El acontecimiento
La noche del 12 de febrero de 1949, la ciudad de Quito-Ecuador se conmovió con la supuesta noticia de una invasión marciana, hecho que parecía haberse dado en una población cercana –hoy integrada a la ciudad–, Cotocollao. La noticia se suscitó mientras la aletargada población quiteña oía un programa de música popular en Radio Quito. A los pocos minutos que el programa había empezado con la presentación de unos cantantes de pasillos, el Dúo Benítez y Valencia, este se iba entrecortando en tanto un locutor anunciaba el avistamiento y la caída de una nave marciana. Al poco tiempo el locutor también moría en tanto supuestas autoridades llamaban radiofónicamente a la calma.
La descripción del suceso tiene visos fantásticos. El hecho es real, pero el evento radiofónico era una ficción que la población se tomó en serio al punto que antes de la media hora de empezado el programa, la población quiteña se tomaba despavorida las calles, mucha gente creía que era el fin del mundo, algunos quemaban sus pertenencias, otros botaban al río Machángara cosas y dinero, y otros iban a las puertas de las Iglesias para confesarse o casarse con sus amantes o parejas. Lo más trágico, sin embargo, fue que otra parte de la población quiteña reaccionó rápidamente a la transmisión radial y se dio cuenta que era una tomadura de pelo, al punto que grupos de personas se fueron donde estaban las instalaciones de la Radio Quito, en el centro de la ciudad, la misma sede del diario El Comercio, y la incendiaron. Hubo más de una decena de muertos y una gran cantidad de contusos y heridos.
El programa radial
El programa se llamó “La guerra de los mundos”; supuestamente se lo había anunciado en días previos, pero como suele suceder con la publicidad, que muchas veces se la pasa por alto, la población quiteña quizá la olvidó o probablemente no la tomó en cuenta. Tal programa se transmitió un sábado alrededor de las 9 de la noche. Los responsables fueron dos conocidos libretistas y actores de teatro, Leonardo Páez Maldonado y Eduardo Alcaraz –seudónimo de Alfredo Vergara Morales–, este último de nacionalidad chilena; el primero, quiteño, además director artístico de Radio Quito.
Este hecho ha sido ampliamente referenciado en los diarios de la época, así como ha suscitado una memoria en Ecuador que hasta el día de hoy sigue produciendo escritos. Particularmente contribuí con un granito de arena a todo el historial con tres artículos: “Lo fantástico de los marcianos en Quito”, publicado en la revista Rocinante #71 de 1ro. septiembre de 2014 y reproducido por Ciencia ficción en Ecuador el 10 de septiembre de 2014; así como, “El libreto (ficticio) de la invasión marciana a Quito”, publicado por la revista Cartón Piedra del diario El Telégrafo, el 16 de febrero de 2015, y reproducido por Ciencia ficción en Ecuador el 1ro. de marzo de 2015; sin olvidar, “Memoria ficticia de la invasión marciana”, publicada en Ciencia ficción en Ecuador, el 22 de marzo de 2015.
Y contribuí con una posible respuesta a una pregunta que me había hecho cuando supe del acontecimiento en la década de 1990 cuando fui a vivir a Ecuador: ¿Existía el libreto de la radionovela “La guerra de los mundos”, versión ecuatoriana, a sabiendas que fue incendiada la sede de Radio Quito y El Comercio, en la calle Chile?
El libreto ficticio
La mayoría de los periodistas y comunicadores conocidos, además de historiadores de medios, me afirmaban que el libreto se había quemado. Era tan cierto esto que, ante la inminente quema de la radio, los locutores y personal debía salir corriendo por donde sea para no ser presa de las llamas. Por lo menos, tratar de salvar el libreto sería impensable.
Asimismo, todo el mundo sabía que el libreto original era de Orson Welles. Este dato era mayor razón para no considerar de importancia el libreto de la versión quiteña. Cuando estudiaba Ciencias de la Comunicación allá en La Paz-Bolivia, en la Universidad Católica Boliviana San Pablo, allá por la década de 1980, en alguna materia académica habíamos conocido y comentado la transmisión, ya histórica, que hiciera Orson Welles, un talento en la radionovela y también el cine. Cuando presentó “The War of the Worlds” en 1938 –oigan la emisión radial “War Of The Worlds” Radio Broadcast 1938, Orson Welles en Soundcloud, además lean la interesante nota por Vanja Mutabdzija Jaksic en CBC: “How Orson Welles’ 1930s War of the Worlds radio adaptation went viral”–, su creativa adaptación, en realidad, una versión novedosa de la trama de la novela de H.G. Wells, War of the Worlds (1897), suscitó casi un apocalipsis en Estados Unidos. Es decir, usando la estrategia de cortar consecutivamente un concierto radial, un locutor anunciaba el avistamiento y luego la llegada de los marcianos, y el comienzo de una matanza. Alguna gente se creyó la invasión y otra no sabía qué hacer. En otras palabras, el realismo de la transmisión ocasionó una cierta histeria colectiva, un pánico en un grueso de la población de varias ciudades norteamericanas, misma que fue analizada por Hadley Cantril en su estudio The Invasion from Mars, a Study in the Psychology of Panic (1940). Tal emisión, se conoce, hizo correr a alguna gente, pero se dice que no hubo muertos: Welles pudo demostrar el efecto social de los medios, apelando al entretenimiento y la ficción.
