Pensando la literatura fantástica con Borges

Jorge Luis Borges (1899-1986) fue un entusiasta lector y pensador de la literatura fantástica –por no decir, también de la ciencia ficción, género que prefirió denominarle “ficción científica”–, además de escritor de cuentos fantásticos, algunos de ellos que pueden encontrarse en Ficciones (1944) o El Aleph (1949). Con Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, Borges compiló un volumen, Antología de la literatura fantástica (1940) y en un 7 de abril de 1967 dictó la conferencia: “La literatura fantástica” al inaugurar un ciclo cultural de la Escuela Camilo y Adriano Olivetti en Buenos Aires.

El pie de foto al inicio del folleto “La literatura fantástica”: “Foto de la conferencia pronunciada por Jorge Luis Borges en la inauguración del ciclo cultural 1967 de la Escuela Camillo y Adriano Olivetti, el viernes 7 de abril” (Tomada, además, de: https://borgestodoelanio.blogspot.com/2015/10/jorge-luis-borges-la-literatura.html)

En este artículo me referiré precisamente a la conferencia de 1967, cuyo texto, por lo que se ha podido rastrear, fue publicado en forma de folleto, como transcripción taquigráfica: La literatura fantástica por Ediciones Culturales Olivetti, el cual, además, contiene una fotografía de dicha sesión. Tal folleto contiene apenas 19 páginas. Cabe decir, por otro lado, que dicho texto es posible leerlo en internet en redes de internautas. Por ejemplo: en Guelyland, el post del 2 de marzo de 2011: “La literatura fantástica (rara conferencia de Borges)”, donde incluso uno de los comentaristas del post ofrece una serie de revisiones al texto, encontrando en el impreso erratas. El blog Borges todo el año, ofrece una versión corregida de tal conferencia: “Jorge Luis Borges: La literatura fantástica”, publicada el 14 de octubre de 2015. En el 2008, José Miguel Sardiñas compiló el libro Teorías hispanoamericanas de la literatura fantástica (Casa de las Américas, La Habana) en el que se halla el texto de Borges, “La literatura fantástica”, entre las páginas 41-50.

Portada del folleto: “La literatura fantástica” de Jorge Luis Borges, transcripción de la conferencia de 1967.

Pues bien, centrémonos en el texto de la mencionada conferencia. En este Borges inicia su alocución mencionando la recopilación de un libro –donde colaboró Margarita Guerrero–, Manual de zoología fantástica (1957) que ahora se conoce como El libro de los seres imaginarios (1967), bestiario que sigue la tradición de los libros sobre animales fantásticos, acaso alguna vez existentes, acaso producto de las imaginaciones, sueños y pesadillas de diversos pueblos desde épocas ignotas. Borges dice que se asombra que “el jardín zoológico fantástico, digámoslo así, no era más rico que el jardín zoológico real”. Desde ya, con ello preanuncia lo que pretende como hipótesis al final de su conferencia, en sentido de que es posible que la vida no necesariamente corresponda con lo real, sino con lo fantástico. El autor, en cierto sentido, conjunta lo real-fantástico en un solo plano y eso es una curiosa particularidad de su mirada que refuta los esencialismos, considerando, por otro lado, que tal mirada es desde la literatura.

Y en ese dominio, Borges sabe que hay una literatura realista y otra que es la fantástica donde, según él, la imaginación es su máquina dinamizadora, aunque, reconoce que no siempre tal máquina permite producir narraciones infinitas. Por ello afirma que “al cabo de ser lector y a veces autor de libros fantásticos he comprobado que los temas de la literatura fantástica no son ilimitados: son unos pocos…”. Borges introduce un hecho acaso interesante: por más imaginación que haya permitido a lo largo de los siglos producir narraciones fantásticas, en sentido general, muchas de sus estructuras y ciertos temas se repiten. En su conferencia, él justamente se decanta por esos temas comunes, esos asuntos de la literatura fantástica que han ido produciendo variaciones y sentidos.

Y ¿cuáles temas son estos? Borges los cita: a) la transformación; b) la confusión entre lo onírico con lo real; c) la invisibilidad; d) los juegos con el tiempo; e) la presencia de seres sobrenaturales entre los hombres; y e) el doble. Para explicar cada uno, habla de cuentos de diversos autores, muchos de ellos de su preferencia: H.G. Wells, David Gardner, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Henry James, etc. De hecho, al leer “La literatura fantástica” sentimos que Borges guarda admiración por la obra de Wells, además de la serie de relatos de Las mil y una noches.

