Infarto en la cruz
Luis Freire Sarria
Editorial Grafos y Maquinaciones
Para su sello Maquinaciones
Colección Narrativa
Lima, 2022
Soy de la generación que creció leyendo Monos y Monadas. Todas las semanas tenía que leerlo. Creo que de ahí viene mi irreverencia y mi sarcástico sentido del humor.
Es con alegría pues, que asiustí a la presentación de este libro, en mi última visita a Perú.
Esta novelette no me decepcionó ni en la historia, ni en el uso del lenguaje, que era lo que más me gustaba de Luis Freire en Monos y Monadas.
En primer lugar este corto texto está armado como una pieza de relojería. No hay ni una sola palabra demás. Todas tienen en mismo peso y el juego de ellas es lo que hace que la lectura sea deliciosa. Como buena profesora de idiomas, soy de las que aplican todas las técnicas conocidas para leer más rápido, una de mis favoritas es saltarme páginas. Por otro lado, los que me leen ya se habrá dado cuenta que yo voy al grano y que casi no uso descripciones. Pero en este tipo de texto cada palabra está escogida para lograr una reacción en el lector. Es entonces imposible no leer todas las descripciones, pues nos perderíamos gran parte del placer. Para muestra, un botón :
Al costado, a la sombra de dos hileras de árboles añosos, en la última cuadra de la calle El Rosario, yacen autos siniestrados que la comisaría vecina deposita o retira, según se los vayan entregando la Carretera Central. Me pregunto por qué permanecen allí, a pocos metros de la iglesia, serán autos católicos, digo yo, y por lo mismo dignos de la extremaunción o de alguna plegaria por el descanso eterno de sus almas mecánicas. « Bendígalo, pues, padre, no me vaya a penar en mi garaje ».
Desde las descipciones, hasta los diálogos tienen ese sarcasmo, esa irreverencia, que deleita en cada página.
En cuanto al tema, pues nuevamente es irrevente, pasándo por la crítica social. Un periodista vuelve a su tierra para investigar sobre un supuesto santo no aceptado por el Vaticano. Se trata de Jorge Vidal, más conocido cono Cristo Jorge. Este personaje murió joven, cuando representaba a Cristo para Semana Santa. Porque la particularidad del muchachito era que insistía en ser realmente crucificado para el papel. Finalmente le falló el corazón.
Si en vida ya daba que hablar, con su obsesión por representar a Cristo de la manera más realista posible, ya muerto fue elevado a la santidad, por lo menos en su tierra natal.
En Latinoamérica la religión católica tiene una gran influencia social, lo que no impide que haya un gran sincretismo religioso, rayando en la blasfemia, sobre todo combinado con creencias prehipánicas.
En el caso de Cristo Jorge, algunas personas parecen recordar su vida ya plagada de milagros. Por su puesto que no todos están de acuerdo. La iglesia no solo no lo acepta, sino que lo considera un anticristo, su madre insiste en su castidad, pero hay alguien que lo desmiente y luego tenemos en ridículo milagro de la virgen cambiando una calificación negativa. Pero los milagros más ridículos son los que él mismo « otorga » de muerto. Desde bebés parlanchines, hasta un cancer curado por algo más que la mano de Dios. Sin embargo yo me quedo con el Milagroso como cruel castigo del Cristo Jorge a un ateo insolente, que además contiene uno de los mejores poemas dadás que haya leído, desde la famosa Persiennes de Louis Aragon :
HuEvoooón huUeVón hueuuvoON
HHHuevónn hueéévón
HuevvvvVVoón huuEVOn húú Evónn
Huehue huehuévoon…
Es más, creo que toda la novela merece ser considerada surrealista. A pesar de que los latinoamericanos sepamos muy bien que todo el circo que se arma ante estos « santos » populares, pasando por supuesto por la descarada forma en que los familiares del difunto aprovechan la ocación para sacar provecho económico, no tiene nada de surrealista sino de cruda realidad.
En todo caso es un placer leer un texto que no solo nos narre una divertida historia, sino que posea un impeclable trabajo de la lengua.
Cien por ciento recomendado.
Sobre el autor : Luis Freire Sarria (Lima, 1945) ha publicado las novelas El cronista que volvió del fuego, El sol salía en un Chevrolet amarillo (ganadora del Concurso de Novela Corta convocado por el Banco Central de Reserva en 1995), César Vallejo se aburrió de seguir muerto en París (2007) y El libro de los ingenios (1997). Ganó el Concurso de Cuento de las 2,000 Palabras de Caretas en 1999 con el relato “Se comienza por la mantequilla”.