De ese suceso a la emisión radial ecuatoriana hay un lapso de 10 años. Y desde su acaecimiento hasta cuando tenía en mente la pregunta anteriormente indicada hay décadas. Hoy en día lo que ocurrió en Ecuador se cuenta como anécdota radial, pese a los problemas suscitados. Y uno termina casi relegando lo que podría conducir a alguna investigación comunicacional. De hecho, por otro lado, a Leonardo Páez Maldonado ya casi se le había olvidado, salvo por los pasillos, pasacalles y otros temas que había escrito y dejado al gran legado musical ecuatoriano, entre ellos, “La Tuna Quiteña”, quizá el más popular en las festividades de la ciudad. Nadie se había percatado que este poeta, músico y libretista de “La guerra de los mundos” había escrito una novelita en Mérida, Venezuela, lugar donde fue a vivir tras su autoexilio en 1951: Los que siembran el viento (1982).
La novela Los que siembran el viento
Es así como en una de esas andanzas por librerías de viejo o librerías de libros usados en Quito me topé con esta novela, con su tapa blanca, un abstracto sujeto que tiene un paraguas azul-rojo y los esbozos de la torre de una iglesia a un lado, y al otro, unas casitas típicas y populares de calles aledañas al centro histórico de la ciudad; tal diseño, curiosamente era del mismo Páez Maldonado. Mis andanzas y el hallazgo del libro fueron a finales del año 2012. Al abrirlo noté que tenía además una dedicatoria a alguien para mí desconocido y la firma original de Páez datada en 1983. El librero tenía al volumen entre otros libros en el anaquel e incluso desconocía al autor como tal. Y la sorpresa fue mayor, cuando empecé a hojearla, pues noté que en la novela estaba la transcripción entrecomillas, de fragmentos del libreto. Sí, Los que siembran el viento se trataba de una novela-memoria que además recogía lo que Páez Maldonado recordaba del libreto por él y Alcázar reescrito.
Los que siembran el viento es una novela olvidada realista y personal. Cuando escribí el primer artículo en 2014 mencionando al libro, en ocasión de la presentación de unos cuentos de una autora ecuatoriana, Gabriela Alemán, que aludían a los hechos y los protagonistas del acontecimiento de 1949, encontré la ocasión de hablar del libro y del guion y publicar algo distinto. Un escritor, Iván Égüez, director de Rocinante, había escrito una novela en 1975, La Linares, donde imaginaba la transmisión de “La guerra de los mundos” en Radio Quito y presentaba su versión. Le propuse el artículo “Lo fantástico de los marcianos en Quito”, lo comentamos animadamente y pronto lo publicó en su revista. En este primer artículo reuní las intenciones literarias de hablar sobre la emisión radial de Páez Maldonado y Alcázar en la literatura ecuatoriana, considerando a Alemán y Égüez. Pero en ocasión de recordar la emisión radial allá en febrero de 2015, amplié el artículo para la revista Cartón Piedra de El Telégrafo, donde reproduje partes de la novela relativas al libreto de Páez Maldonado. La idea era hacer conocer a los lectores, sobre todo ecuatorianos, la existencia del libreto, acaso reescrito y recordado por el autor principal de la radionovela quiteña. Solo como anécdota debo decir que tales artículos motivaron algunas inquietudes de amigos escritores y académicos e incluso su parafraseo –en ciertos casos sin citarlos– en otros artículos, incluso algunos de ellos que circulan en internet. Lo importante es que, en parte, la casualidad del hallazgo de la novela de Páez Maldonado, Los que siembran el viento, publicada en Caracas por la Editorial Arte, llevó a que se amplíe más el interés por seguir haciendo más historia de “La guerra de los mundos” dada la versión ecuatoriana.
Pasando la anécdota, diré que Los que siembran el viento tiene el tono autobiográfico, aunque el narrador se pretenda omnisciente. Comienza cuando el protagonista es aún un creativo, un escritor de poemas y de canciones. Páez Maldonado comenzó, en efecto, su vida artística como actor de teatro, como poeta y músico popular. Pronto el autor nos dice que es parte de una radioemisora y, a continuación, narra con detalle el mismo acontecimiento de la emisión radial y los posteriores hechos, entre ellos: el escape entre los techos de los edificios, el desconcierto ciudadano, el intento de ocultarse de la gente que quería saldar cuentas con los autores, la judicialización del suceso hasta la salida de Páez Maldonado del país.
