La joven novelista ecuatoriana Ariana D. Aldaz López es autora de la novela Alas de arcángel (Casa de la Cultura Ecuatoriana núcleo Tungurahua, 2015). La obra llama la atención por ciertas razones: a) es una novela dirigida al público juvenil que recurre a un tipo de historia, la de una muchacha que debe conocer sus orígenes y enfrentar al mal; b) está escrita para ser leída de forma amena, utilizando la estructura convencional de una historia con los cánones literarios convencionales; c) es una novela que proviene de Ambato, ciudad ecuatoriana cuya tradición literaria es poco conocida, por lo menos en el campo de la ciencia ficción y la fantasía (aunque un remoto antecedente es cierta obra de Juan Montalvo).
El asunto de la novela Alas de arcángel tiene que ver con la salvación y el rapto de una niña, Zaira, en un planeta distante, Thesrave, y traída a convivir en la Tierra. En primera instancia, ella es insertada en la comunidad terráquea y adoptada por una familia con la que se desarrolla. Sin embargo, hay un vigilante que le va recordando su pasado; con este recurso, ella es trasladada o es retornada a su planeta de origen y, así enterarse su raigambre real. En segunda instancia, entonces, la cuestión es restablecer el equilibrio en Thesrave enfrentando al mal encarnado en su madre.
Al anterior argumento hay que añadir el hecho que es una historia de arcángeles. Este solo hecho hace que la cuestión de ciencia ficción (planeta exterior, mundo sociopolítico distinto, un régimen basado en el poder concentrado en un solo ser, túneles del tiempo, etc.) se desvanezca y abra paso a una novela más bien encasillada en la fantasía o la ciencia ficción fantástica, con predominancia en cuestiones de orden mítico (arcángeles), el mal como fundamento de vida y de gobierno (la representación de la reina Emel) y la misión de la niña-adolescente Zaira para restituir el orden cósmico originario.
Se puede decir que la novela tiene tres partes: a) la salida o escape de la niña hacia otro destino sin conocer aún su destino mítico; b) el camino de aprendizaje desde la ignorancia (la Tierra) al conocimiento real (su retorno a Thesrave); c) el enfrentamiento con su madre para restituir el orden cósmico. Visto así, la novela cumple con el paradigma de toda novela de formación (bildungsroman): se trata de que el personaje central vaya concienciando su naturaleza, su fortaleza, así como se dé cuenta de que pasa de un estado de adolescencia a una de madurez consciente, si se entiende que el primer estado es el de un crecimiento que puede estar traspasado por el dolor y la negación, al otro, un estado de completo control de facultades.
Zaira, para el efecto, tiene una espada que le caracteriza pero que desconoce su poder. En la Tierra ella experimenta los cambios y no comprende aún su posición en toda la trama; para el caso la Tierra sería un lugar donde se hace de semilla a potencia; pero es en Thesrave donde debe madurar para recuperar el poder de la espada que le habría heredado su padre, alguien quien habría conocido el mal. Con ello nos damos cuenta que los arcángeles no son solo seres divinos (si leemos su referencia en los textos religiosos de diversa procedencia), sino también seres autónomos que tendrían sus propias formas organizativas que no necesariamente se relacionan con lo divino.
De acuerdo a esto, Aldaz López desmitifica a los arcángeles asemejándolos a seres celestiales fantásticos (más humanizados en cierto modo) que luchan por la libertad la cual les ha sido prohibida. Desde ya Zaira debe bajar al inframundo del planeta donde la reina Emel ha reducido a los arcángeles que le han desafiado; tal bajada tiene además dos propósitos: el aprendizaje de las técnicas de lucha y seguir el rastro de su padre que ha duerme el sueño eterno por obra y gracia de la reina malvada. En toda esta parte, la autora hace gala de una serie de descripciones que recuerdan los relatos de soldados que deben aprender el oficio de la guerra hasta saber que hay una potencia interior que sirve para dominar las armas a disposición.
Sin embargo, el tema más interesante de la novela es, una vez que se la va leyendo, la relación entre la niña-adolescente y la madre, es decir, la relación madre-hija. La cuestión, en cierto modo, remite a los relatos tradicionales maravillosos donde la madre (o la madrastra) se deshace de la hija y esta trata de recuperar la relación, a costa de su constante rechazo. Mientras la madre “mata” al padre y se apodera de su espada, lo cual le permite erigirse en un poder supremo en el planeta Thesrave, con capacidad de dar la muerte a cualquier arcángel, la hija, desarraigada, sin referentes “paternos”, no lucha por restituir el afecto perdido, sino restablecer el poder de la espada en el trono real. En cierto sentido, es una forma de restituir el origen creador de lo materno y la maternidad en un reino de arcángeles cuya misión es cuidar el equilibrio de la vida de los otros seres; en otras palabras, sin necesariamente hacer una lectura psicoanalítica, Zaira restablece lo que se esperaría de la potencia de una mujer, su capacidad de regenerar la vida en lugar de aniquilarla (como Emel). En este sentido, Alas de arcángel, reafirmo, es una novela de formación, es decir, una novela que, dirigida a jóvenes, trata también de “enseñar” el camino de la potencia de la mujer como ser sexuado.
Teniendo en cuenta lo anterior, la novela tiene un registro fácil de leer, entretenida a veces, con frases o diálogos muchas veces estereotipados. La autora no renuncia a la estética de las sagas juveniles donde la necesidad de aprendizaje le lleva a hacer extensas descripciones de peleas y enfrentamientos y frases manidas que emergen en el momento de los conflictos. Aunque esto puede ser un poco cansón para un lector más serio, la historia por ello es desenvuelta, desenfadada que demuestra a una autora que ha ido puliendo con esmero su trabajo.
Finalmente, de Ariana D. Aldaz López sabemos que es su ópera prima; proviene de la ciudad de Ambato, una ciudad ecuatoriana de donde emergieron autores notables, en otros géneros literarios, como el citado Juan Montalvo, quien escribió en el siglo XIX, cuentos de tono fantástico, Juan León Mera o Luis A. Martínez. En el plano de la ciencia ficción fantástica sorprende Aldaz López. (IRM)