Cementerio prohibido de Francois Villanueva Paravicino

Villanueva Paravicino, Francois. Cementerio prohibido. Lima: Apogeo, 2022. 79 pp.

Francois Villanueva Paravicino (Ayacucho, 1989) es una de las figuras más interesantes de las letras peruanas que han surgido en los años recientes. Esto se debe a que, pese a su corta edad, ya tiene varios libros publicados, todos ellos irradiados de un inusual brillo, y eso que van por derroteros distintos cada cual.

Tiene un poemario titulado «El cautivo de blanco» (2018, 2019), cuyas apreciables imágenes figurativas, góticas o surreales ya ameritarían que se haga un breve estudio sobre esta obra. También ha publicado dos cuadernos dignos de resaltarse entre los trabajos literarios de orientación «realista»: «Cuentos del Vraem» (2017, 2021), logrado volumen de narraciones cortas entrelazadas a partir de una geografía que resulta llamativa, a la vez turbadora, y ayuda a conocer las peripecias de los personajes en dicho entorno; además está la lograda novela «Los bajos mundos» (2021), de una prosa fina, aunque no descuida recrear con eficacia el habla de los personajes del interior del país y de las clases bajas, asimismo, es una obra costumbrista con ribetes de violencia (por eso el título), retrata el mundo criminal en algunas partes del país y posee efectivos movimientos hacia la sordidez, el sufrimiento y la tragedia.

Resaltemos: sus tres primeros libros se han reeditado, lo cual no es muy común en nuestro medio, a menos que el autor de verdad posea la carpintería para mantenerse vigente.

Texto distinto a los mencionados es «Cementerio prohibido» que pasaré a analizar más adelante, tras seguir con la introducción al autor.

Francois tiene el mérito de ser un escritor que aparece de manera continua en las más importantes revistas y antologías impresas y virtuales, nacionales e internacionales, lo cual es acertadísimo, porque acerca al lector a su obra en tanto los editores de aquellos espacios (quienes validan su ficción) la difunden mediante mecanismos diversos. Ojalá más autores peruanos hicieran ello, así no sería tan difícil conocer su obra, esto no es una crítica, creo que cada quien opta por la promoción que desee; hay quienes publican un libro, salen en dos o tres entrevistas, adquieren dos o tres reseñas y esperan que el libro se venda solo (el medio editorial de nuestro país no es el más sofisticado y la distribución es complicada). No obstante, Francois se ha abierto camino al publicar poesía, minificción, relato corto, en revistas prestigiosas como El Narratorio (Argentina) y Perro Negro de la Calle (México), por mencionar solo dos que salen cada mes y han rebasado los setenta números. Por cierto, Francois también ejerce la crítica literaria.

Aquí deseo llegar: si bien, él trabaja casi todos los géneros, del amor a la ciencia ficción con solvencia, es en el terror donde, me parece, que logra una cumbre creativa especial, no mejor que las otras, pero sí muy distintiva, pues ya tiene un estilo propio y, cuando uno lee un texto suyo de vampiros o de un improbable fenómeno atmosférico que amenaza la vida de una familia con una lluvia ácida, se sabe que es él. Sus estilemas son reconocibles, mas no por ello se ha de decir que es repetitivo, por lo contrario, es versátil, politemático, y en este libro de siete cuentos (segunda edición) «Cementerio prohibido» (2019, 2022) puede notarse, no obstante el corpus terrorífico en el libro, que hay diversas aristas que hacen a cada texto único.

Se ha hablado bastante de este cuentario, no deseo redundar en cosas antes expuestas, excepto en que se puede reconocer en las ficciones la influencia de algunos escritores del siglo XIX y XX como Jean Ray (por sus construcciones enrarecidas que llevan a un final inesperado) u Horacio Quiroga (por la ambientación rural de las historias, bañadas con extrañamiento, duelo y horror).

