Los cuentos de Jorge Alberto Collao

Portada del libro ¿Podremos reírnos en el silencio del cosmos? de Jorge Alberto Collao.

El chileno Jorge Alberto Collao nos propone un libro de cuentos bastante curioso a la comunidad de lectores de ciencia ficción y fantasía: ¿Podremos reírnos en el silencio del cosmos? (Puerto de Escape, Santiago de Chile, 2017). Primero por su título y pasando por la diversidad de cuentos que, además, están ordenados al modo de glosario –aunque este término no necesariamente defina su organización–. Luego por su portada que es sugerente en tanto presenta un barco en el espacio cósmico, casi naufragando, casi navegando, casi perdido; los colores son, desde ya, violeta y café, tenues e insinúan cierta sensación de estar en medio de un crepúsculo y, en cierto sentido, preanuncia el terror.

Quizá el libro de Jorge Alberto Collao tiene esa característica: la de insinuar el terror –u horror– cósmico. Esto es: la de estar subsumidos en un estado determinado por un peso mucho más grande que el propio; los personajes hacen, actúan, pero en el fondo, son partes de un sistema cósmico más grande, más poderoso. Sin embargo, no son presas del destino, sino que cumplen el flujo de un ritmo que oscila entre el orden y el caos: ejecutan y son víctimas de lo que desatan.

¿Podremos reírnos en el silencio del cosmos? Es una pregunta, pero al mismo tiempo una aserción. Collao anticipa que tal silencio es la materia de los terrores que irá desbrozando. Su libro es un conjunto heterogéneo de cuentos, de relatos, de esbozos de historias. Si uno quisiera encontrar en el libro una consecuencia de los relatos en otros, es evidente que fallará en la intención porque el diseño del libro, con su disposición al modo de un glosario, nos hace pensar que hay una suerte de capítulos cuando en realidad cada título o subtítulo es un relato independiente. Expliquémonos: ¿Podremos reírnos en el silencio del cosmos? no tiene capítulos separados entre páginas –al modo del libro tradicional–; los títulos de los cuentos y los cuentos siguen unos a otros dando la impresión de que cuando termina un texto sigue el otro. De pronto nos damos cuenta de que cada historia, cada relato, cada cuento tiene su propia estructura y cada cual difiere del anterior. Por algo, en la portadilla interior se lee: ¿Podremos reírnos en el silencio del cosmos? Abecedario fantástico de ciencia ficción, fantasía y terror. He ahí el secreto del libro de Collao, porque ya por su presentación o por su estructura él nos pone en el contexto de un cosmos poblado de aparente orden, cuando en realidad lo que lo ordena es el caos, es la aletoriedad, es el acontecimiento, es el accidente, es la oportunidad, es apenas una luz o el destello de lo posible que se difumina en la totalidad del vasto universo.

¿Podremos reírnos en el silencio del cosmos? en realidad va más allá de ser solo un libro de ciencia ficción en sentido estricto de la palabra. Es un libro escrito tomando varios géneros, entre ellos, la ciencia ficción. Allá hay cuentos o partes de género negro, de terror, historias psicológicas, textos experimentales, etc. El común que los une quizá es su componente fantástico y es desde allá que se escribe la ciencia ficción u otros cuentos con géneros mezclados. Parte de la estructura del libro son los dibujos realizador por el propio Collao que funcionan como un anclaje –recordemos, en este caso, las ideas de Roland Barthes respecto a las funciones del texto y la imagen–, pero que a la vez no explican, sino que amplían el sentido de los cuentos. De ahí que el libro es curioso, al ser una colección de historias y de imágenes al modo de un libro-collage, polisémico, caleidoscópico, que invita a que lo leamos al azar, abriendo sus páginas de modo arbitrario: en este sentido, cualquier cuento más bien nos inquiere y nos reclama atención.

Montaje de dos dibujos del libro ¿Podremos reírnos en el silencio del cosmos? de Jorge Alberto Collao del video de presentación por Mell Coll, Chile (Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=ZnvUPZdanjQ)

Quizá forzando a la idea de que el libro “nos lee” –como una especie de obra de arte que nos mira, en los términos de Georges Didi-Huberman–, quisiera centrarme brevemente en los cuentos de ciencia ficción de ¿Podremos reírnos en el silencio del cosmos? Haré unos breves apuntes sobre aquellos.

“Disipador”, ¿acaso no es un cuento-ensayo sobre la creación del cosmos, pero a su vez del acto creativo? Collao, sabemos, que es fisicoquímico de profesión; su cuento-ensayo pone en evidencia que tras una entelequia hay un proyecto, y ese proyecto, al mismo tiempo, supone un disipador, mismo que además es proyecto de origen. Tal cuento-ensayo, entonces, nos lleva a idearnos sobre cómo pueden nacer las cosas, cómo para ser algo, o alguien, se requiere de un impulso de origen.

“El arriba y el abajo” plantea el dilema, en el mismo sentido de cuento-ensayo, de que mientras los físicos se preguntan sobre el arriba y el abajo, sobre un determinado orden de las cosas y el universo, seres de otros planetas, más evolucionados ya ni siquiera se plantean tales dilemas, porque conocen otras leyes físicas. Collao, en efecto, se divierte con la idea de ciencia como un edificio ya estructurado.