Acerca del libreto que usaron Páez Maldonado y Alcaraz digamos que este retomó el escrito por Orson Welles. Alcaraz lo había conseguido en Chile y traído a Ecuador ofreciendo su puesta en escena a los propietarios de Radio Quito y El Comercio. En la novela leemos esto, cuando Páez Maldonado se entrega a las autoridades para ser juzgado por los hechos suscitados, creyéndosele causante, criminalizándolo:
“Bien aprendida la lección, el acusado pide se le permita el uso de la palabra. El magistrado, poniendo las cejas en estilo mudéjar, accede gustoso a lo solicitado. La petición consiste en que se lea el contrato que, para la transmisión fatídica, se firmó entre uno de los propietarios de El Comercio y un señor Alcaraz para que este, entre otras tareas, proporcionara el libreto de la adaptación que para radioteatro, habría realizado un chileno de nombre Centeno, hace buen tiempo, de la novela de ficción La guerra de los mundos; libreto copiado, retecopiado y multigrafiado, y que debió andar en muchas manos hasta llegar a Quito. «Y ahí se verá, señor juez, que yo procedí como proceden los militares: cumplir órdenes superiores»”.
En síntesis, la versión que se transmitió en Ecuador tiene mucho más que el libreto de Welles: alguien lo tradujo y tal traducción circuló por Latinoamérica hasta llegar a Chile y de ahí a Ecuador. Alcaraz o Vergara Morales lo presentó a los directivos del medio de comunicación y estos, según lo que conocemos por Páez, es “impuesto” para ser producido y transmitido. Entonces, los dos libretistas se meten en el juego para ganar audiencias para la radio y rehacen el libreto original de Welles y tal es su trabajo que provoca el ya indicado pánico colectivo. Edgar Freire Rubio en su libro Quito: tradiciones, testimonio y nostalgia, tomo V (Libresa, 2004) incluso señala que Páez Maldonado ya tenía en su haber otra radionovela o radioteatralización “de escándalo”: “El terremoto de Ibarra”. Esta obra fue transmitida en Radio Colonial en 1944 según Jorge Ribadeneira en El Comercio: 100 años de historia y testimonios (El Comercio, 2006), recordando a Páez Maldonado calificándolo, además –cariñosamente, se supone– de “loco Páez”. Independientemente de todo, cabe afirmar que la versión ecuatoriana de “La guerra de los mundos” es una interesante ocasión para pensar cómo las ficciones, cómo las radionovelas tuvieron y siguen teniendo impacto social.
Y provocan porque de fondo está el invasor. Recuérdese que Ecuador había vivido una guerra en 1941, tras la invasión territorial en la parte amazónica por parte de Perú. Tal guerra provocó la pérdida de territorio, hecho que seguía operando como una sombra en el imaginario ecuatoriano hasta cuando se transmitió “La guerra de los mundos”. Invasión peruana o invasión extraterrestre, más aún cuando en Europa también se había librado la Segunda Guerra Mundial y esta en su finalización tuvo el lanzamiento de dos bombas atómicas que pesaron silenciosamente en la mente y el alma de la humanidad, igualmente son los elementos contextuales que no se deben descontar. Imaginen ustedes, en este marco, al locutor que irrumpe el concierto radiofónico –que era parte, por demás está reafirmarlo, del programa– del dúo Benítez y Valencia: “¡¡Nos invaden los marcianos, nos invaden!!… ¡¡Los marcianos, los marcianos, cianos, cianos, nos, nos, nos!!”
Páez Maldonado además añade en su novela, a continuación de lo anterior, las voces de los oyentes, entre otras: “—¿Nos invaden los qué?” “—¿Cómo?” “—¿Qué ha dicho el animal?” […] “—¡Santo Fuerte, Santo Inmortal, líbranos de…!” “—No hagan caso, no hagan caso!… ¡Esos tipos de la radio quieren meternos el dedo, eso es todo!” “—¡Carmela, dame la pistola!” “—Padre nuestro, Padre nuestro, Padre nuestro!… ¡No puedo rezar!” “—¡Corramos!” “—A la mierda, sálvese quien pueda!” Y así, infinidad de voces en medio del tronar de las ondas radiales.
