Blogger Invitado: José Güich Rodríguez. Los Meandros Fantásticos De José Durand, Parte 2

(Part 1)

(Este trabajo es parte de una investigación sobre la narrativa fantástica peruana que la Universidad de Lima publicará el próximo año y que el autor ha realizado junto a Carlos López Degregori y Alejandro Susti.)

2.1 La dualidad en “Señor abrigo”
La dualidad o el tema del doble es uno de los lugares más frecuentados por los escritores de la Generación del Cincuenta (Cfr. HONORES 2010: 166). Su presencia resulta permanente en toda la literatura fantástica del siglo XIX, durante la eclosión romántica impulsada por Hoffman y luego desarrollada con renovados alcances gracias a Poe. Víctor Bravo (1987) sitúa a la alteridad en diálogo con corrientes del pensamiento forjadas después de 1850:

Como lo ha evidenciado el psicoanálisis, la manifestación del doble se encuentra en el centro mismo de la constitución del yo. El doble, como expresión de lo siniestro, aparece como interno y externo al sujeto y como una forma de destrucción del yo (…) La reflexión psicoanalítica sitúa la expresión del doble como una de las problematizaciones del yo. El romanticismo, que en un sentido general podría concebirse como una “estética del yo”, desarrolla justamente, en tanto que una de sus preocupaciones esenciales, la puesta en escena narrativa del doble (100-101)

DesvariantCon el ascenso de la Modernidad, la narrativa fantástica desplazó esa “estética del yo” mencionada por Bravo, a una expresión compleja y problemática de la crisis del sujeto moderno, a la deriva en un mundo urbano y víctima de la despersonalización, para convertirse apenas en un rostro en medio de la creciente masificación generada por la Revolución Industrial. Esta problematización del yo “desdoblado” o “disociado” en individuos distintos pero que nacen de una misma naturaleza, ya es parte de las preocupaciones de Maupassant, Stevenson y Poe en torno de un tema que no solo se estructura sobre las transformaciones sociales y políticas de una Europa en la que nació el concepto de “lo moderno”, sino además en miedos atávicos respecto de lo que anida en cada ser humano, oculto o en un estado patente que aflora en cuanto ciertas circunstancias se conjugan.
En Desvariante, el tema del doble es recreado desde una óptica afín a la de referentes clásicos del género. En ese sentido, el cuento “La ventaja” es una reelaboración más o menos explícita de “La nariz”, del escritor ruso Nicolai Gogol. En el relato de Durand, la nariz asume una vida distinta de la de su dueño, hasta casi independizarse en el tiempo y propiciar la destrucción de la personalidad, hecho al que ya hemos aludido en párrafos anteriores. En el protagonista habitarán dos seres que tienden a la separación absoluta, pero que al mismo tiempo son una totalidad de piezas que no pueden concebirse como distintas. En dicha ambigüedad, como ocurre en los cuentos fantásticos propiamente dichos, nace el sentido de la transgresión que descentra al individuo y lo enfrenta con desviaciones monstruosas de aquello que en apariencia se concibe como “las leyes inalterables de la realidad”. Tanto en este cuento como en otros del mismo Durand y de compañeros de generación, como Ribeyro, se reafirman las posibilidades de la “alteridad” tanto en su figuración estética, plasmada en el protagonismo del lenguaje ficcionalizador -tan afín al romanticismo y luego al espíritu moderno-, como al fuerte componente simbolizador de un ser humano inmerso en la incertidumbre de su yo indefenso ante el “otro” que lo acosa invisiblemente, o que resulta inaccesible. Buen ejemplo de ese tipo de narración es “Doblaje”, de JRR.
Otro texto de Durand en esa línea es “Señor Abrigo”, una interesante variación del tema del doble que trabaja ya no una parte del cuerpo como origen de la fragmentación, sino la vestimenta, entendida como un apéndice del individuo que deviene un ser autónomo, con el que cohabita y genera la situación fantástica propiamente dicha..
La historia se inicia con la aparición de don Felipe, cuyo inmundo abrigo es una simple seña de identidad, para más tarde distinguirse del portador (o hacerse “visible”). Esto permite referirnos a dos tiempos distintos: uno, cuando solo existen (en el inicio del relato), a la vista del mundo, don Felipe y su vestidura mugrienta, que contrasta con el carácter apacible y educado del personaje. En el otro, luego de la “epifanía”, Felipe y “Señor Abrigo” (obsérvese el uso del tratamiento de respeto y la mayúscula), se transforman en dos seres diferenciados que también constituyen una totalidad. Es así como “los otros” ven al personaje, sin un cuestionamiento muy explícito de la desviación que el texto propone. Es esta mirada del entorno social quien construye a “Señor Abrigo”; es, al principio, una actitud de incertidumbre ante el hecho de “visualizar” a un ser en esa prenda; luego, esa especie de malestar se transforma en aceptación del fenómeno y en una coexistencia con el suceso perturbador:

Las gentes fueron reconociendo al personaje y lo llamaron “Señor Abrigo”· Tanta mugre lo recubría que hubieron de admitirlo como un ser humano. A don Felipe lo suponían -cada vez menos- su dueño. Luego cayeron en la cuenta de que entre ambos existía cierta indefinible relación. En un principio hubo desconcierto, aunque nunca alarma. Esa doble presencia despertaba extrañeza, pero el comportamiento era pacífico. (DURAND 1987: 57)

Son los propios actores sociales quienes entablan una suerte de lucha interna ante la transgresión que supone la instalación del Man's_silk_and_wool_twill_frock_coat_c._1820“Señor Abrigo” en el seno del conjunto. Sobre la base de apariencias, valoraciones y lugares comunes, la dualidad aparece como una solución elaborada por los “otros” en sus ansias de atribuirle un sentido al desconcierto que don Felipe les provoca: ser dotado de rasgos positivos, como la amabilidad, y su prenda, sometida al descuido y al abandono completo, del que nace la “elaboración” colectiva: ese abrigo es alguien distinto de don Felipe, oculto por la casi prodigiosa capa de suciedad, capaz de ocultar al “doble” del protagonista, que se manifiesta en el acto de la percepción por parte del grupo. En un registro casi documental, la voz narrativa en tercera persona devela este proceso de individualización del acontecimiento, gracias a la rivalidad de dos mujeres jóvenes, Mercedes y Leticia, quienes al contactar, por diversas razones, a don Felipe (hombre culto y políglota), quedan fascinadas por su alter ego, la prenda recubierta de suciedad que no genera asco, sino todo lo contrario. Entre los dos personajes femeninos se inicia una rivalidad secreta en torno del “Señor Abrigo”, incrementada cuando se produce un giro en la historia, es decir, la enfermedad paradójica que afecta solo a la prenda con vida propia y a no su dueño:

(…)Hasta se tomaron radiografías. Resultaron inservibles, pues la consistencia de la mugre velaba placas: no por el espesor, sino por lo estratificada. Así había crecido y a nadie se le hubiera ocurrido investigar el punto. Lo prohibían los derechos ciudadanos de don Felipe, con Señor Abrigo implícito. En esto sí había diferencias: solo existía una persona jurídica y el otro permanecía fuera del registro legal. No pagaba impuestos. Cierto que hubiera sido injusto exigírselos, dada su naturaleza. Señor Abrigo era el desinterés mismo. De acuerdo al sentir general había hecho voto de pobreza y aquella mugre no parecía hija del vicio, sino hermana del olor de santidad. Había trascendido toda noción de cochambre. (DURAND 1987: 59-60)

El “Señor Abrigo” es susceptible de enfermedades, como cualquier ser humano; la tecnología es incapaz de penetrar las diversas capas de su “naturaleza”, pues insistir en ese punto implicaría vulnerar las garantías legales que benefician a don Felipe, pero que no son extendidas a su doble, al que la sociedad le niega un estatus similar, basado en los derechos de la persona. La voz en tercera persona, ahora en una modalidad más cercana a la digresión, realiza observaciones paradójicas y eufemísticas. El “Señor Abrigo”, afectado por los males físicos, no goza del mismo estatus que su dueño, quien es colocado en un nivel secundario. Su presencia insólita, como paradigma de lo sucio en su máxima expresión, parece colocarlo “más allá del bien y del mal”, pues el imaginario social disfraza su “mugre desestabilizadora” con una cuota de veneración propia de los seres a quienes se les adjudica la condición de santos. En realidad, se trata de una “marginalización” del ser fantástico que quiebra las expectativas de racionalidad, lo que revela que el texto es una velada y crítica alusión a la capacidad humana de encubrir, con discursos edulcorantes y fórmulas retóricas, todo aquello que no ocupe, dentro de marco de expectativas, un lugar preciso.
El cierre del texto se concentra en la enfermedad que esta vez aquejará a don Felipe y que acarreará su muerte, pero no la del “Señor Abrigo”:

Pasada medianoche, quienes de cerca velaban a don Felipe creyeron advertir que Señor Abrigo verdeció tenuemente. Nadie dijo palabra. Ya al amanecer casi era musgo. Su fuerza muda gravitaba otra vez sobre los presentes. Había sobrevivido a don Felipe (DURAND 1987: 71)

La prenda, cuya existencia independiente no escindible del portador es ciertamente perturbadora, provoca una vacilación en los asistentes al velorio, pues induce a una serie de dudas acerca de cómo proceder, ya que no es solo una vestimenta, sino un ser simbiótico cuya influencia en el entorno, especialmente en Leticia y Mercedes, hechizadas afectivamente por el personaje, parece acrecentarse a medida que el ser jurídico (don Felipe) es concebido como un difunto. La actitud final de Mercedes (alzar las manos para separar al “Señor Abrigo” de su dueño) revela que ella es la única en otorgarle el pleno reconocimiento y amor incondicional a la “anomalía”, mientras que “los otros” exteriorizan el sentir verdadero: temor y urgencia de acabar con ella, impidiendo que la muchacha lo extraiga del féretro y apurando el sepelio.

Bibliografía:
BRAVO, Víctor: Los poderes de la ficción. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.1987.
DURAND, José: Desvariante. México D.F.: Fondo de Cultura Económica. Tierra Firme. 1987.
HONORES, Elton: Mundos imposibles. Lo fantástico en la narrativa peruana. Lima: Cuerpo de la metáfora Editores. 2010.

Sobre los autores:
GuichBarrioChinoJosé Güich Rodríguez (Lima, 1963) estudió Literatura en la Pontifica Universidad Católica del Perú (PUCP), donde se graduó en 1990 con una tesis sobre Juan Rulfo y obtuvo la licenciatura ese mismo año. Entre 1992 y 1995 residió en Argentina, gracias a una beca de perfeccionamiento otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de ese país. Su investigación se centró en la obra del novelista mexicano Fernando del Paso. Se ha desempeñado como periodista y crítico en diversos medios de su ciudad natal, como el diario La República y el semanario Caretas. Es autor de los libros de relatos Año sabático (Lima, San Marcos, 2000) y El mascarón de proa (Lima, Mesa Redonda, 2006). Relatos suyos figuran en las antologías Estática doméstica. Tres generaciones de cuentistas peruanos (México, UNAM, 2005) y El cuento peruano 1990-2000 (Lima, Ediciones Copé, 2001). Ha publicado cuentos en las revistas Lienzo, Umbral, Mesa Redonda, Ajos & Zafiros, Los Noveles y Velero 25, entre otras. Escribe la columna “Desencantos” para la revista virtual de literatura El Hablador. Ejerce actualmente la docencia en las universidades del Pacífico –donde conduce, además, desde 2001, el Taller de Narrativa– y en la de Lima. Codirige la revista cultural Pié de Página. Contacto: jmpg@ec-red.com

José Durand Flórez (Lima, 1925 – † Lima, 1990) Poeta, narrador y relevante investigador y filólogo, Durand hizo estudios en el DURANDFLORESInstituto Filológico de Buenos Aires y en El Colegio de México. Doctorado en Letras en la Universidad de San Marcos, dedicó importantes investigaciones a la Literatura Española e Hispanoamericana modernas, así como a la Literatura Colonial y, dentro de ésta, al escritor peruano El Inca Garcilaso de la Vega. En 1950 el Fondo de Cultura Económica publicó Ocaso de sirenas, manatíes del siglo XVI, una antología de textos históricos y literarios en la que se entreveran la fantasía y la erudición histórica. El libro –considerado ya un clásico- sería reeditado en 1983 también por el Fondo con el título Ocaso de sirenas, esplendor de manatíes. En 1960 aparece Gatos bajo la luna y en 1987 el volumen Desvariantes. Sus contribuciones al ámbito de la filología, la investigación literaria y sobre otras artes como es la música criolla y afroperuana del Perú, son múltiples. A éstas se agrega el legado de su biblioteca personal adquirida por la Universidad de Notre Dame la cual, amén de ser una reconstrucción del tipo de biblioteca formada por El Inca Garcilaso, incluye una valiosa selección de libros sobre la historia de Hispanoamérica, cuatro incunables y docenas de códices y manuscritos originales y raros.
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