Trujillo Ángeles, Carlos. Hacia el abismo. Lima: Apogeo, 2023 (segunda edición). 115 pp.
Los mecanismos de la literatura de terror suelen ser inusitados. Ya he hablado de manera extensa de la obra del escritor peruano, radicado en Huancayo, Carlos Trujillo Ángeles, el cual maneja diferentes facetas en sus discursos de ficción y no ficción. Tuve la fortuna de releer las nuevas ediciones de su notable libro de relatos breves «El beso», que ya contiene algunos textos de corte siniestro o sobrenatural. Y, en especial, disfruté de la nueva edición aumentada de su libro «Bicentenario. Miscelánea cooltural», de artículos y comentarios de opinión donde aborda diversos temas, vitalistas (de su propia visión de la existencia, del arte, de la cultura clásica o pop); en especial rescato de este libro dos textos de análisis muy llamativos que nos demuestran el gusto por lo macabro de Carlos. Un artículo sobre el film «Guasón» y otro sobre Edgar Allan Poe. Como se puede ver, una tendencia (de entre varias) hacia lo oscuro. El autor se ha desempeñado muy bien en los caminos del terror en el Perú.
«Hacia el abismo» es un conjunto de cuatro relatos, tres de ellos largos y uno corto. El cuarteto es muy bueno, sobre todo porque cada texto tiene su personalidad, me explico: un texto posee un tono, el siguiente otro, y así. Son disímiles en cuanto a la ejecución, estilo y tramas. No se parecen, pero mantienen esa frescura de las grandes historias que se solían publicar, por ejemplo, en la mítica revista «Weird Tales». Yo tuve la oportunidad de hacer un prólogo para la primera edición de este volumen, allá, en 2020, y siempre he querido hablar un poco más del mismo, al menos de dos puntos relevantes. He aquí el espacio para realizar mis disquisiciones, de manera breve y clara, pues deseo aportar al análisis literario del terror, en general, y hablar sobre el mérito de este excelente conjunto en nuestras letras.
Primero hablaré del libro, una idea que se quedó en el aire por aquel entonces. Abre la obra con un cuento epónimo: «Hacia el abismo», sobre un asesino casi indestructible, que nos remite a los antihéroes de los cómics para adultos, de turbio pasado, el cual desea hacer un acto de redención salvando a una chiquilla de una mafia de trata de personas. Un relato con mucha onda pulp que comparte esa comparsa con el siguiente: «Campamento maldito», narrado de forma efectiva en primera y en tercera persona, intercalando ambas miradas. Va de un grupo de cuatro campistas, dos varones y dos damas: dos parejas, las cuales desean pasar una noche de fiesta y placer, pero son atacados por dos criminales de alto vuelo que se han fugado de prisión. No obstante, hay más peligros cercanos, que no distinguen entre el bien y el mal. Un hombre de esos lares, con un pensamiento salvaje, junto a su perro, un puma bestial y, para rematar, la presencia de un mítico ser de la cultura peruana, lo último inserta el relato en el terreno preternatural y desde ahí seguirá su ruta el cuaderno hasta el final de las páginas. Si el primero era un cuento de género negro, frenético y emocionante, este es aun más apasionante, pues se orienta hacia lo splatterpunk, eso sí, mantiene el corte de la literatura popular que hemos disfrutado de las plumas de otros autores internacionales y nacionales (lo popular funciona muy bien en el Perú). Estos dos textos conforman una suerte de grupo: aquellos donde está presente la figura del monstruo, humano o imposible.
Los otros dos textos se distancian un poco, no de calidad, siguen siendo muy buenos, es más, van a mejor, aunque ya no es el monstruo el que aparece aquí, sino fenómenos que no son admisibles en la realidad, pero sí en las supersticiones, el folclore, los miedos hacia lo desconocido, lo psicológico. No creo necesario definir estos términos, ya que asumo que se me entiende. Ambos relatos: «Retrato del niño llorando» y «Muerte al anochecer» no tienen a un monstruo tangible, sí elementos tenebrosos, además he notado que aquí se distorsiona la realidad. En el primero de este segundo grupo (mi favorito del volumen) se habla de la leyenda en la cual si se tiene un cuadro de un niño llorando en casa, habrá un desastre allí, en este caso un incendio. Texto muy literario, elegante, estilizado que me hace pensar en Ambrose Bierce, Horacio Quiroga, Clemente Palma, o el mismo Edgar Allan Poe, debido al soberbio manejo de la prosa. El segundo texto de este grupo, donde la realidad se trastoca, es una pesadilla de principio a fin, con un poema de cierre que nos brinda alguna respuesta o más dudas, y funciona como epílogo (al cuento y al libro). El protagonista recorre varios lugares en Lima, calles, prostíbulos, su casa, y se ve acosado por una presencia que no sabe si es real o verdadera, eso sí, resulta diabólica. Va en la línea de este extraordinario cuento de la escritora mexicana Sandra Becerril «Ellos vienen de noche». Se notan atisbos de la psiquis del personaje central, y también nos hace partícipes de esta penumbrosa desventura.
Para resumir, mis dos aportes son: que este libro se debe valorar por (y la verdad es que funciona la mar de bien) desde sus facetas pulp y artística, dos cuentos de una categoría, dos cuentos de la otra. Ambas tendencias se trabajan en nuestro país incluso de las manos de un mismo autor; me incluyo en esa lista. Esto no arruina el corpus, los cuatro textos se complementan a la perfección y nos brindan una obra que se goza del principio hasta el fin.
Lo segundo es que he observado (no sé si otros analistas literarios lo avizoraron antes, si no, miren, primicia) que hay dos tipos de relatos de miedo: 1) el monstruo 2) la pesadilla. En ambos se presentan elementos anómalos que quiebran la realidad, desde el inicio del cuento (o novela), al medio o en el desenlace. El segundo tipo no es muy complicado de entender: se suscita una situación donde un fenómeno (causado por un objeto maldito, en el caso del tercer cuento; la suma de amenazas abstractas, en el caso del cuarto) atribula. En cualquier variante se produce el pánico, la perturbación, la muerte (como epitafio a todo lo que se ha construido en el argumento). Por supuesto, esta postura mía es rebatible, pero yo la aplico desde hace algunos años para diferenciar mis textos de miedo y me sirve de modo excelente. Qué bueno que un gran libro como «Hacia el abismo» me haya servido para dar a conocer este panorama; en realidad se trata de dos visiones, aportes modestos. Hasta aquí mi disertación sobre el libro. Lean a Carlos Trujillo, una voz brillante en las lides del terror.
Sobre el autor
Carlos Trujillo Ángeles (Lima, 1990). Narrador y poeta. Estudió Administración de Empresas en la Universidad Continental de Huancayo y Escritura Creativa en el Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar (CELACP). Aficionado a la literatura romántica, fantástica, de misterio y terror. Ha publicado los libros “La entidad oculta” (Bisagra editores, 2013), el poemario “La vedada nostalgia” (Cuerdo ediciones, 2014), el libro de cuentos de terror “Susurros en la oscuridad” (Editorial Apogeo, 2018), libro considerado entre los mejores del año 2018 según la revista “Caretas”, el libro de cuentos románticos “El beso” (La rata esquizofrénica, 2020), el libro “Hacia el abismo” (Editorial Apogeo, 2020), el libro “Bicentenario, miscelánea cooltural” (Editorial Apogeo, 2021) y el libro “El caballero de Dios y otros cuentos” (Editorial Apogeo, 2022).
Muchas gracias por la reseña a mi libro “Hacia el abismo”, Carlos. Espero que les guste a todos. Saludos.