Agente Wrett (Gania Ediciones, 2016) es una novela ecuatoriana de Rubén Gallardo Buitrón en tono de thriller que mezcla la ciencia ficción y las aventuras. De esta novela me voy a ocupar en el presente artículo porque se trata de una novela juvenil, además escrita por un joven escritor –valga la redundancia–, quien incursiona en el terreno de las letras con un libro que desafía al campo literario por su ímpetu y su irrupción. Voy a tratar de explicarme a lo largo de este texto.
Agente Wrett tiene en su portada, a modo de subtítulo aclaratorio, la enunciación: “Basados en los archivos del área jerárquica de estudios y misiones”. ¿Qué es lo que tenemos entre manos? El título lo anuncia, una historia de espías y ladrones y, gracias al subtítulo, una organización secreta que opera en el mundo, al cual pertenece nuestro agente. En efecto, la historia es de Wrett y su hermano Joe que, un día cualquiera, en el presente, son introducidos a una fantástica trama donde ellos deben ayudar a rescatar una misteriosa bola de poder y equilibrio global que ha ido a parar a manos de una poderosa organización. El tener una sola bola y además apropiarse de otras tres – en total cuatro – implicaría tener el mando del mundo y, como tal, destruirlo, propósito que parece perseguir tal organización.
Wrett y Joe de hecho son niños, colegiales, quienes se meten a ser agentes secretos. Todo comienza en Quito, pero todo su periplo es por el mundo y el espacio exterior. La entrada a ese otro mundo del espionaje, previa su preparación en una especie de agencia especial, se realiza en un tiempo que es paralelo al tiempo real. De este modo, quizá un hallazgo en la novela es que Gallardo Buitrón trata de ejemplificar el mundo paralelo, un mundo alternativo donde está una organización que vela por la seguridad del planeta, invisible a los ojos de la humanidad, que un buen día se encuentra en apuros gracias al robo de la bola de poder. Se tratará, por lo tanto, de proteger a las otras bolas que están distribuidas en ciertos lugares de la Tierra a donde Wrett y el grupo de amigos que son reclutados para misión, deben ir y evitar que la entidad de malhechores terminen haciendo daño al planeta. La idea de un mundo alternativo o paralelo al real es sugerente en tanto demuestra un hecho que en la ciencia ficción se ha tratado: la existencia de planos de vida, coexistentes y determinantes. Un ejemplo contemporáneo de ello es el film Interestelar (Christopher Nolan, 2014). En los mundos paralelos el tiempo no es el mismo o se relativiza, de tal modo que el tiempo real parece ralentizarse y el otro, el de los agentes como Wrett se vuelve acelerado, al punto que narrativamente entramos, como lectores, a una lectura frenética de la historia.
Y ese entrar en esa historia paralela, mediante la lectura frenética es otro factor interesante en esta novela. Porque, como he indicado, estamos ante un thriller de espionaje. Nuestros personajes, para tal fin, se desplazan primero en un platillo volador que usa la energía de la Tierra donde el platillo se presenta como un imán. En la medida que se desplazan, se van adentrando en los pormenores que suponen los propósitos de la entidad maligna, manejada por un líder que intenta apoderarse del mundo. Y cuando tienen que ir hacia el espacio exterior para recoger evidencias, se desplazan en un cohete. Pero la idea del thriller, si bien es desestructurar al poder pérfido y, con ello salvar al mundo, es sobre todo mostrar cómo un grupo de niños, al mando del agente Pordócimo, se van adiestrando para ser parte de un grupo que tendrá siempre la misión de cuidar por el equilibrio del mundo actual como tal. En este sentido, la novela de Gallardo Buitrón puede inscribirse también como una novela de formación donde los protagonistas toman conciencia de su situación y van construyendo su carácter en función, esta vez, de enfrentar peligros. La forma de narrar en ese mundo paralelo acerca de dichos peligros, en efecto, hace que la trama de la novela se muestre rápida. Ello ayuda a que esta se leída de un tirón, dada la agilidad de su lenguaje con la que está escrita.
Agente Wrett, en este contexto, es una novela de fácil lectura y de estructura simple. Esto si bien es un mérito, también se constituye en un problema, por contradictorio que esto pueda parecer. Pues en realidad es una novela que se pretende compleja, al modo de las sagas de aventuras y ciencia ficción que hoy en día están de moda para jóvenes lectores: lo tiene todo, es decir, unos niños/adolescentes que son introducidos a un mundo en peligro, el aprendizaje de nuevas normas, el reconocimiento de un mal externo, la concientización de la fuerza propia y el enfrentamiento – una vez que se han preparado – con el mal exterior. He aquí los simples pasos de la ciencia ficción futurista para niños y adolescentes. El problema está en que con esta estructura la novela es demasiado esquemática. Esto redunda en la construcción psicológica de sus personajes o el paso entre episodios que de pronto se muestran como gratuitos. En cierto sentido – y esto puede ser una presunción – el autor quizá estuvo pensando más en la estructura de un cómic que propiamente una novela, aunque, sabemos, un cómic exige igualmente rigor en su narración.
De acuerdo a esto último, es evidente que la novela es un buen trazado de una obra que puede ser mayor. Incluso tiene saltos narrativos inexplicables o situaciones que no son declaradas. De hecho, me parece antojadiza y muy trillada la idea de salvar el mundo desde el momento que se debe enfrentar a la entidad de malhechores que se roba la bola de poder. Pero, ¿qué es esa bola de poder? ¿De dónde procede? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Cuál su relación con el destino de la humanidad? En otras, palabras, hay una serie de preguntas que se suscitan cuando uno lee Agente Wrett.
Con ello no quiero decir que la novela sea un despropósito para el campo literario. Sabemos que su autor se inicia con esta obra – es su ópera prima – y además es un joven colegial – esto por la lectura de la solapa del libro donde se presenta un perfil de Rubén Gallardo Buitrón – quien desde niño se interesó por la fantasía y la ciencia ficción. Producto de su atención por la literatura, por sus lecturas y por haber participado desde niño en talleres de escritura creativa, es esta novela que comento. Pero pronto se nos informa que el manga le abrió la curiosidad y Gallardo Buitrón empezó a esbozar algo. Agente Wrett, en este marco, es una especie de novela híbrida, no tanto porque sea novela gráfica, porque no lo es – aunque tenga unos cuantos dibujos realizados por Cristian Lita – sino porque usa la estética que inscribe la escritura de dicho género, aplicándola a la novela. Entonces, el autor nos desafía y, por lo mismo, es evidente que hay que reconocerle que nos ponga ante el campo de la hibridez, llevándonos más allá de las típicas novelas de adolescentes – esas que se hacen por fórmulas – esquematizadas para ser leídas dentro de los programas estudiantiles. De ser así, Gallardo Buitrón es una promesa.