho, si muchos entienden a la ciencia ficción como un género que raya en lo serio, con aproximaciones a realidades muchas veces fantásticas, con señalaciones a las virtudes o problemas de la ciencia y la tecnología, incluso con perspectivas apocalípticas o postapocalípticas que se han puesto de moda recientemente, sobre todo en obras destinadas a públicos juveniles, el libro de Miño sugiere otro camino del que es importante dar cuenta.
Sobre la veta humorística en la ciencia ficción es oportuno recordar a Douglas Adams y su serie de la Guía del autoestopista galáctico (1978) o a Robert Sheckley y su Dimensión de milagros (1968), además Stanislaw Lem y la serie referida al Capitán Pirx, particularmente los Diarios de las estrellas (1957). El cine se ha hecho cargo de parodiar la ciencia ficción, aparte de las propias obras de ciencia ficción consideradas como clásicas del género.
El principio del humor es la risa. Su finalidad, si se quiere, es catárquica, es decir, de desbloqueo emocional. De ahí que sea empleado en la comicidad, en el sentido, que al desindentificar al lector con los actantes o personajes, produce un sentimiento de distanciamiento para que se dé cuenta de lo problemático que encierra alguna situación vista como normal. El distanciamiento desnuda circunstancias “normales” haciéndolas aparecer en su dimensión “real”, mostrándolas como ridículas, como relativizadas, de las cuales muchas veces no tenemos conciencia.
En Ayer será otro día de Miño hay cuentos que tienen un sesgo humorístico y otros no. Esto no quiere decir que Miño sea un humorista acabado, más bien sus preocupaciones van más allá del estilo, hacia detalles relativos a la existencia humana y las relaciones sociales.
“Vlek”, por ejemplo, es acerca de una voluptuosa e impresionante –quizá con propiedad, “monstruosa”– alienígena quien, si bien llega con su marido a la Tierra, tiene un affair con el narrador, participante de todo el encuentro, llámese, protocolario. La alienígena en realidad, termina inseminando a aquel. El cuento propone, detrás de su relato de horror, la cuestión de qué pasaría si es el macho el que se embaraza y gesta luego un hijo. La respuesta es la de un miembro de la especie de Vlek, quien le dice al narrador: “La paternidad nos pone así, es tan bello esperar un hijo”. El narrador se da cuenta poco a poco de una protuberancia en su cuerpo que le crece como joroba. Se trataría de una señalación irónica al masculinismo en las relaciones de pareja, una mirada desdibujada de las relaciones románticas. La ironía se traduce en la llamada de la alienígena, quien ha abandonado pronto al supuesto amante, para decirle desde la distancia: “–Hola […]. Gracias por llegar a tiempo y hacerme la vlek más dichosa de la parte sur de esta galaxia. Estuviste fantástico”. Con una cierta maestría, Miño invierte todas nuestras imágenes hacia el horror y la risa, incluso desmontando al fetiche de la virilidad.
“En Komttzu”, es una especie de robot, de autómata fantástico, un juguete estelar dejado en la Tierra, quien termina esclavizando a sus habitantes. El problema es que precisamente se trata de eso, de un juguete dejado u olvidado por una misión espacial extraterrestre, además de inocuo, quien es elevado por los sacerdotes, por los seres humanos a una categoría casi divina. Es, quizá, el Golem abandonado en la Tierra quien cobra su fuerza por efecto de dotarle de personalidad –una especie de insinuación de que el esclavo es tal cuando requiere del amo, al modo de G.W.F. Hegel–. Ante la paradoja que tal juguete, que ya no se puede recuperar –porque la nave extraterrestre está retornando a su planeta, hecho que sugiere además una economía del vuelo–, los antes visitantes también se dan cuenta que, aparte del juguete mecánico, abandonaron a la mascota, el Troonte, el perro. Doble ironía en la historia: los extraterrestres abandonan, por descuido, un juguete y un monstruo, los cuales son comprendidos por los seres humanos como entidades superiores: si la máquina sirve para destruir, Miño nos hace sensible en la función que ahora tiene la mascota, es decir, en su función utilitaria.