“El tratado de Boudel” podría evocar a Jorge Luis Borges y su “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” en el sentido de un libro encontrado, luego traducido, el cual, en principio no tendría un contenido importante. Su valor podría estar en ser un objeto viejo, de un tratadista antiguo, tal vez su único texto escrito; el libro viejo tiene algo de particular. Pero cuando poco a poco, el descubridor del libro y el traductor se enfrascan en saber sobre el enigma de su contenido, tan anodino como el mismo objeto, pronto descubren que el mismo es la semilla para imaginar el amor, ordenador fundamental de todas las cosas de la vida. Y lo más interesante está en la idea de que el libro, todo libro, a la vez ya contiene, es una entelequia –palabra además empleada con cierta frecuencia por Collao en ¿Podremos reírnos en el silencio del cosmos?– de un posible lector.

“Holocausto” vendría a ser un “informe-cuento” posapocalíptico cuyo tema es la mutación genética de humanidad, cuestión que, si bien es investigada y luego publicada por ciertos científicos, dado que es un hecho que puede ocasionar desestabilización generalizada, aquella debe ser escondida e incluso sus descubridores muertos. De pronto nos damos cuenta de que ante las transformaciones genéticas y sociales que ya se están dando, el ocultamiento intencionado tiene también sus brechas cuyas consecuencias derivan en eso que el título anuncia, un holocausto. ¿No hay acaso una cierta similitud con una pandemia que hoy en día está produciendo estragos en el mundo?

“Horizonte” es un cuento de terror cósmico: un astronauta sacrifica a sus compañeros lanzándolos al espacio jupiteriano. Pareciera que, como el astronauta en cuestión, nosotros en realidad mirásemos tal hecho como un espectáculo, como algo “natural”, develando que podemos sufrir de eso que se llama alexitimia. Es claro que la misma sensación de frialdad sobre un acto criminal al mismo tiempo produce sensaciones contradictorias, por lo menos en el lector.

“Mundo” puede ser la metáfora de algo externo a nuestros ojos, o algo exterior a nuestros sentidos: mirar un paisaje informe, al mismo tiempo bello, crepuscular, vistoso, y que puede parecer incluso a algo que se puede mirar microscópicamente, o sentir que hay un mundo, uno que se percibe y no se le ve, pero que está allá, que roza la piel. La sensación de terror de pronto aparece en nosotros.

“Mundos” nos pone en el escenario de un mundo extraterrestre, en un entorno rocoso: una entidad se desliza ágilmente. Una mancha de sangre lo es todo, rompe con la armonía de ese mundo salvaje. Pero se pasa, se huele y se pasa. Sentimos que nosotros somos la víctima, pero esos seres primordiales de esa tierra ni siquiera se inmutan por el rastro que dejamos.

“¿Podremos reírnos en el silencio del cosmos?” es el cuento que da origen al libro de Collao. Imaginemos un laboratorio donde se experimenta y se crea una entidad. Hay debates, hay estudios, hay aproximaciones, hay fallos y aciertos. Alguien la crea, pero, como todo monstruo, se autonomiza y aprende un lenguaje. Este es su medio de liberación. Si estuviéramos en el lugar de los científicos-creadores, claro que nos reiríamos de lo creado, de su “rebelión”, aunque el vibrar de la risa, en el silencio del cosmos, podría equivaler al mismo lenguaje “desarticulado” para nuestro razonamiento. Collao repiensa al hombre, al ser humano. Lo ve desde afuera. Hace una tarea deconstructiva.

“Tyg” al principio puede parecer la historia de un policía y su ciborg, este programado, este sin razonamiento más que con lo que se la habría diseñado; luego nos damos cuenta de que hay una suplantación. Y uno se pregunta: ¿en qué momento la entidad biomecánica ha reemplazado al ser humano? Collao nos alecciona, nos pone en el plano de que en lo cotidiano los nuevos sistemas reemplazan, vuelven obsoletos a sus referentes. El cuento tendría algo de Robocop (Paul Verhoeven, 1987).

“Último día en la ciudad” tiene el tono de un cuento apocalíptico: algo sucede mientras el narrador está en un restaurante. Hay un domo, hay cosas que se pegan y sobrevuelan, hay estupor, hay crisis. La gente intenta refugiarse. El miedo cunde hasta dejar el entorno en un silencio absoluto. ¿Acaso vemos el fin de un mundo desde el punto de vista de un ser anodino, de una entidad insectoide? ¿Somos nosotros los que estamos encerrados dentro de un domo, atalaya y al mismo tiempo espacio de experimentación?

“Zombi” es un cuento sobre la muerte inevitable. Un hombre, el que se defiende del ataque de un zombi, a la final es el mismo futuro del atacante. Terrible y a la vez metáfora de un mundo que acaba.

¿Podremos reírnos en el silencio del cosmos? tiene otros cuentos como ya se mencionó. Quizá, fuera de los citados, sea el tono de lo fantástico y de lo extraño que prima en ellos. Collao, finalmente, hace un ejercicio de ayudarnos a pensar las pesadillas contemporáneas, traspasadas todas por la idea de la muerte. El cosmos estará siempre alrededor nuestro, con su silencio y su presencia: nosotros como seres microscópicos librados al azar del destino. (Iván Rodrigo Mendizábal)

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