Entre las sombras silenciosas de la noche, un felino oscuro se desliza, su pelaje negro como la eternidad y sus ojos, dos luces antiguas que parecen contener el secreto de lo inefable. Su andar es suave, como si flotara sobre los susurros de los muertos, acechando en los rincones donde la luz no se atreve a tocar. Hay algo más que elegancia en su movimiento, algo casi sobrenatural, como si las sombras lo siguieran no por temor, sino por reverencia.
Sus garras, finas como hilos de acero, parecen pulsar al ritmo de un corazón que nunca latió. Y cuando el viento roza su cola, el aire parece susurrar historias de almas perdidas, arrastradas por el sigiloso cazador que, con solo una mirada, desnuda la realidad y revela lo abismal.
El gato, enigmático y distante, es más que un simple guardián de los secretos nocturnos; es el emisario de lo desconocido, el paso entre lo real y lo insondable. A su lado, incluso la luna se oculta, temerosa de lo que podría revelar su reflejo en aquellos ojos tan profundos como el horror eterno.
Los gatos tienen una presencia significativa en los cuentos de terror y la literatura gótica debido a su simbolismo, su comportamiento enigmático y su conexión con lo sobrenatural en diversas culturas y están vinculados a fuerzas misteriosas. En el Antiguo Egipto, eran venerados y asociados con la diosa Bastet, protectora del hogar, pero también tenían un matiz esotérico como guardianes de los secretos del inframundo. En la Europa medieval, se les relacionó con las brujas y la magia oscura, pues se creía que eran familiaris, criaturas que ayudaban a los practicantes de artes oscuras, lo cual aumentó su estigmatización en la literatura posterior. Esta asociación con la brujería, lo oculto y la mala suerte, ha fortalecido su imagen en la narrativa de horror.
El primer cuento que leí sobre felinos fue “El gato negro” de Edgar Allan Poe. Aún conservo vívidas las imágenes que este relato dejó grabadas en mi memoria infantil. Treinta y un años después de aquel primer encuentro con las letras del maestro, Plutón aparece en mis sueños, evocando ecos del pasado. En este inquietante relato, Poe juega magistralmente con los simbolismos que exploran la culpa, el remordimiento, la pérdida del control y la locura, entre otros temas profundos y perturbadores.
Continué mi búsqueda y, entre los libros de la biblioteca universal de misterio y terror, descubrí un relato poco conocido titulado “El gato de los ojos amarillos”, de la escritora española Eugenia Montero. Con un ritmo envolvente, Montero nos introduce en la historia de un gato rubio de pelaje largo y ojos que brillan como dos soles. Este felino ama profundamente a su dueña, quien, a su vez, es cortejada por un apuesto joven llamado Jaime. Los tres personajes se ven atrapados en un horror donde el amor, los celos y la venganza juegan un papel crucial en el desarrollo de la trama.
Comparto un fragmento del relato:
“A su lado, en el asiento contiguo, estaba el gato con sus ojos amarillos atravesándole como si quisiera hipnotizarle. Sintió un inexplicable miedo, un deseo de huir igual al de aquella tarde en que salió precipitadamente de la casa de ella.”
Este inquietante momento puede recordar a los lectores la dualidad que a menudo rodea a los gatos en la literatura. Un ejemplo destacado de esto es “El gato de Brasil” de Arthur Conan Doyle. En este cuento, el autor mezcla elementos de misterio e intriga con un toque de lo sobrenatural. A través de la figura del gato, Doyle explora temas como la venganza y los secretos, mientras construye una atmósfera densa y cargada de tensión. La presencia del gato no solo provoca una sensación de inquietud, sino que también actúa como un símbolo del desconocido, un presagio de que algo oscuro está por revelarse.
También los gatos trascienden su papel de simples mascotas para convertirse en poderosas presencias que custodian lo desconocido. No son solo criaturas amenazantes, sino también guardianes de portales hacia otros mundos y seres protectores contra lo sobrenatural. Un ejemplo notable de esto se encuentra en “Los gatos de Ulthar” de H.P. Lovecraft, donde estos felinos se presentan como entidades místicas, casi divinas, poseedoras de un conocimiento antiguo y profundo.