El cuento “El sujeto del gabán color metralla” ya en su título alude, por contraste, una cierta ironía por desajuste. Es decir, no existe el color metralla, pero su enunciación nos pone en un plano surrealista como es el mismo tono del cuento. Un ente del planeta Tierra Seis es enviado al Guayas a encontrarse con un supuesto músico; a la final nos enteramos que en realidad es encargado para ser torturado con las técnicas de la música. Se trataría que el ser humano, enseñoreado como superior, domina a los seres galácticos, “seres cubistas”, empleando la música. Sutil sugerencia que hoy la técnicas de dominación pasan por lo sensible, pero además profunda denuncia que desnuda al torturador quien, a los ojos de su familia o podría ser un mecánico o ser alguien con una profesión técnica de las más anodina. De hecho, Miño, ironiza la razón técnica –muy al tono de Max Horkheimer y Theodor Adorno, quienes se ocuparon de este tema en su Dialéctica del iluminismo (1944)–.
Si los anteriores cuentos tienen un fino humor, gracias a sus contrastes, al distanciamiento logrado, lo que nos pone, ya en la dimensión de la ciencia ficción más elaborada, gracias a que tal extrañamiento también nos remite a lo cognitivo, es decir, a una verdad distinta, en el cuento “Estampida” vemos en ejercicio el propio humor en el tono de lo humorístico –valga la redundancia–. La Tierra y el sistema solar están en agonía y pronto el sol se convertirá en una enana roja. Entonces los seres humanos se embarcan en una carrera por años para ir a poblar el planeta Gliese 581c. La carrera es de naves de distinto estilo y velocidad: las hay que partieron con tecnología vieja frente a otras con dispositivos nuevos. Pero lo interesante es que las naves también representan culturas y sus deidades. El juego está dado, pues se trata de llegar primero a la estrella anunciada. Pero en el camino la nave latinoamericana –o ecuatoriana– del narrador es interceptada por otra nave hermana y sus tripulantes roban el reactor dejando varada a la del cuento en el espacio. El capitán se encierra en su camarote deprimido a emborracharse, pero su tripulación encuentra la solución en la basura que dejara la nave pirata. A partir de ello, siguen en la competencia hasta que llegan primeros al planeta; el capitán, denominado “Masternauta”, envalentonado se hace la imagen del primer hombre que pisará dicho planeta, pero su mono es que se le adelanta. El relato de la llegada es el siguiente:
“Precedía, a la bandera terrestre, el estandarte de la Horus con la inquisitiva envergadura del halcón con cuerpo humano. Como esperábamos, el viento era intenso y ondulaba magníficamente nuestro blasón. Había ensayado, con antelación, lo que yo diría al tocar tierra; serían unas breves palabras para heredar a la posteridad: ‘Reclamo esta tierra en nombre de la Confederación humana…’, pero, obra del azar, ocurrió que resbalé, estando por abandonar la escalerilla de desembarco y la alocución que me salió fue. ‘¡Quien puta mierda arrojó esa cáscara en el suelo!’ y eso pasaría a los libros de historia, en vez de mi calculada oratoria.
“—Es el simio mascota del cocinero que ha salido antes y nos ha precedido topando la tierra. Mírelo allí, en ese ‘árbol’ […]
El propio simio, en efecto hace historia y es el primero, además que deja preñada a una especie del planeta conquistado.
Se puede decir que en “Estampida” Miño despliega su arsenal de humor. El cuento tiene una serie de enunciaciones de carácter coloquial que muestran un estado de cosas de una humanidad que se toma las cosas con sorna. Hay algo de realismo mágico, por otro lado, en el texto. Si en la literatura de ciencia ficción la muerte de un sistema planetario puede ser trágico, en el cuento de Miño, este es cómico. La narración del viaje, de la competencia, es en realidad caricaturesca; lo propio de los personajes y sus acciones. Es que el escritor muestra un fino uso de giros lingüísticos, de alusiones y de dobles sentidos. Su distancia es también notable cuando muestra su estilo desenfadado.
Igual de humorístico es el cuento “Ese goteo a medianoche” acerca de un alienígena que supuestamente promete entregar tecnología a los científicos humanos, a condición de que le den un mar. El cuento en realidad narra la tomadura de pelo que está detrás de todo. Pues se trata de una inteligencia vivaz frente a la inteligencia “racional” de los científicos. El alienígena en realidad va entregando a los humanos fórmulas ya conocidas. Ante el desconcierto de estos el llamado “ente” a la final les dice que se queden con otra fórmula:
“—Si-0-Si-0-Si-0-Si-0–“ […]
“—Marciano gran flauta, por último nos ha enviado la fórmula del vidrio. ¡Ya! ¡Que no nos joda carajo […]”
Se dice que la invasión –aún llamada eufemísticamente “conquista”– española para colonizar tierras americanas, supuso que los colonizadores trajeron espejitos a cambio de oro. Miño retrotrae esta imagen, pero habría que leerla en tiempo actual cuando Ecuador nuevamente es recolonizada por cantidad de expertos científicos extranjeros –académicos…– que traen cosas ya conocidas como si estas nunca hubieron sido probadas en el país. El escritor se muestra acá sarcástico; la ciencia ficción se muestra un arma eficaz para desnudar una realidad socio-política contemporánea.
