FILOFICCIÓN 4 POR SOPHIE CANAL: UN RECUERDO A CUANDO LA PORNOGRAFÍA ERA FILOSÓFICA: REFLEXIONES LIBRES SOBRE “HUMEDADES DE LAS ORILLAS” DE NASTIA T.

Acabo de leer “Humedades de las orillas” de la escritora peruana Nastia T., recientemente publicado por Pandemonium Editorial, segunda y nueva edición de la versión inicial que vió la luz en Lima en el 2000 y me encantó. Tanto así que me tomó dos meses escribir esa reseña.

Me esconderé primero en el excelente estudio preliminar de  Rocío Qhispe Agnoli para presentar el argumento: se trata de “diez historias que tornan la mirada a la representación del placer feminino no sólo en su aspecto físico y fisiológico del acto mismo sino en su jornada hacía el mismo y después de experimentarlo” (p.16).Humedad de las orillas, Nastia T. Pandemonium Editorial, Lima 2024.
Luego me aseguraré en decir que retoman con los escritos eróticos-filosóficos del siglo XVIII. Y que eso es algo tan raro en el paisaje literario peruano, como en las tendencias literarias mundiales actuales que cabe subrayarlo y saludarlo. Luego me ariesgaré en bailarlo en mis noches solitarias con música imaginaria de fondo para olvidarme de Trump.
El hecho es que el siglo de las Luces vio nacer una literatura clandestina: textos que mezclaban debates filosóficos y encuentros eróticos. Si estos escritos erótico-filosóficos han desaparecido, ¿será porque la filosofía es hoy en día pudorosa? ¿Cómo unir el placer y la filosofía?

Vamos dos siglos bajo la sombra de aquel vacío occidental.

Nastia T. resuelve esa pregunta de manera tan radical que ya no vale la pregunta.

No entraré en el eterno debate sobre si se trata de un libro erótico o pornográfico. Tomaré por un hecho resuelto que tenemos ahí lo que Susan Sontag llama “imaginación pornográfica” en su ensayo publicado en 1967.

Susan SontagEn la pornografía no solo se trata de la exposición explícita de lo sexual, sino que también es una forma de conocimiento sobre la muerte. Si bien el universo totalizador de la pornografía se despliega siempre por medio de intercambios erótico-sexuales, estos intercambios no son el fin ni el objeto de la imaginación pornográfica. El espacio artístico-literario de la pornografía genera así una disrupción en el sentido común acerca de la pornografía: la obra pornográfica de excelencia, es decir, aquella que expresa lo que Sontag llama imaginación pornográfica, no supone una gratificación inmediata en términos de placer erótico-sexual (a la manera en que se podría experimentar, por ejemplo, con un juguete sexual), ni para el artista que la crea ni para el lector que la recibe. En lugar de ello, al ser una forma de expresión de un saber, la imaginación pornográfica permite un acceso a los límites de la subjetividad y la consciencia humana. Su objeto es, sino el asunto de devenir cadáver (o materia inorgánica) explícitamente, al menos el de los límites de la subjetividad y personalidad humana, o bien la disolución del “yo”.”(Los dos espacios de la pornografía o el conservadurismo paradojal de Susan Sontag )

Según el análisis de Rocio Qhispe hay tres tipos de relatos en “Humedad de las orillas”. Primero los que “comparten el surgimiento de la fuente del deseo en sujetos o instancias inesperadas” y “experiencias sensoriales como la música, la escritura poética, el contacto con especies no humanas y fetiches, y donde la mujer es una partícipe activo de su propio placer”: audiofilia en “Arte poética” y “El clave bien templado”, fitofilia en “La llamada”, podofilia en “A mis pies” y sumisión masculina en “Un poquito de consideración”. Segundo los “Relatos que apuntan al descubrimiento del placer sexual femenino acompañado de culpabilidad en sus protagonistas” y “sátira a estereotipos de la mujer ideal y la masculinidad heteronormativa”: “El extraño caso de Micaela Graña de la Romaña”, “La redención” y “Buena muerte”. Y para terminar, los “cuentos que llevan el consumo del cuerpo deseado a escenarios grotescos en los cuales la combinación del erotismo y la imaginación pornográfica -como la plantea Sontag-”: es el caso de “Dies sanguinis” y “Para comerte mejor” que ponen en escena dos formas de canibalismo, una sacrificial y el otro su paroxismo, el auto antropofagismo. Pero el hecho es que el denominador común de las diez historias es la disolución del yo y los límites de la consciencia humana, lo que las convierte en discursos filosóficos.

