A principios de este año, se inició una discusión que ha ido creciendo como un alud y que hizo reaparecer en el seno de la SFAW (asociación de escritores de ciencia ficción de Norteamérica) el tema del sexismo, tema que yo creía —en una muestra de notable ingenuidad, evidentemente— como propio del pasado.
(Aquí pueden leer el artículo de Tanya Tynjälä al respecto)
Eso me hizo pensar en un particular caso de doble identidad: Alice Sheldon / James Tiptree, Jr.
Nunca tan actual la temática de esta columna. ¿Qué mejor protagonista para el artículo de este mes?
Alice Sheldon creció en el seno de una familia intelectual; su padre era abogado y naturalista, y su madre una prolífica escritora de ficción y libros de viaje. Con su familia, Sheldon viajó por todo el mundo desde muy chica. Fue artista gráfica, pintora y crítica de arte. En 1942 se unió al ejército de los Estados Unidos y después trabajó para la CIA; más tarde regresó a la universidad y obtuvo una licenciatura en arte y un doctorado en psicología experimental; para su tesis de doctorado eligió como tema las reacciones de los animales a estímulos nuevos en ambientes disímiles.
En 1967 inició su carrera escribiendo ciencia ficción bajo seudónimo: eligió un nombre genérico como James y luego sacó el apellido Tiptree de un frasco de mermelada. ¿Por qué? ¿Una suerte de “George Sand”? ¿Juzgó tan necesario “vestirse” de hombre como lo había sido para la escritora francesa cien años antes? En una entrevista Sheldon dijo: “Un nombre masculino me parecía una buena manera de camuflarme. Sentía que un hombre pasaría más desapercibido. Había tenido demasiadas experiencias en mi vida en ser la primera mujer en una ocupación determinada”.
El seudónimo fue mantenido con éxito hasta 1976. Esto se debía en parte a que, si bien se sabía que Tiptree era un seudónimo, en general se entendía que era usado para proteger la reputación de un oficial de inteligencia. Lectores, editores y corresponsales eran libres de elegir a que género pertenecía, y en general, aunque no invariablemente, asumían “masculino”. Sin embargo, había cierta especulación, basada en los temas de sus historias, de que Tiptree podía ser una mujer.
En su extensa obra —compuesta sobre todo por relatos cortos— cultivó gran variedad de géneros y estilos, tomando tanto elementos de la ciencia ficción más dura, como de la social, y añadiendo elementos de experimentación usuales en la new wave. Si bien muchas de sus historias tenían claras reminiscencias del space opera o las historias pulp de los años 30 y 40, pero con un tono mucho más oscuro y a veces desesperado, los tópicos que más las caracterizaban eran el deseo sexual (sublimado muchas veces entre humanos y alienígenas) el libre albedrío y el determinismo biológico.
En 1969 ganó el Premio Hugo por su cuento “La muchacha que estaba conectada”; en 1971, el Nébula por “Amar es el Plan, el Plan es la muerte”; y en 1974, el Hugo y el Nébula por su relato “Houston, Houston, ¿me recibe?”
Sin embargo a partir de 1971 Alice sintió la necesidad de escribir con una voz femenina, para decir cosas que no era capaz de expresar como hombre, como Tiptree. Así que inventó otro seudónimo, Raccoona Sheldon, con el cual publicaría algunos relatos muy feministas: “Carne de probada moralidad”, “¡Vuestros rostros, hermanas mías! ¡Vuestros rostros llenos de luz!” o “El eslabón vulnerable”.
Por este último ganaría el Premio Nébula en 1976.
Quizás lo más interesante del caso está en que mientras Sheldon insistía desde sus obras en la naturaleza biológica, esencial, del género, al mismo tiempo parecía demostrar con sus actos que tal cosa era una cuestión de elección, un modo de pararse frente a la vida.
Cuando se debeló su identidad, algunos reconocidos escritores de ciencia ficción se vieron en una situación incómoda. Robert Silverberg había argumentado en el prólogo que escribió para Mundos cálidos y otros (“Warm worlds and otherwise”) que, en base a los cuentos seleccionados para el libro la teoría de que Tiptree fuese mujer era absurda. En la introducción a un cuento de Tiptree en la antología De nuevo, visiones peligrosas (“Again, dangerous visions”) que había compilado Harlan Ellison, éste opinó que “Kate Wilhelm es la mujer a vencer este año, pero Tiptree es el hombre”. El artículo de Silverberg, sin embargo, toma una posición y deja en claro que el género de Tiptree era objeto de debate.
