“Fata Morgana”: la ciencia ficción de Ortiz Lemos

Tenemos ante nosotros un libro titulado Fata Morgana (El Conejo, Quito-Ecuador, 2014) del escritor ecuatoriano Andrés Ortiz Lemos. Este contiene dos novelas: “Fata Morgana”, novela de ciencia ficción; “Tarmutz”, novela fantástica –con algo de ciencia ficción–; y cinco cuentos: “Los sacros pergaminos de Ucvar”, “La tierra prometida”, “El peregrino”, “Otro viaje de Simbad”, “La contumaz venganza del Barón Westheinker”, todos también de carácter fantástico, muy a tono con la obra de Jorge Luis Borges.

Sobre la novela Fata Morgana digamos que trata sobre un viaje hacia otra constelación de un grupo variopinto de humanos en una nave bautizada como “Fata morgana”. Es el año 2185 cuando hay un marco geopolítico nuevo –así se lee que América Latina tiene el nombre de “República Popular Simón Bolívar”–, y los países han hecho de la exploración espacial y la colonización de lunas y planetas una parte de sus políticas. El descubrimiento de un nuevo sistema solar y, con él, de un hábitat en un planeta exterior, Constanza, a 4.2 años luz, motiva el envío de una nave tripulada con la misión de poblarla, empezando así otra era para la humanidad. El problema radica, una vez, puesta en marcha la empresa, una vez que la nave tripulada –con seres humanos de diversa procedencia, definición étnica, con variedad de profesiones, etc.– va alejándose de la Tierra, que, pese a los buenos deseos y propósitos, la llamada “pluralidad” social impide realmente no solo la comunicación entre los viajeros, sino también su separación, al punto de desatarse guerras internas, matanzas, agresiones, boicots, etc. La fatalidad de la nave espacial es justamente su destino: puesto que el viaje es por casi 200 años –más o menos el equivalente en el tiempo de vida normal, según Ortiz Lemos–, es evidente que las generaciones de partida no serán las mismas que las de llegada; entre ellas se habría operado una irracionalidad insalvable, y lo que habría quedado es una serie de mitos de los más absurdos y sospechosas ideas y saberes.

Ortiz Lemos recurre en su relato a un narrador que testimonia, que trata de reconstruir los sucesos, que quiere ordenar, usando los rastros dejados por generaciones de seres humanos que olvidaron su misión, la cual, por otro lado, estaría controlada por la inteligencia artificial de las computadoras que debe ser descifrada tras el supuesto triunfo del viaje. Tal narrador pretende tomar distancia, como ese que va al archivo y se topa con una serie de libros o documentos que los organiza y decodifica, pero al mismo tiempo, tiene conciencia que él mismo es parte de esa historia que cuenta. La estrategia es lograr, mediante la mirada testimonial, y la del viajero que quiere comprender la memoria de la misión, la evaluación sobre lo que vendría a ser la comunidad humana, sus relacionamientos, sus determinaciones, sus problemas y sus aciertos. Se podría decir que la ciencia ficción de Andrés Ortiz Lemos es sociopolítica en tanto la nave espacial y los mundos posibles exteriores poblados funcionan como entornos de un gigantesco “laboratorio” donde se quisiera probar si es posible algún tipo de comunidad de cara a un futuro, incluso en el espacio exterior. En otras palabras, la novela Fata Morgana para su autor es el medio para realizar un examen de las condiciones de coexistencia, de comunicabilidad y de gobierno de un grupo humano.

El título de la novela es, desde ya, sugerente: Fata Morgana. Según el Diccionario de la Real Academia Española, “fatamorgana” o “fata morgana” es un “fenómeno de espejismo que la gente de mar atribuía al hada Morgana” y, como tal, también se le entiende como “ilusión –concepto o imagen sin verdadera realidad–”. El hado de la nave espacial que representa Ortiz Lemos en su obra está signado por el ilusionismo. Por un lado, la conquista espacial de planetas a años luz de la Tierra implica un espejismo; por otro lado, la unidad humana en un proyecto a largo plazo es siempre una “ilusión”; todo esto parece plantearnos Ortiz Lemos.