En “Filosofía de los pornografos” publicado en las ediciones du Seuil en 2019 en Francia, Colas Duflo, especialista en filosofía y literatura del siglo XVIII, realiza un estudio muy serio de textos publicados en el siglo de las Luces, obras clandestinas, que se distribuían masivamente de manera clandestina, y que tenían la particularidad de mezclar debates filosóficos y encuentros eróticos. Estas obras se llamaban, entre otras, “Las memorias de Suzon”, “Dom Bougre”, “La Religiosa en camisa”, “Margot la remendadora”, “El telón levantado”, o incluso “Teresa filósofa”.

Post-coïtum animal pensante

“Teresa filósofa”, novela publicada en 1748, narra la educación moral de una joven al mismo tiempo que su iniciación sexual. Sin convertirlo en el modelo de la novela libertina con ambición filosófica (que es el término para designar este tipo de escritos), revela bien a qué se parece, lo que Colas Duflo resume en unas pocas líneas al inicio de su libro: “Escondida entre los arbustos o detrás de un biombo, una joven observa a una pareja más experimentada.” Ella ve distintamente las diversas etapas del acto sexual, que nos relata con precisión, y este espectáculo produce en ella efectos sensibles, que nos invita a compartir a través de su relato. Pero he aquí que la pareja libertina, habiendo satisfecho sus primeras ardores, comienza a discutir. Los dos amantes (…) se interrogan sobre el bien y el mal, sobre el carácter legítimo de los placeres, sobre la moral, sobre la naturaleza, o la voluntad divina.
Aquí están las características de estos escritos erótico-filosóficos, escritos que ya no estamos acostumbrados a leer, que no se parecen en nada a lo que conocemos ni de la pornografía ni de la filosofía, ni de lejos. Y sin embargo, este género, muy en boga en el siglo XVIII, nos dice algo (menos de la pornografía que de la filosofía), sobre su lugar, su escritura y la recepción que podemos tener de ella: ¿cómo leer la filosofía? ¿Cómo escribirla? ¿Por qué limitarla a razonamientos abstractos? ¿Sería ella pudorosa? ¿Cómo conciliar la filosofía y el placer, y hacer de la primera la ocasión de la segunda?

El placer, lugar de experiencia de pensamientoLes bijoux indiscrets, Diderot

“Las joyas indiscretas”, primera novela de Diderot, publicada anónimamente en 1748, intenta convertir una experiencia de placer en el lugar de una reflexión. Porque posee un anillo mágico, el sultán Mangogul tiene el poder de hacer hablar a las mujeres, de liberar su palabra y su voz sexual.
Es una primera particularidad y respuesta a esta cuestión de la alianza fecunda entre erotismo y filosofía: cuando parte de situaciones concretas, cuando se pone en escena a través de experimentaciones, cuando aparece en el corazón de relatos, la reflexión sale enriquecida, aumentada, menos didáctica y más sensible, más al alcance de todas y todos.
Y es así como cuestionarse sobre el bien y el mal, o sobre la moral, adquiere otro sentido cuando se pone a prueba con el placer, los cuerpos y los sentidos: ¿por qué el deseo, por esencia indiferenciado, se ajustaría a principios? ¿Por qué restringir la naturaleza de sus inclinaciones en nombre del mal? ¿Por qué cada uno y cada una no se convertiría en filósofo o filósofa a partir de sus propias experiencias?

Thérèse, Margot y Juliette…María, Elisa, Micaela, Fernanda y las demás

Se llaman Thérèse, Margot, Juliette, Justine, María, Elisa, o Fernanda en el caso de Humedad de las orillas”, son monjas, vírgenes, prostitutas, chicas o condesas… Es una segunda particularidad de la novela libertina con ambición filosófica: a menudo toma la voz de mujeres silenciadas por las convenciones sociales. Y es una segunda respuesta a esta cuestión de la articulación entre placer y filosofía: ¿cómo abrazar la filosofía? Dando la palabra al deseo de la mujer que se transmuta en sabiduría, como lo hizo Platón en el Banquete, convirtiendo a la prostituta Diotima de Mantinea en la mentora de los filósofos atenienses.Diotima de Mantinea

¿La frivolidad y la ligereza tienen el mismo valor o la misma fuerza de persuasión que los ensayos filosóficos serios? ¿Cómo convertir el placer en una cuestión filosófica, y viceversa, cómo hacer filosofía disfrutando del placer?
Simplemente, por la fuerza de la encarnación, del relato de aprendizaje en singular y de la escritura en primera persona, de aquella que se revela, se desnuda. Porque la filosofía, para ser comprendida, debe ser un poco pornográfica.
Es lo que encontré en “Humedad de las orillas” de Nastia T., obviamente amenazada por una nueva pornografía recién nacida del siglo XXI, la que por un instante permite a su autora subir  difrazada de escandalosa al escenario de una de las ciudades más conservadora de latinoameríca sin que nadie se de cuenta salvo a través de las redes sociales.  Urgente leer, ya no queda mucho tiempo. Moribunda la imaginación. Nastia. T. no se rinde. Sueña un nuevo capítulo a la obra de Sontag. 

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