M.C.Carper para Amazing Stories Magazine: Hola ¿Quién eres? Preséntate con tus palabras, por favor.
Ab—Carlos Morales: De acuerdo. Mi nombre es Carlos Morales, pero tal vez soy más conocido como abur_chocolat, o el Aburcho a secas. Soy un tipo común, aunque bastante raro (según dicen). Hay gente que me quiere mucho y otra gente no puede ni oír hablar de mí, pero esas son cosas de la vida. Probablemente sucede porque soy un tipo directo y franco, y no me gustan las injusticias. Eso te crea amores y odios.
ASM: Já, já Como Zuckerberg. ¿Y de dónde sale eso de abur_chocolat?
Ab: Fue hace mucho. Quería tener una cuenta en Yahoo para participar en los grupos y, como mi nombre es bastante común, las combinaciones típicas (camorales, moralesc, carmoral, etc.) ya estaban tomadas. El robot de Yahoo me rebotaba todo el tiempo y me ofrecía números, pero me parecía aberrante usarlos; supongo que eso es culpa de haber leído historias en las que se despersonalizaba a la gente. De modo que me planteé algún nick que no tuviera asidero directo con mi nombre. Y fue abur_chocolat porque para esas épocas estaba algo panzón y uno de mis recursos para bajar de peso fue dejar de lado el chocolate. Así, el propio nick funcionaría como recordatorio (risas). Sí, se nota que estaba algo sensible con el asunto.
ASM: ¿Cómo empezaste a aficionarte en la CF?
Ab: El primer libro que leí fue una novela de Verne. Pero no de CF, sino “Dos años de vacaciones”, pura aventura; lo gané con mis notas en sexto grado de la Primaria. Lo siguiente que puedo identificar en mis recuerdos fue haber comprado (con mi escaso sueldo de operario en una tornería) unos Bolsilibros Bruguera en una tienda de usados, de la colección Ciencia Ficción. Creo que ahí fue donde se me abrió la cabeza. Tendría yo unos 17 años. Luego de eso no pude parar, y los buscaba donde fuera. Solo bastante tiempo después me enteré de que existían libros “grandes” que también trataban temas de CF. Es que pasé toda mi vida en una localidad del segundo cordón industrial de Buenos Aires, donde la cultura aun hoy brilla por su ausencia. De modo que solo me animé a comprar libros “grandes” cuando apareció la colección CF de Hyspamérica en los kioscos de revistas.
ASM: ¡Ahh, sí! ¡La de tapas de letras plateadas! Yo los tengo casi todos leídos. ¿Y cuando sentiste el impulso de escribir?
Ab: Bueno… como mucha gente, cuando me enamoré por primera vez. Eso fue en mi adolescencia; compuse rimas espantosas y unos escritos lamentables, mezcla de romanticismo banal y relato erótico. Supongo que eran una vía de escape de una realidad muy pobre en recursos y en “magia”. Pero si me preguntás por mi actual condición de escritor… no sé, simplemente un día me puse a escribir y ya. Eso fue hace unos cinco años. No sé si llamarlo impulso; yo diría más bien que fue una decantación.
ASM: Claro. ¿Qué temas te gusta abordar en tus cuentos?
Ab: No he escrito tantos como para pensar en límites. Puedo identificar mejor las cosas sobre las que no me gustaría escribir. Pero, hablando en generalidades, me interesa explorar la forma en que se conduce y mantiene la condición humana ante las circunstancias que les acontecen a las personas en un ambiente determinado, con sus riesgos y ventajas. Tal vez por eso me gusta la CF, porque te permite diseñar el ambiente con gran libertad, e incluso a los seres que se ven afectados por él.
ASM: Yo noto un respeto por el hard, las novelas de a duro, pero hábilmente manejado como un relato fantástico. ¿Te sale natural o lo estudiás?
Ab: Supongo que a uno le sale más fácil el escribir lo mismo que le gusta leer. Siempre me cayó mejor la CF Hard que aquella mezclada con magia, o la de introspección. No estoy diciendo que estas últimas no me gusten, sino que termino más… satisfecho, digamos, luego de leer a Niven que a Zelazny, por nombrar a dos irreprochables. Seguramente tenga que ver con mi adiestramiento profesional; ser diseñador mecánico me “condena”, por decirlo de algún modo, a que la coherencia orgánica de un texto y una técnica realista me sean muy importantes. Y esto que se dio en mí como lector, también lo plasmo como escritor, es evidente. Creo que nos pasa a todos, a cada quien según sus gustos.
En cuanto a “las de a duro”, que viene a ser mi otra vertiente, simplemente me divierte el estilo Pulp; se pueden decir muchas cosas en un ambiente tan estereotipado. La trama con el científico loco, el héroe, la chica que hay que rescatar y el espía maligno puede dar lugar a miles de variantes, y lo mejor de todo es que no hay que explicar quiénes son, pues todos los conocemos. Eso hace que un cuento en ese ambiente se nutra de todo lo que hemos visto y leído, y permite concentrarse mucho más en el nudo y el mensaje y obviar las descripciones. Resulta entonces una historia mucho más breve, pues toma su cuerpo de todo lo anterior del género; pero también llena de significado, porque terminás escribiendo solo lo fundamental.
