Vidas arruinadas: a propósito de “Cadáver exquisito” de Bazterrica

Una novela distópica argentina, Cadáver exquisito (Alfaguara y Clarín, 2018) de Agustina Bazterrica puede ser la ocasión para reflexionar sobre lo que podría implicar una pandemia –y esto también se puede conectar con el fenómeno que vive el mundo en la actualidad–.

Tal novela aborda un escenario futuro en el que un virus ha hecho que la vida animal desaparezca, producto de una pandemia, la cual también ha alterado la vida humana. Al principio, la pandemia es asumida como un asunto medioambiental, pero pronto aquella tiene consecuencias en las sociedades, en tanto, quizá por necesidad de supervivencia, por intereses económicos, por determinaciones de los gobiernos, la pandemia ha llevado al desarrollo de una nueva industria cuyo impacto es ahora a nivel mundial.

Cadáver exquisito tiene dos niveles. El primero, se relaciona con ese cambio operado en la vida social, donde se requiere de la carne para seguir viviendo, para lo cual se instala una industria que reemplaza a las antiguas carnicerías, a los proveedores de carne animal, con otra que empieza a seleccionar a seres humanos y a convertirlos en objetos comestibles. El segundo, sigue el curso de un individuo al cual se le encarga el cuidado de un cuerpo, una mujer-objeto para ser “faenada” –como si fuera un bovino cualquiera– en un futuro próximo en el marco de toda esa industria que ha fundado además el canibalismo. Es así como el comportamiento social respecto a comer carne humana ya se ha naturalizado y, en la práctica, ya casi nadie se cuestiona sobre tal “nuevo” hábito institucionalizado, aunque se sabe también que quienes guardan cuerpos vivos, destinados a la comida, son también sacrificados en las carnicerías instaladas para el efecto.

Bazterrica de cierto modo recoge las líneas trazadas por otras novelas anteriores de su país: Diario de la guerra del cerdo (1969) de Adolfo Bioy Casares sobre una cacería de ancianos realizada por jóvenes organizados o Momento de morir (1979) de Abel Posse, sobre una generalizada persecución y matanza de hordas que se desata en la ciudad. Aunque el tono de ambas novelas es apocalíptico, mostrando que en un momento dado se ha deteriorado la convivencia social, la vida misma, haciendo que algunos individuos sean sujetos de la violencia ejercida por otros, donde la condición humana ya no tendría validez, la novela de Bazterrica tiene un punto en común: se trataría de la cosificación y la negación de la vida. Y esto se da porque el ser humano ha perdido toda noción de identidad y de semejanza con la otredad, al punto que cualquier persona, cualquier cuerpo, puede ser precisamente un objeto, una cosa destinada al consumo masivo.

La cosificación de la vida y del ser humano tampoco es un asunto nuevo. Esto es parte del desarrollo problemático del capitalismo durante el siglo XX y ya fue analizado desde distintos puntos de vista. En este contexto, pensemos solo en ese libro crítico de Theodor Adorno y Max Horkheimer, La dialéctica de la Ilustración (1944). Estos filósofos como otros, desde ciertas escuelas de pensamiento, analizaron cómo la modernidad, gracias a su racionalidad técnica, transforma las relaciones antes sagradas con la vida, hoy sujetas a los vaivenes capitalistas, esto es: la extracción de recursos naturales para satisfacer las demandas; el sacrificio de especies para confortar gustos “gourmet” de gente adinerada o de individuos que creen en el consumo de partes para estimular la sexualidad –piénsese en las aletas de tiburón capturadas y exportadas de forma clandestina desde los mares del Pacífico, hacia Asia–; el empleo de individuos en labores riesgosas o de “bajo nivel”, considerándolos apenas como residuos a los que casi no se les paga nada, llevando, claro está, a la precarización de sus existencias y del propio trabajo…, y así, se podría listar con detalle, desnudando las peores vergüenzas de la humanidad. De este modo, uno puede pensar en dos líneas de tensión respecto a la novela Cadáver exquisito de Bazterrica: la cosificación de la propia vida, llevando a pensar que unos individuos estarían destinados a ser la carne para el consumo humano generalizado, es decir, la existencia de poblaciones que deben ser criadas como si fueran pollos o bovinos de granja –en esto hay un guiño a la novela de Aldous Huxley, Un mundo feliz (1932)–; y la cosificación de la mujer, hecho que nos lleva al segundo nivel de la novela, donde esa mujer destinada a ser un “filete” más de la industria caníbal, es “cuidada” por el protagonista, para fines que reproductivos y nada más.