“Tiptree” nunca hizo una aparición pública, pero si se comunicaba con algunos lectores y otros autores de ciencia ficción por correo. Cuando se le preguntaba por su vida personal proporcionaba datos verdaderos, exceptuando información relacionada con el género al que pertenecía. Muchos de los detalles que dio a conocer en sus cartas (sobre su carrera en las Fuerzas Armadas, su doctorado) aparecieron también en biografías oficiales.
En 1976, después de la muerte de Mary Bradley, “Tiptree” mencionó que su madre, que también se había dedicado a la escritura, había muerto en Chicago. Estos detalles llevaron a sus fans a encontrar el obituario, con referencias a Alice Sheldon. Pronto se supo todo lo demás.
Si bien después de 20 años de teorías enfrentadas, la revelación tuvo sus repercusiones, no causó un gran impacto en la opinión de la gente. Y la pregunta es, ¿por qué debía de haberlo causado? ¿debería haber caído en desgracia al saberse que era mujer? ¿es tan sorprendente que no haya tenido un efecto negativo?
En ese año, 1976, le fue otorgado el premio Nébula por El eslabón vulnerable, publicado bajo el seudónimo Racoona Sheldon. En Argentina, este cuento salió publicado en el nro.6 de la revista El Péndulo, y es un cuento tremendo que aborda el tema de la violencia de género desde una sólida perspectiva científica. Es estremecedor el modo en que está contado, la sensación de indefensión, la escalada de violencia y el temor ante la naturalización social de prácticas terribles.
Frente a una misoginia de tal magnitud, ciertas expresiones que parecen atrasar 50 años, opiniones y calificativos que no deberían merecer siquiera la dignificación de una respuesta, entran en el contexto de una realidad inquietante, y se resignifican.
¿A esta altura del siglo XXI hay que seguir soportando estas cosas? ¿Todavía tenemos que “probar” que tenemos derecho a los mismos espacios? ¿Espacios que las mujeres vienen construyendo junto a los hombres desde hace un siglo?
Entiendo que los escritores, del mismo modo que los abogados, los ingenieros o los panaderos, son fruto de la sociedad de la que provienen y no están exentos de sus taras, pero quisiera poder esperar algo mejor de los escritores de CF…
Pensé mucho en este tema a raíz de tu artículo, Tanya. La discriminación por género no es una situación que yo haya padecido en lo personal, nunca sentí que estuviera limitada o que se me cerraran puertas debido a ser mujer, por lo que nunca me detuve a meditar demasiado en ello. Sin embargo, es obvio que conductas que para mí son naturales o deberían serlo, están lejos de volverse norma. Me sorprende e inquieta comprobar el nivel de misoginia todavía imperante 🙁
Curiosamente yo tampoco he sentido esa discriminación, mas bien la he visto en el “mainstream” bastante, pero no en el género. Creo que en Lationamérica mas bien se abre las puertas a todos los que queremos escribir ciencia ficción, entonces la diferencia depende de los paises al parecer.
Por desgracia el mundillo de la cf muchas veces ve a la mujer más como una escritora que por obligación debe dedicarse al fantástico “A sus elfos y dragones”
Pero por suerte eso va cambiando ya
Como bien dices Laura, uno que creía que las cosas habían evolucionado y resulta que han cambiado poco.
Lo que he visto en la actualidad es que muchas escritoras firman con sus iniciales, para así pasar sin ser notadas, hasta que ua es tarde (es decir cuando ya son famosas) Un ejemplo es la autora de Harry Potter y la razón es porque se pensaba que nadie leería un libro con personaje principal masculino escrito por una mujer. Lo vuelvo a repetir, ha pasado el tiempo y seguimos buscando “trucos” para disimular el hecho de ser mujer.
Una excepción quizá es Finlandia, en donde más de la mitad de los escritores de cienca ficción son escritorAS, entonce ni modo. Pero claro, Finlandia es el tercer país en haber dado el voto a la mujer, algo debe influir en la sociedad.