Portada de la versión de “Manual de zoología fantástica” de Jorge Luis Borges, publicado por el Fondo de Cultura Económica.

Coligiendo de las palabras de Borges, los temas o asuntos de la literatura fantástica son un amplio abanico que va desde las metamorfosis o los cambios de entidad o de cuerpo; el borramiento entre lo real y lo irreal, acaso los mundos liminales; la cuestión de la visibilidad y la invisibilidad de las cosas o de las entidades, posiblemente más entroncando con los mundos paralelos; el manejo del tiempo o, si se quiere, la idea del tiempo como algo subjetivo o lo también lo que se conoce desde Albert Einstein, la relatividad del tiempo; la pervivencia o el contacto o la presencia –sentida o no sentida– de otros seres cuya característica varía a las conocidas naturales o reales; y finalmente el doble, el espejo, lo que duplica, lo duplicado, a su vez la simulación.

De lo que habla Borges, es de un contexto de la imaginación que es ya antiguo, milenario. En la introducción escrita por Bioy Casares para la mencionada Antología de la literatura fantástica, se lee, en este sentido: “Viejas como el miedo, las ficciones fantásticas son anteriores a las letras”. Esto quiere decir que lo fantástico puebla siempre el mundo en el que vivimos, aunque la llamada “literatura fantástica”, como género, recién sea cultivada como artilugio literario moderno desde el siglo XIX, tal como el tándem de autores –Borges-Bioy Casares-Ocampo– lo reconocen. Los temas enunciados son, en efecto, un muestrario de lo que en forma permanente ha nutrido miedos, temores, terrores o percepciones maravillosas y mágicas desde siempre, pero que la literatura moderna las ha trabajado de una manera estética para lectores como nosotros que vemos, en ciertos casos, a tal literatura, medio de escape, medio de entretenimiento o también medio de reflexión de otros asuntos interconectados. Porque si bien hay temas, como los que expone Borges, muchos de ellos también remiten a la experiencia, a la memoria cultural, a la sensibilidad, a la capacidad de asombro para con la vida y las cosas. Incluso, hay relatos que, por más fantásticos que sean, en cierta medida remiten o responden a inquietudes personales de sus autores.

Portada de la “Antología de literatura fantástica” (1940) de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo.

Borges anota, en tal sentido, que hay algo en el corazón de la literatura fantástica: “conviene convencer al lector que hay un solo hecho fantástico en un cuento y que lo demás sea cotidiano”. No todo puede ser fantástico al mismo tiempo: tiene que haber algo de la realidad para lograr la diferencia. En la citada Antología de la literatura fantástica, se dice que habrá de considerar “la sorpresa como efecto literario”; esto puede estar en “el ambiente o la atmósfera”, o que en “un mundo plenamente creíble sucediera un solo hecho increíble”. Esto de la sorpresa como derivación de la escritura o de la narración es un hecho ineludible en la literatura fantástica. La sorpresa se construye, se articula, se decanta con el tiempo creado en el interior de lo literario. Quizá una definición más ajustada que se refiere a esta cuestión de lo fantástico ha sido planteada por Tzvetan Todorov en Introducción a la literatura fantástica (1970). Cuando se ha conducido hacia la sorpresa, Todorov afirma: “Lo fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural”. El efecto literario es precisamente tal vacilación ante algo que puede o no ser cierto, lo mismo que podría darse en la vida real si en caso uno cree que ve a un fantasma, o cree ver un dragón.

Borges, una vez que ejemplifica con cuentos, una vez que nos hace intuir sobre la naturaleza que encierra la literatura fantástica, se hace la pregunta: “¿En qué reside el encanto de los cuentos fantásticos?” La pregunta puede ser redundante o acaso insidiosa –en sentido de querer abrir más significaciones–. Él responde de esta manera:

“Reside, creo, en el hecho de que no son invenciones arbitrarias, porque si fueran invenciones arbitrarias su número sería infinito; reside en el hecho de que, siendo fantásticos, son símbolos de nosotros, de nuestra vida, del universo, de lo inestable y misterioso de nuestra vida y todo esto nos lleva de la literatura a la filosofía. Pensemos en las hipótesis de la filosofía, harto más extrañas que la literatura fantástica; en la idea platónica, por ejemplo, de que cada uno de nosotros existe porque es un hombre, porque es un reflejo del hombre arquetípico que está en los cielos. Pensemos en la doctrina de Berkeley, según la cual toda nuestra vida es un sueño y lo único que existe son apariencias”.