ASM: ¿Cuál es tu aspiración? ¿Fama?
Ab: No. La fama es algo peligroso. Yo conozco los escenarios; fui guitarrista en una banda de rock y aunque nunca hemos sido muy famosos tocando, he conocido gente que sí y no me gustó el panorama. Mi aspiración es pasarla bien inventando alguna historia, sorprenderme de lo bien que quedó… aunque eso es aleatorio (risas), y publicarla en caso de que a alguien más le divierta o le deje pensando. Ya con eso me doy por pagado.
ASM: ¿Qué es lo que te hace juzgar si un relato es bueno o malo?
Ab: No sé si hablas de un relato mío o de otro. De uno mío, es que me guste cuando lo releo. De los relatos de los demás, los defino buenos cuando son coherentes, tienen ideas que nunca se me han ocurrido y me despiertan sentimientos al leerlos, aunque sean sentimientos no agradables, como la tristeza o la ira.
ASM: ¿Estás de acuerdo con los filtros de edición? ¿Quién debería realizarlos?
Ab: Estoy de acuerdo, porque si no sería un desastre. Ya lo que se edita hoy está plagado de errores conceptuales y hasta ortográficos, de modo que bajar el umbral solo empeoraría las cosas. Pero el tema es qué se filtra. Yo conozco a demasiados editores personalistas, que publican sin reparo cuentos de “amigos” y dejan de lado a otros que tienen talento pero no se entregan a las zalamerías de la adulación. Eso es un manejo político demasiado frecuente, y por eso no aparecen talentos nuevos sino en cuentagotas. Hacen la de Calígula: publican lo que ha escrito el Incitatus de turno. Son escasos los que eluden el amor propio exacerbado y se manejan con honradez. Entonces, no es que haya que quitar filtros, sino recuperar el uso de los correctos. Pero a cierta gente eso no le entra en la cabeza.
ASM: Hablas de elitismo, ¿no? De gente que considera mejores y peores. Sin embargo esas son decisiones de los editores.
Ab: Hablo más bien de acomodos por amiguismo, y de rechazos por antagonismo personal.
ASM: Yo creo que hay que buscar publicaciones donde a uno lo traten con respeto y lo quieran por su obra, no por quién lo trae o qué hizo antes.
Ab: Sí, yo también envío texto a los que me tratan bien, o supongo que lo harán.
ASM: En muchos foros critican por esto a la FIERRO, la historieta para sobrevivientes. Tuvo cosas muy lindas en la primera etapa, aunque tanto repetir el mismo staff, con dibujantes que se repiten haciendo lo mismo hace décadas… Pero estoy rompiendo una regla personal: la de no hablar de gente que no me gusta. ¿Qué opinas de los neologismos?
Ab: Son una herramienta más, siempre que no se abuse de ella. Entonces pasa a ser un escollo.
ASM: Noto que sos muy absolutista en lo que se refiere a la construcción de un relato. ¿Es así?
Ab: No estoy seguro de lo que querés decir con absolutista. Mi forma de escribir no es algo que se pueda enseñar, lamentablemente. Me siento en la PC y escribo. Suelto un personaje y el tipo se mueve y decide su futuro ante mis ojos, y el universo se arma al tiempo que corre el relato. Y en determinado momento, aparece en lontananza el final que debe tener el cuento. Lo escribo y se acabó. Luego lo releo brevemente para asegurarme de que no cometí errores groseros de cualquier tipo, y no lo toco nunca más en la vida. Y cuando lo leo luego de un tiempo, suelo asombrarme de pensar que yo pude haber escrito eso. Es como si por un momento una musa me hubiera habitado y fuera ella la que lo escribió, no yo. De modo que comprendo bastante a los antiguos, a aquellos que inventaron a las musas.
ASM: ¿Qué es la CF para vos?
Ab: Un universo en el que moverse.
ASM: Muy bien. ¿Cuál de tus cuentos te es más querido? ¿Por qué?
Ab: No sé, son como hijos. Uno quiere hasta a aquel que le salió medio torcido.
ASM: Já, já, cierto. ¿Crees que hay lectores para lo que escribís?
Ab: Seguro. Existen los suicidas, ¿no? (risas) Quiero decir, habiendo tanta gente seguramente a alguien le gustarán, porque de gustos no se puede dar cuenta.
ASM: ¿Tenés un e-zine favorito?
Ab: No.
ASM: ¿No, a secas? Pero seguro leés algunos, ¿verdad?