En efecto, “Fata morgana” –el nombre de la nave– es la representación de ese espejismo en el cual los viajeros se han instalado creyendo ver en él un horizonte que se puede lograr y, a través de él, una nueva tierra inmensa, cuando en realidad es algo inalcanzable o algo que no existe en el paisaje del universo. Y la paradoja, además, es que en la misma nave está una colectividad elegida, acordada, consensuada entre naciones –entre países–, al modo de una gran asamblea de idealistas que creen llevar la bandera de la humanidad a otro destino, pero que en el camino se deshace, se quiebra o se desintegra en sus lazos, hasta olvidar su misión. El cronista de Ortiz Lemos por ello se presenta irónico en su narración y con él vamos oyendo la misma voz del autor, el cual deconstruye algún discurso unitarista, libertario o comunitarista. Así, en el texto de la novela, si bien vamos leyendo peripecias, al mismo tiempo nos topamos con aserciones o puntos de vista del narrador –y, como tal, del autor–, como si fueran reflexiones incisivas que señala. Se trataría de un narrador crítico y autocrítico; mediante sus reflexiones, pronto se nos sustrae, se nos saca de la historia que cuenta, impidiéndonos, como lectores, identificarnos con el relato o con los personajes. Se podría decir que la ficción de Fata Morgana asemeja al informe de un viaje fallido y la representación de un modelo de sociedad humana del cual no podemos escapar pese a las declaraciones que se puedan hacer en el marco de algún proyecto político incluso con visos utopistas.

Bajo las consideraciones anteriores, la novela nos abre a un horizonte de pensamiento crítico que es interesante relievar. En este contexto, se puede afirmar que habría un problema en el seno de lo que se especula como comunidad: es el relacionado con el carácter o la voluntad de los individuos que la componen, cada uno con su identidad propia, con su “ser-en-sí-mismos” que impediría la posibilidad de “ser algo en común”. Es lo que Jean-Luc Nancy en La comunidad inoperante (Escuela de Filosofía, Universidad ARCIS, Santiago-Chile, 2000) discute.

Según Nancy, los miembros de una comunidad, aun cuando se asuman parte de ella y reclamen su “pertenencia”, lo harían siempre en función de sus propias creencias o de su propia “ideología”. Esto implica que, dentro de la comunidad, por dicha cualidad, por tal forma de actuar, aparecería lo diferencial, por el que el semejante sería visto como “otro”, a sabiendas que ese otro siempre será alguien ajeno, extraño, es decir, la misma complicación para el desarrollo de uno mismo. Esto llevaría inmediatamente a pensar en la dificultad del “ser en común” y peor aún de lograr una “identidad común” en términos de lo que consideramos la noción de comunidad. Y esto también llevaría a rebatir cualquier pretensión nacionalista ideal por el cual la comunidad nacería por algún común acuerdo o por la simple necesidad de tener algo en común. Ya el solo hecho de considerar al semejante como otro, para Nancy, es concebir la imposibilidad de la comunidad, precisamente porque esta estaría partiendo de su divergencia y diferenciación en su interior. Esto significa que en el corazón de la comunidad primaría la propia fisura porque, por más proclamaciones, por más constituciones, no se podría “fusionar los mí-mismos en un Mí-mismo o en un Nosotros-superior”. De este modo, al establecerse la “comunidad de los otros”, como “verdadera comunidad de los seres mortales”, su esencia estaría determinada por la escisión en la otredad, y como tal, la “imposible comunión”. Es por ello que Nancy concluye: “La comunidad ocupa luego este lugar singular, [ya que] asume la imposibilidad de un ser comunitario en cuanto sujeto. La comunidad asume e inscribe la imposibilidad de la comunidad”.