No cree que todo nazca del capricho, sino que está determinado por la inteligencia y el raciocinio. Y más allá de ello, que lo fantástico en las narraciones implican lo que se había sugerido antes: preocupaciones, inquietudes, experiencias, o lo que Borges denomina, “símbolos de nosotros”. La literatura fantástica por más que se refiera a los temas universales ya enunciados, refleja o manifiesta otros sesgos, otras percepciones de la vida misma. Uno en la vida real hace cosas, pero en algún momento también cierra los ojos y piensa en un deseo y ese puede tener ya algo de fantástico; o uno sueña cuando duerme y cree volver a su niñez o se ve en otra parte que en la vida real nunca ha conocido y cuando se despierta emerge la pregunta de qué o con qué ha soñado. Las cosas de la vida se imbrican con imágenes acaso míticas de las cuales uno quizá no es tan consciente. Y más aún, Borges dice, apoyándose en George Berkeley y sus tesis del idealismo, que la realidad es un sueño y que lo que creemos como realidad no son si no imágenes de nuestra mente.

Portada de “Ficciones” (1944) de Jorge Luis Borges.

Pero Borges no se queda en estas ideas, sino que además conecta la literatura fantástica con la filosofía, partiendo desde Platón. En el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” –inicialmente publicado en la revista Sur en 1940, luego como parte de la compilación citada, Antología de la literatura fantástica (1940), pronto del libro El jardín de los senderos que se bifurcan (1941), mismo que luego se unió con Artificios (1944) para configurar el volumen hoy conocido como Ficciones (1944)–, Borges alude con pretensiones rupturistas justamente que “la metafísica es una rama de la literatura fantástica” –ver, por otro lado, mi ensayo: “Hipótesis sobre la biblioteca de Tlön: Borges y la ciencia ficción” publicado en la revista Máquina Combinatoria, vol. 1, núm. 10, del 29 de octubre de 2019–.

Borges, con tal afirmación estaría señalando que previo a todo pensamiento abstracto, toda reflexión sobre el ser trascendental, sobre el mundo en su dimensión ontológica, la imaginación fantástica la precedería. Frente a aquellas cosas o situaciones, frente a percepciones de la realidad que son difíciles de comprender –si nos atenemos a una de las definiciones del Diccionario la Real Academia de la Lengua–, parece que Borges alude a la narrativa fantástica como la capacidad de exponer y “explicar” lo incomprensible, y ¡qué mejor si se lo hace mediante el cuento!, con su atmósfera propia, su tiempo interno y sus situaciones presentadas. Y curiosamente en la entrada del diccionario de Google, basado en la editorial mundial Oxford Languages, que organiza su información en “un enfoque basado en testimonios de uso real que permiten describir una lengua de la forma más precisa posible” –leer la descripción en “Oxford Languages y Google” en el tema: “¿Cómo se crean nuestros diccionarios?”–, tal presunción, tal intuición de Borges aparece sugerida. La definición de la metafísica, aparte de la ajustada al uso cotidiano actual que dice: “Parte de la filosofía que trata del ser, de sus principios, de sus propiedades y de sus causas primeras”, es igualmente esta: “Conjunto de pensamientos o consideraciones profundos que se realizan acerca de un tema de forma especulativa”. En otras palabras: tanto en la filosofía, en la metafísica, como en la literatura fantástica lo que primaría es el acercamiento a un fenómeno desde lo especulativo o, si se quiere, desde lo imaginativo.

Dicho así, Borges como escritor de literatura fantástica, lo que hacía era poner de manifiesto sus inquietudes, sus preguntas acerca de la vida, de la realidad, desde un punto de vista más bien distinto. Sus cuentos fantásticos vendrían a ser especulaciones sobre aquello que estaba por encima de la cotidianidad, cuyas huellas, sin embargo, se trasuntaban en la realidad. (Iván Rodrigo Mendizábal)

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