En este relato, los gatos actúan como vengadores y custodios de lo oculto, conectados con dimensiones que escapan a la comprensión humana. La recurrente aparición de gatos en las obras de Lovecraft como criaturas que se sitúan más allá del bien y del mal refuerza su conexión con dioses arcanos y fuerzas cósmicas. Esta dualidad se refleja en la forma en que los felinos son percibidos en la literatura de terror, donde sus presencias no solo son símbolo de misterio, sino también de advertencia, como un augurio de muerte o desgracia. Aquí podríamos explorar cuentos y películas en los que los gatos son heraldos de la tragedia, como sucede en Pet Sematary de Stephen King, donde Church, el gato de la familia, revive tras ser enterrado en un cementerio indio maldito, transformado en una presencia maligna y antinatural que anuncia la tragedia. En este contexto, el felino se convierte en un emisario de la muerte, encarnando la idea de que la resurrección, lejos de ser un regreso al orden, es un regreso al horror. Su transformación refleja el temor humano ante lo desconocido, una manifestación de que no todo lo que se pierde debe ser recuperado.
Sin embargo, los relatos que he mencionado tienen su origen en Europa y Estados Unidos, aunque también encontramos versiones en Latinoamérica. Específicamente en Perú, los gatos han sido protagonistas de historias macabras, muchas de las cuales reflejan las creencias, miedos y tradiciones populares de la región. En este caso me remito a las historias que cuentan los abuelos en la sierra. En la obra antropológica de José María Arguedas, específicamente en el volumen VIII dedicado a mi querido Valle del Mantaro donde encontramos a los gatos endemoniados.
“… Los cuentos de gatos, especialmente de los gatos negros, es otro vastísimo tema incorporado a la literatura oral andina del Perú. El gato como agente del diablo, como demonio, como individuo vinculado a los poderes ocultos de la naturaleza, rara vez agente de los poderes mágicos benéficos, es un tema muy vasto en la literatura folklórica peruana. Muestra muy claramente su origen exótico. El gato aparece asociado a la música funeraria, celebra asambleas con el diablo. Su vinculación con los condenados es presentada de forma directa o implícita…” (Arguedas, 2012, p. 116)
A su vez, cabe recalcar que la mayoría de los relatos orales que aparecen en la obra datan de los años 50 y son recopilaciones de Pedro Monge, uno de los intelectuales de mayor relevancia en la sierra central peruana, particularmente en la ciudad y provincia de Jauja. Estos relatos pueden observarse en las investigaciones de Arguedas.
Dentro de la clasificación, podemos encontrar: los gatos que se llevan a los condenados, los que perturban al condenado, los que se llevan cadáveres, los que matan a sus dueños, los que realizan funerales, los que provocan discordias, los vinculados con las brujas y los que celebran asambleas. En el contexto de las historias orales de la sierra central, estos gatos; representan una conexión profunda entre el mundo de los vivos y el de los muertos, actuando como mensajeros de lo oculto y lo desconocido. Como se puede apreciar son diversos los temas en los que se les vincula y su presencia es inevitable.
A modo de ilustrar lo expuesto anteriormente, comparto este breve relato oral:
“En casa de una familia había muerto un gato romano. Nadie pensó en darle sepultura, sino que lo botaron al techo. Pero en la noche, cuando todos dormían en la casa, se escuchó una orquesta en el techo.
Impulsados por la curiosidad, se levantaron a esa hora y salieron a ver lo que ocurría, y vieron que el techo había muchos gatos que tocaban sus instrumentos alrededor del gato muerto. Este empezó a revivir, moviendo primero la cola, luego alzó la cabeza y por último se levantó y se fue bailando al son de la música.
Se dice que estos gatos fueron diablos.” Jauja, capital de la provincia. Informante: Próspero Jesús Moya. Recopilación: Pedro S. Monge.
Al leer este tipo de relatos, me remonto a mi niñez, cuando me contaban sobre estos funerales gatunos; de hecho, tengo un par grabado en mi memoria. Aún puedo escuchar la voz de mi tía durante una visita a su casa en Tarma; me veo ahí, parada, mirando a través de la ventana, mientras escucho su voz relatando la historia, y las imágenes vienen y van. Podía ver a los gatos de pie, llevándose a otros en mi mente. Me sorprendo, como cualquier niña, ante tan escalofriante historia, y muchos años más tarde, basándome en ello, escribo mi cuento “La dama de los gatos.”
Gracias por llegar hasta aquí y acompañarme en este viaje felino. Sé que aún hay mucho por contar, así que déjame saber qué historias conoces y qué otro tipo de leyendas se tejen alrededor de los gatos. Nos vemos en una próxima entrega de El Rincón Sangriento.
Excelente recorrido de la imaginación gótica de los gatos. Fascinantes y amenazadores a la vez… proyectamos tanto en ellos. Ojalá lo desarrolles más, ayuda mucho a los que nos hacemos la pregunta ¿por qué?. ¡Gracias!
Interesante artículo, escrito con cariño y una notable belleza de la palabra. Felicidades a la autora.