¿Pueden ayudarnos las anteriores ideas a reflexionar más los alcances de Fata Morgana? Desde ya partimos considerando que el argumento de la novela pone en evidencia el problema central de la comunidad durante un viaje por cientos de años a través del espacio exterior. Y ¿no es ese el problema de la convivencia en el hogar planetario nuestro, la Tierra? La historia de la humanidad es un sinfín de acuerdos y desacuerdos, pero, sobre todo, de echar en cara a todos los otros la diferenciación no solo racial, sino también cultural y social o política. La comunidad humana solo se puede explicar en función de la violencia y la guerra, en función de la criminalización del otro y la afirmación del propio yo como si este fuera el yo de la mayoría de las poblaciones. Es así como en el viaje en el “Fata morgana”, al poco tiempo de iniciarse la aventura notamos que empiezan las discusiones, las desconfianzas, los problemas de gobernabilidad. En otras palabras, no es posible tener unidad de criterios en el liderazgo de un destino porque, de pronto, surge el disidente o aquel que aspira por otros órdenes y otros sueños: Ortiz Lemos cuenta que, en el seno de la nave, antes de salir del sistema solar, ya hay quienes desean retornar; finalmente, algunos lo hacen y el que logra retornar tras muchos años a la Tierra se encumbra como un escritor, como un académico, aunque debe sufrir los procesos de segregación instituidos por el sistema sociopolítico imperante en la Tierra. Pero lo que sucede en la nave es peor, porque nadie se pone de acuerdo, nadie quiere comprometerse, porque cada cual lleva la razón a su propio terreno, hasta quedar “estupidizados” por un accidente de oxígeno en el interior de la embarcación.

Entonces, lo que genera la disputa y la estupidez humana hace que se crean a lo largo de los años religiones, mitos e historias paralelas. Es con estos ingredientes que en la nave se representa la misma comunidad imposible de la que habla Nancy, esa que no puede fusionar el “Nosotros-superior” porque en tanto se han perdido los propósitos éticos fundantes y prevalecen los “mí-mismos”, es un barco al infinito de otredades distanciadas por sus creencias y sus restos corporales. Por más que se quiera restablecer la idea de una humanidad común, Ortiz demuestra que cada cual tiene su lectura de la realidad, su “versionamiento” cuya incidencia es notable al crear nuevas fronteras o muros.

Por lo tanto, a la par de un problema de gobernabilidad, hay también un problema de comunicación: si no se puede lograr la comunicación, es decir, alguna común unión de ideas es porque la comunidad que se ha fragmentado más es porque en ella prevalece la apertura, según Nancy, es decir, una “esencia ausente”. Todos quisieran llenar tal esencia mediante declaraciones políticas, pero la apertura, la fractura es ya inminente. Tendría que haber un sistema exterior, una entidad extraña, distante la que obliga a la gente de la colectividad nuevamente a asumir su rol, aunque sea perentoriamente.

Es así que tras cientos de décadas que “Fata morgana” casi termina destrozada en su interior, una parte de sus tripulantes descubren un tramo, una especie de “caverna” dentro de la nave –no sin antes pasar entre “mierda, […] gotas de orina, lágrimas y pañales sucios”– en donde hay unas inscripciones de uno de los viejos técnicos –seguramente ya olvidado– que prefiguran como instrucciones para la posteridad, las que abren al posible desciframiento de los códigos de la computadora matriz. Sin embargo, en el inicio de las inscripciones leemos lo siguiente: “Si estáis leyendo estas palabras, tarea de imbéciles, es porque aún queda esperanza para vosotros. Siempre me disteis asco y siempre supe que ibais a terminar comportándoos como los simios que realmente sois. Os escribo en castellano, y uso el alfabeto latino, porque ya sé que un grupo de subnormales como vosotros rechazaría la verdad, si esta se parase justo en vuestras narices, por eso calculé que si pensabais que había algo de secreto en estas palabras las descifraríais y las pondrías por obra, como habéis hecho tantas veces en la deprimente historia del mundo”.

Tales palabras, ¿no son acaso el espejo de la conducta humana que es la historia de la humanidad? Este nuevo metanarrador si bien habla a los descubridores, a los hijos de los hijos –y así sucesivamente…– de quienes iniciaron el viaje y terminaron ensangrentándolo, para decirles que está próximo el fin de sus búsquedas, al mismo tiempo es el mensaje de una especie de interlocutor que inquiere al lector. La finalidad es, como queda dicho: demostrar que la comunidad humana es imposible porque si la hay, estaría compuesta por imbéciles que se comportan como bestias que no comprenden lo que es la verdad de toda empresa, de toda utopía, y porque lo que generan como conocimientos no son más que absurdos que llevan a que la humanidad sea lo que es, un mundo encerrado en sí mismo, ensimismado, sin la capacidad de comprender a esa otredad a la cual la rechaza.