Los hechos posteriores
La invasión marciana provocó el pánico y la ira popular. Por un lado, muertos y heridos, y por el otro, la quema de un edificio. A Páez Maldonado, pese a haber respondido a las demandas, presentándose a las autoridades policiales y judiciales –mientras Alcaraz o Vergara Morales había escapado hasta refugiarse en México donde, vale la pena decirlo, se labró una exitosa carrera en el cine–, y ser sobreseído al no encontrársele culpabilidad alguna, estuvo trabajando no sin sufrir el escarnio de los círculos radiales e intelectuales. Pese a ello se lanzó a presentar en un concurso de teatro una obra nueva, original, La bruma en el espejo –publicada luego en volumen doble: La bruma en el espejo / Lluvia de verano (Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1957)–. La casualidad o el destino hizo que ganase el Primer Premio Nacional de Teatro en 1955. El premio era de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Este premio fue un revés para quienes lo desestimaron y fue quizá un motivo de orgullo que le permitió saber que su obra o su trabajo no era para en vano. Antes, en 1951, de acuerdo con la novela, decepcionado se iba a Venezuela: “Sin volver la cabeza para nada, confundido en el tronar del avión, el hombre se larga de una vez”. La invasión marciana tuvo también un efecto en él.
Música con tono marciano
Una nota adicional como contribución a estudios futuros y, espero, a referenciaciones nuevas que provoque este artículo. La invasión marciana también ocupó la música popular ecuatoriana inmediatamente, acaso como un designio del marco en el que se produjo ficticiamente: un programa radial que aparentemente era un concierto en vivo y directo de pasillos, el cual se interrumpía con noticias sobre la invasión de seres de Marte. Un investigador ecuatoriano, Fidel Pablo Guerrero, en un artículo para su blog Memoria musical del Ecuador, “La Luna y los lunáticos: musicología disparatada” del 26 de febrero de 2011, da cuenta que luego del susto ciudadano provocado por “La guerra de los mundos”, Carlos E. Murrieta escribió un pasillo, un tema musical ecuatoriano, a propósito del acontecimiento. El título de la pieza se llama “El marciano” (1949) y que aparece registrado en la revista de Guayaquil, El mosquito, N° 3, tomo 26, en la pág. 9. La letra del pasillo “El marciano” dice así:
“Los marcianos
Pasillo
Letra y música: Carlos E. Murrieta
¡Llegaron los marcianos!
Mi linda no te aterres:
Son seres naturales
Sensibles al amor;
Son seres esforzados,
De voces melodiosas,
Que “armados de guitarras”
¡Hoy cantan para ti!
Auténticos marcianos
Al objetivo vamos
Sonrientes a la muerte,
Sonrientes al querer…
Nuestra actitud no es bélica,
No puede nunca ser;
Por unos ojos bellos,
¡Glorioso es el morir!
Llegaron los marcianos
Que pánico no cunda:
Somos embajadores
De una misión galante:
Cantar este pasillo
A la atrayente MARCIA,
Y retornar a Marte
Vivando el Ecuador.”
Como se ve es una canción jocosa, que juega a un diálogo entre una pareja, la una que teme a los invasores y el otro que intenta calmarle el pavor. Trata de demostrarle que son seres de amor, embajadores, que quieren una relación con Ecuador. ¿No es acaso también una metáfora de una nueva relación amorosa interplanetaria o una relación amorosa entre identidades distintas?
Y probablemente se conecte a este hallazgo otra pieza de 1950, un pasacalle, un tipo de danza ecuatoriana, titulado “El platillo volador” de César Baquero que también Guerrero lo reproduce en su artículo en mención. Tal pieza dice así:
“El platillo volador
Pasacalle
César Baquero, música y texto
Cuando negra nos casemos
Yo te llevo al cielo azul
En la nave más moderna
Que hasta aquí se conoció.
No se asombre mi morena
Ni me crea un hablador
Es la nave más moderna:
El platillo volador.
Por el Marte y por el Venus
Por la Luna pasaremos
Protegidos amor mío
Para nunca fracasar.
Nuestro amor como será
En el inmenso azul del cielo.
De la tierra lo verán
Como un lucerito más”.
¿Qué pasaría si luego de la invasión marciana, el ecuatoriano que es un ser amistoso o amante, una vez que ha aceptado a los nuevos embajadores, termina viajando como ellos al espacio exterior en sus platillos voladores? Baquero lo imagina en su tema musical.
Conclusión
Concluyo señalando que, a la luz de las canciones anteriores, la invasión marciana toma otro giro. Quizá Páez Maldonado no lo pensó así ya que su novela refleja su asombro y su desazón sobre cómo el público quiteño recibió su trabajo. Con todo, Los que siembran el viento es quizá el testimonio más cercano y valedero de un hecho que dejó una huella en la memoria popular, además de la historia de los medios de comunicación de Ecuador. Sin duda, a la par, el acontecimiento es importante para la historia de la ciencia ficción ecuatoriana. (Iván Rodrigo Mendizábal)