Ya desde el primer cuento, «El verdugo», notamos la impronta de Edgar Allan Poe, el manejo del lenguaje, con las figuras literarias exactas, y un tono cercano a la poesía, sin llegar a ser del todo lovecraftiano (como dije, el autor ya posee un sello característico, se puede hablar de narraciones villanuevianas). Este relato me hizo pensar un poco al relato homónimo de Pär Lagerkvist, del libro homónimo de relatos por Emecé Editores. El verdugo ha de pagar, y es aquí donde se presenta un elemento anómalo que está en boga en nuestras letras (y en el mundo, aunque los puristas sostengan que agoniza): el zombi, el devorador de carne, el infectado, el no muerto, el caníbal, como se quiera interpretar, pues Francois lo muestra de modo distintos en otros dos relatos de la obra. Uno es «Enigmas», donde el autor convence con escenas de acción y suspenso, aunque el final se corte de modo abrupto (yo pediría un futuro relato dentro del mismo universo). Otro es la ficción que da título al libro, pero ya llegaré a esta.

«El cuadro inconsciente» me remite a las historias de obsesiones malditas de August Derleth (lo nombro para orientar). «Las heladas» es un texto sobre el desastre que se cierne sobre un pueblo, ¿la naturaleza como un agente de caos o la naturaleza dentro de los niveles de lo probable? El cuento más Poe del conjunto. «La condena de Ismael» se alimenta de los mitos rurales, donde surge el aparecido, el ánima, el condenado; un tipo de relato que se ha abierto camino en nuestra narrativa con sorprendente valía, y funciona muy bien, pues nuestra tradición, o nuestras vidas, están llenas de leyendas que nos contaban en casa o en la escuela. «La familia de un conocido» es uno de los mejores relatos del libro, merecedor de incluirse en lo mejor de la narrativa peruana actual. Hasta aquí se nota cierto matiz de uno u otro escritor clásico, entre los peruanos: Abraham Valdelomar y Clemente Palma; entre los extranjeros: Guy de Maupassant y Rudyard Kipling.

El breve relato que he mencionado líneas atrás va directo a la médula y claramente está ahí un fenómeno increíble, el cual se puede interpretar de diversas maneras, mas no deja lugar a la duda.

Cosa que sí ocurre con el plato fuerte del volumen: «Cementerio prohibido», un texto de veinticinco páginas que se leen con avidez (Francois se desenvuelve muy bien en tramos cortos y largos); esto nos lleva a pensar sobre qué es el «cementerio», ¿un hombre? ¿Un pueblo con o sin gente? Y es «prohibido», pues no deberían acercársele los vivos, excepto para rendirles tributo a los fallecidos. El ritmo es pausado por momentos y en ocasiones se torna insidioso, con aquel terror «marca de la casa» del autor, el cual nos presenta a un personaje en una situación de pesadilla, a la que se enfrenta, no con pocos miedos, mas sí con algunos recursos. Empero, el final puede ser interpretado como una ¿visión?, ¿un mal sueño? No. Yo creo (y adviertan lo emocionante del asunto) que es un ciclo, el infierno, como en In the moud of madness (1994) de John Carpenter, claro, esto es solo una interpretación, cada quien tendrá la suya.

Además, hay que notar dos cosas relevantes en este texto (que ya se han destacado en otros relatos del volumen). Uno es la figura del zombi, que ataca a la masa o ataca en masa, y la defensa humana en contra de este peligro, sin embargo, hay una cosa más pertinente: el ser que amenaza al personaje o los alrededores no es tanto el engendro: el monstruo (como en los cuentos «El verdugo» y «Enigmas») es el humano. De hecho, en el texto que da título al libro y que cierra el cuaderno se habla de una base militar donde podrían realizarse algunos experimentos. Otro punto que rescato de este cuento (y que está presente en otras ficciones del mismo libro) es esa «extrañeza» al llegar a un lugar nuevo, como en las obras de Shirley Jackson.

Y, por supuesto, está el manejo de las herramientas para crear temor, zozobra en el lector. Francois crea buenas atmósferas, los diálogos no lucen impostados, y está, latente al inicio, expresa después, esa confrontación con los elementos preternaturales, propios de esta clase de ficciones que ya se han asentado en el imaginario peruano, y desde aquí hacia el mundo, con grandes representantes.

No somos muchos en la brega, no obstante, gracias a escritores como Francois Villanueva Paravicino, nos es posible mostrar nuestra particular visión de terrores lejanos que se nos acercan, o cercanos, que proyectamos hacia el exterior.

 

Sobre el autor

Escritor (1989). Cursó la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Autor de Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas, diarios y/o, de su propio país como de países extranjeros. Mención especial del Primer Concurso de Poesía (2022) y de Relatos (2021) “Las cenizas de Welles” de España. Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007) de España. También, ha sido distinguido en otros certámenes literarios.

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