Fata Morgana como se constata es una obra crítica y polémica. Esta se puede conectar con obras dentro del subtópico de la ciencia ficción de “naves generacionales” como: “El viaje que duró 600 años” (1940) de Don Wilcox, Orphans on the sky (1940) de Robert A. Heinlein y tambiénb Aniara (1969) de Harry Harrison. En Ecuador, Santiago Páez se aproximó a este tipo de novelas con Shamanes y Reyes (1999).

Sobre la segunda novela del libro de Ortiz Lemos, Tarmutz digamos que esta, de tono fantástico, trata sobre un ángel que ha preferido visitar la Tierra, sacrificando su halo de espíritu celestial, con la finalidad de conocer la presencia humana. El contacto que logrará en su visita es con un hombre, un profesor, un académico, que ha decidido quitarse la vida en fecha y hora determinada, el cual, hasta entonces, debe cerrar algunas tareas pendientes de su existencia. Este hombre se ha vuelto en un ser solitario que, de acuerdo al narrador, ha preferido refugiarse en las ciencias exactas. Su mentalidad racional le ha llevado a explorar mediante las matemáticas el orden o el caos del universo, aunque poco a poco se fue alejando de sus teorías hasta volverse en un desencantado de la vida. El encuentro con el ángel Tarmutz le va a posibilitar volverse a preguntar sobre ciertas ideas y nociones que había dejando pendientes, al mismo tiempo que se abre a la posibilidad de hallar respuestas sobre lo divino y la trascendencia.

La novela es una especie de reflexión sobre el conocimiento racional y el conocimiento trascendente, ese que enlaza con el universo y lo divino. Si el ángel en principio encara al personaje de la novela, Pedro, es para confrontarlo en sus pensamientos, y luego para entregarle pistas, mediante historias, de que el conocimiento trascendente se logra a través del dolor y la muerte. Como contrapunto a su proceso de recapacitación está también otro personaje, Hans, que lo enfrenta en su dimensión poética, acaso lúdica e investigativa. Con ello, Ortiz Lemos intenta hacer una metáfora de la existencia humana la cual no debe ser solo racional o solo emoción pura, sino el equilibrio cuyo sentido estaría basado en lograr precisamente esa experiencia transcendente que, en efecto, es lo que también se ha propuesto Tarmutz en su proceso de aprendizaje a lo largo de los siglos conviviendo entre humanos. De este modo, la idea de suicidio termina siendo banal, porque cuando Pedro está por cumplir su propósito, descubre que un hecho fortuito lo volverá a la realidad y, con ello, a un hecho transcendental, aunque este sea solo un hecho anodino más para la sociedad.

Tarmutz si bien tiene el basamento fantástico –ángel que dialoga con ser humano–, ciertos elementos lo hacen de ciencia ficción, sobre todo, en cuanto la novela pone en diálogo eso que mencionamos: el racionalismo si se quiere científico, que además podría justificar la decisión del suicidio, que viene a ser cuestionado por ese otro “racionalismo”, por esa voluntad de búsqueda de lo menos pensado, pero quizá lo más deseado: la razón misma de la vida.

Los cuentos que están también en el libro Fata Morgana quizá complementen a la última novela reseñada en su sentido fantástico. Como decíamos al inicio, en ellos hay mucho de la huella de Borges, sobre todo en la dimensión de lo metafísico. Con Ortiz Lemos descubrimos, de este modo, un autor que usa la literatura para reflexionar, para invitar al lector a que se pregunte sobre las cosas de la vida. (Iván Rodrigo Mendizábal)

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1 Comment

  1. Suena bastante interesante, como entusiasta de los géneros de la ciencia ficción y el terror, puedo asegurarles que este artículo ha despertado mi curiosidad por la obra. Y es que uno se cansa de leer a los de siempre, como Stephen King y Bradbury, la verdad es grato descubrir autores nuevos.

    ¿Saben si el libro se puede comprar por Amazon? ¡Saludos!

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