La cosificación de la vida humana implica selección no natural, sino determinada por las dinámicas del mercado: es ahí donde están los que serán carne de consumo, es decir, sujetos sacrificables. Si bien hasta la actualidad hay un discurso esgrimido por los políticos sobre las poblaciones vulnerables, aquellas que han sido relegadas a los márgenes, tal discurso es solo para seguir consolidando la diferencia entre ricos y pobres. En la novela de Bazterrica tal cuestión es puesta en entredicho, porque sí hay una población vulnerable y es aquella que sirve para llenar los mataderos, es la que es “cuidada” y “alimentada” para ser degustada según quienes gozan del placer de la carne. Incluso esta última frase: “el placer de la carne” narrativamente vendría a tener sus ambigüedades, porque puede remitir a la idea de consumir buenos filetes a sabiendas que estos han sido producto de una cacería, de una matanza, de la eliminación “sistemática” de ciertos tipos de presas. En este sentido, Cadáver exquisito podría ser un buen pretexto para los degustadores de carne para saber que hay presas y presas, incluso si se piensa con malicia. Otra noción que remite tal frase se asocia con expresiones machistas ligadas al mercado del sexo. Y es en este último ámbito donde caen todas aquellas expresiones o conductas señaladas por la perversión. Sea cual fuere el sentido que se podría adjudicar a la cosificación de la vida, al placer de las carnes, la novela de Bazterrica abre inquietudes, inclusive considerando las ambigüedades apuntadas: ¿Quiénes son los sujetos o cuáles son los cuerpos para ser consumidos en conductas caníbales? ¿Quién ha determinado a las poblaciones que serán sujetas de sacrificio, de aquellas que son intocables? Una cosa parece estar clara en la representación posapocalíptica, en la “nueva normalidad” instaurada política y socialmente en una sociedad tras una pandemia: las diferencias sociales seguirán siendo más profundizadas, más extremas; las políticas de exclusión seguirán siendo más ahondadas, posiblemente invocando al exterminio de sectores de la sociedad; y peor aún, la muerte se constituirá en una productiva fuente que dinamice las nuevas economías.

En cuanto a la cosificación de la mujer, es también importante señalar el sesgo feminista con el que está escrito Cadáver exquisito. Porque no se trata de la prostitución o de la modelización del cuerpo de la mujer, incluso la educación de la mujer para ser el fetiche del hombre. Bazterrica va figurando la relación entre el principal personaje del segundo nivel de su novela, ese hombre solitario, separado de su esposa, una especie de burócrata que tiene sujetos algunos hilos del poder, con la muchacha que cría en un rincón de su casa, al principio como si fuera un cerdo, luego como si fuera una mascota y pronto como si fuera la amante deseada. A esta mujer, como a todos los sujetos, los cuerpos sacrificables, se les ha cortado las cuerdas vocales, para impedir que griten en el momento de su muerte. Y con ello la autora señala, con mucha sutileza, que un cuerpo, una carne del deseo, solo debe ser objeto, debe ser cosa, debe ser material maleable para los fines protervos de quien se cree su dueño. Tal sutileza implica que, pese a que haya parejas, unos o unas deben ser acallados o acalladas y unos o unas deben ejercer la violencia sobre su semejante próximo de manera inmisericorde –acá se puede pensar incluso en la violencia doméstica, para no ir más lejos–. De lo que se trata es hacernos caer en cuenta que la mujer se constituye en “propiedad” del hombre, el cual puede hacer lo que le venga en gana con aquella. Cadáver exquisito juega con el lector para producir sentimientos encontrados al punto que le pone en alerta cuando percibe que en la actitud del personaje principal hay algo que tampoco cuaja. Bazterrica, de esta manera, articula con maestría el argumento de su novela para sugerir ideas, para plantear preguntas a lo largo de su obra, para inquietarnos, para hacernos aborrecer de nuestra propia condición como seres humanos. En otras palabras: una pandemia, un estado de crisis que luego se naturaliza, pone además en evidencia que los sujetos vulnerables, si bien son las mujeres, sobre todo son aquellas que son “diseñadas” para ser degradadas.

Cadáver exquisito, según lo analizado, trata sobre las vidas arruinadas. Pandemia o no, Bazterrica plantea una novela sobre cómo el orden social, la implicancia del poder político, ligada a las presiones del mercado, llevan a que la vida misma se devaste, ya no tenga sentido, además que se borre toda idea de lo ético y lo moral. El marco distópico es ideal para representar este mundo signado por la muerte donde prima lo que en su momento Hannah Arendt había definido como la “banalidad del mal” en Eichman en Jerusalén (1963). Es decir, puesto que el canibalismo se ha constituido en una más de las formas de consumo producidas de modo industrial en la novela, la muerte, el exterminio de poblaciones vulnerables –determinadas precisamente por su condición de estar en la periferia, de no estar dentro del sistema–, se ejerce contra ellas de manera inmisericorde, para satisfacer, como se dijo, antes, las demandas del mercado de la carne, el consumismo. Las carnicerías de humanos desechables son la extensión y el símbolo de los campos de exterminio; los operarios como individuos que cumplen con matar, con faenar, lo hacen cumpliendo las finalidades de un oficio creado por tal industria; los consumidores vendrían a ser los demandantes ávidos de carne, en virtud de seguir dinamizando la economía gracias al salvajismo institucionalizado. Esta podría ser la dinámica de la economía política del canibalismo, o sea, de una nueva forma de consumo tras una pandemia.

Cadáver exquisito es una novela que fue premiada por el diario argentino El Clarín en 2017. Merece leerla, más aún porque dentro de la ciencia ficción argentina reciente, destaca. (Iván Rodrigo Mendizábal)

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