Hasta acá he ido comentado cuentos que entrelazan representaciones de relaciones interculturales, de formas de colonización social y mental, de encumbramientos de los equívocos culturales haciéndolos pasar como normales. Jorge Valentín Miño, de este modo, expone ser un escritor que va más allá del relato, que pone problemas y lleva a provocar una sensación de inestabilidad en el lector. De ahí que su obra no puede ser considerada distractiva y superficial, sino más bien denunciadora, argumentativa y contradiscursiva: va poniendo en tela de juicio a lo que es el poder constituido y sus formas de corporalización.
Pienso en sus otros cuentos que no tienen el sesgo humorístico, sino más bien el terrorífico. Por ejemplo, “Identidad” y “Las moscas de Marte”. En el primero seres extraterrestres mimetizados viven en la Tierra siendo adoptados como mascotas. Pero la cuestión es que entre ellos hay una guerra milenaria que tampoco debe ser percibida por las autoridades a riesgo de ser eliminados. En el segundo, en una misión a Marte, las moscas se han colado y se han reproducido; puesto que tienen ciertas ventajas gracias a su mutación, además son empleadas para quitar los recuerdos de los seres humanos, pues con su picazón en la cabeza, las moscas se apropiaban de los recuerdos. Thaluki, ingeniero astronauta, ahora se da cuenta que con las moscas marcianas puede hacer máquinas, extrayéndoles los recuerdos que ellas robaron a tripulaciones pasadas.
En un caso, se puede aludir al terror frente al semejante visto como otro, como enemigo, pero sometido y minimizado; en el otro caso, es el terror frente a entidades o subjetividades que vampirizan al cerebro. Nuevamente estamos ante las relaciones culturales, pero en este caso, en su sesgo de peligrosidad.
En Ayer será otro día, entonces, aparece un tema que está latente: la mirada acerca de la otredad, en su semejanza o en su desemejanza. La otredad que es admitida empieza a denotar el concepto de interculturalidad, por el contrario, la otredad peligrosa, termina reduciéndose a utilitaria. Pero acá Miño es perspicaz, en su nivel discursivo, pues nos hace caer en cuenta que otredad reconocida o no, interculturaridad integrada o no, el otro sigue siendo otro, el monstruo sigue siendo monstruo. Es el caso del cuento de “Los lobos de Umbría”, valiosa aproximación a la imagen de un mutante escondido que ha cometido un crimen que aparentemente ha sido registrado en un film. El investigador en realidad se da cuenta cómo ese otro peligroso sabe mimetizar su aspecto en la nieve.
Concluyo señalando que hay otros cuentos en Ayer será otro día: “Los poetas”, “Luego del Enola Gay”, “Manual para estrangular a la Monalisa”, “Navidad en Titán, “Señales”, “Señor Tlü”, además del fragmento de alguna novela en curso, “Ayer será otro día”. Siguen el mismo tono ya sea humorístico o de terror, incluso algunos rayando en el horror cósmico. A mi juicio, los reseñados son las mejores que contiene el libro. En ellos se denota a un escritor muy cuidadoso en insinuar más no contarlo todo, en dejar abierto el texto a la interpretación, en hacer que podamos fabular e ir más allá de las imágenes que evoca. En cierto modo, el tratamiento que plantea Miño en sus cuentos recoge lo que Roland Barthes planteaba en su famoso El placer del texto y lección inaugural (1973).
Los cuentos de Miño, bajo las consideraciones anteriores, son sugerentes, “filigranados” –si se me permite esta palabra–. Este mismo hecho nos hace percibir sus textos que hay que leerlos y seguirlos con sumo cuidado y atención. Su prosa, se puede decir, va entre los estilos de Jorge Luis Borges y Stanislaw Lem, pero el tratamiento de sus temas nos ponen en la línea de un Philip K. Dick. Aunque estas señalaciones pueden ser peligrosas, porque un autor escribe de modo personal, reconozco que Miño sigue con su trabajo perfilándose como un autor auténtico. Ayer será otro día es el ejemplo de ello.
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