Imagina tener unos amigos superenterados de toda la movida de ciencia ficción en el globo, que te cuentan de qué va la cosa, te hacen un recuento de lo mejor, como un repaso por la historia, además te presentan a los exponentes más representantes (mediante entrevistas y perfiles) y, para rematar, te obsequian sus propias ficciones. Ya no tienes que imaginar más, porque esto es el equipo de The Supersonics, ese staff de confabularios que recrean nuestros mitos contemporáneos a través de su nuevo búnker eclesiástico bautizado: Supersonic.
Por la particularidad y segmentación del género se puede hablar de un lector característico de la revista y, así, apostarle a una gama de contenidos, tan dispares entre sí, pero que se congregan en una misma fijación por algo mayor a todos. Como perteneciente de un mismo cisma, se interpela al lector de la ciencia ficción, en su propio lenguaje irruptivo.
El lector se asume ya en la editorial: “Ese aficionado, además, lee con frecuencia en inglés, el idioma en el que se publica una gran cantidad de obras de género y unos de los mercados más potentes en este tipo de literatura.” Por esta razón, Supersonic no tiene reparo en incorporar traducciones de autores anglófonos al español, como hacer la jugada inversa, y presentar cuentos castellanos en el idioma de H. G Wells.
Para cerrar el asunto del lector de Supersonic, podríamos retomar la letra de la canción de Jamiroquai y afirmar de éste: “In the whites of his eyes / There’s a supersonic vibe / You can tell by the tears / He’s a warrior who cries / He’s supersonic”. Dicho de otra forma, Supersonics no serían solo los del staff de la revista, sino que se exige (tal vez subrepticiamente) que cada lector sea también un Supersónico.
La vibra supersónica está dispuesta y empieza a devorar las metáforas salvajes de Lavie Tidhar con el cuento Monstruos, que abre magistralmente el Universo de la Sci Fi contemporánea, revelándonos ya sus abismos. Prueba de que el viaje exterior es la manifestación de los vacíos en nuestro interior, que los monstruos que subyace en nuestros sueños aún nos aterran en la última frontera de un probable contacto con el otro.
En seguida, a partir de la entrevista que le realiza Elías Combarro, conocemos la experiencia de transformación de Ken Liu de escritor de narrativa breve a sagas de fantasía épica, a partir de su primer libro Grace of Kings, en el que por otra parte, inventa un nuevo lenguaje y que incluye escribir una Wikipedia.
Mariano Villareal, de Literatura Fantástica, habla sobre todos esos proyectos desinteresados de publicación, edición, y crear eventos alrededor de la ciencia ficción definiéndolos como Castillos en el Aire (en el listado extrañamos Mil Inviernos y Cosmocápsula, portales de difusión gratuita del género desde Colombia). Este es el mismo título Castles in Spain / Castillos en el aire del libro que Villareal ha puesto en una campaña de micro-mecenazgo o “crowdfunding” sobre la producción de género en España el último cuarto de siglo.
Black Isle de Marian Womack es una novela breve que se puede considerar cli-fi, por ser una ficción que concierne a una preocupación sobre el clima, en un mundo bio-punk, sobre un biólogo en un ambiente artificial que de alguna manera rememora La invención de Morel de Bioy Casares.
Pero no les contaré más porque estaría contándoles toda la revista y esa no es la idea. Mejor sintetizado se encuentra en la página en donde se puede conseguir el ejemplar, y que espero mis comentarios les haya despertado el interés suficiente para adquirirlo:
COMPRAR SUPERSONIC Nº1
Mención especial hago al artículo sobre Antologías de Ciencia Ficción en España, de Cristina Jurado, que sin caer en el academicismo da una rigurosa genealogía de estas publicaciones en este país, con un recuento temático intentando trazar una evolución (o tipos de interés) del género según su época. Tampoco dejar escapar la cuidadosa selección de short stories que hace Elías Combarro en la sección All Your Shorts Belong To Us. Ni la serie de “Desahucio en Marte”, proyecto inédito coordinado por Santiago Eximeno, que da la luz en esta publicación, con varios cuentos memorables, del cual mi favorito es Números Rojos, planeta rojo, de Ricardo Montesinos -sin restarle valor a los demás.
Este primer número de Supersonic ha sido tan cautivador que, como la canción de Lolita de la Colina, Me Muero Me Muero por leer las siguientes.