Ab: He leído algún número de varios fanzines, pero no tengo tiempo. También por eso es que no soy un escritor prolífico. En otras épocas leía mucho; tengo en casa una biblioteca de casi ochocientos volúmenes de todo género: técnicos, ensayos, históricos, clásicos… hasta cómics, y los he leído a casi todos; muchos de ellos varias veces. Pero en un estante hay una docena de libros, los que fui comprando en el último tiempo, que no pude comenzar nunca. Hace ya un par de años que no tengo tiempo de meterme con una novela; ni pensar en un ensayo. Me gasté 120 pesos en uno de los últimos, un ensayo titulado “Historia de la clase media argentina”, y no pude pasar del prólogo…
ASM: ¿Hay algún autor contemporáneo que sigas?
Ab: He seguido durante un buen tiempo a Larry Niven, y traduje algunas cosas suyas que no estaban en castellano. Pero, hoy por hoy, no sigo a nadie.
ASM: Sí, y aunque no lo digas, para mí se nota que sos fan de Niven. Los fuselajes Número Cuatro de Mundo Anillo se caracterizan por tener un ambiente único, de ahí que no veías la necesidad de pasillos en una astronave. ¿Recordás aquella conversación en una reunión, hace tiempo, en una galaxia muy lejana?
Ab: Uh, cuánto se discutió sobre eso… Todo comenzó cuando vimos en grupo ese western espacial llamado “Serenity”. Para cuando vos te sumaste al tema, en la siguiente reunión en casa de Vlad, hacía ya meses que se trataba el asunto. Mi postura es que un pasillo al estilo de los que se ve en las astronaves que inventa Hollywood es absolutamente impráctico. Y lo demuestra en forma sencilla la construcción de las verdaderas naves espaciales, como la estación espacial Freedom: están formadas por cuartos funcionales interconectados, los pasillos no existen. Es un desperdicio de tiempo y recursos. Los yanquis tienen algún trauma con los pasillos, igual que con los armarios, y por eso están presentes en todas sus películas. Pero jamás se construirán en una nave espacial.
ASM: ¿Cuál es tu autor favorito?
Ab: No creo tener un favorito. Me gustan cosas de muchos.
ASM: Según tu parecer, ¿los autores de Cf colaboran entre sí o son individuos aislados?
Ab: No sé. Yo soy un individuo aislado como escritor, pero me gusta juntarme y charlar o discutir con gente del género. Por otro lado, colaboro con unos cuantos en sus revisiones, desde que formo parte de un taller de escritura (se trata de Forjadores), pero muchas veces por expreso pedido de ellos a mi correo privado.
ASM: ¿Te gusta participar en Forjadores?
Ab: Es un lugar interesante. Más allá del aprecio personal que siento por varios de ellos, ver en bruto cómo se desempeñan otros escritores es útil tanto para aprender métodos, sistemas y representaciones novedosas para uno, como para comprender que lo que se ha elegido como relato expresivo tiene muchas veces un nivel lo suficientemente bueno como para mantenerlo. En particular, Forjadores logra un ambiente muy cordial y nutritivo, y eso ayuda a que aparezcan los “esqueletos” de la composición: las personas se animan a entregar algo no del todo terminado esperando consejo, porque se sienten bien tratadas. Sé que en otros talleres eso provoca hasta burlas. Y si uno ve los esqueletos, aprende más de cómo otros componen su “producto”, y termina adquiriendo más información que si solo se presentaran productos terminados.
ASM: ¿Qué opinas de los ilustradores?
Ab: Es una pregunta rara. Son los que hacen dibujos de los cuentos, ¿no? Me conviene hablar bien de ellos (risas). Sinceramente, no puedo dar opinión. El tipo se ve obligado a leer mi cuento, interpretarlo, extraer una imagen de su mollera y plasmarla como “decoración” de una obra mía. Luego de tanto trabajo, no me parece correcto plantarme como un juez y discutirle su apreciación del asunto. Sería como si el ilustrador me dijera que cambie mi cuento para que se adapte a algo que tiene en la cabeza.
ASM: Já, já. Mirá, cuando el cuento está bien descripto y hay varias escenas para elegir es más sencillo. El problema es lo onírico o la ensoñación, eso merece un dibujo abstracto. Fijate que a Robert Howard o a Edgar Rice Burrougs es fácil plasmarles una imagen, en cambio en Más que Humano, las portadas pueden ser de cualquier otro libro.
Ab: Sí, te comprendo. Es lo que pasa cuando se tratan temas “invisibles”.
ASM: ¿Es importante la divulgación de las novedades CF?
Ab: Es útil, pero no podría decir que importante. Importante es que no haya niños muertos por el hambre.
ASM: En eso tenés razón. Pero ya que lo mencionás, ¿pensás que hemos llegado a tal nivel de individualismo que podemos ver alguien muriéndose al lado nuestro y no nos afecta? Hace unos días vi como un colectivo aplastaba a un perrito, sufrió unos segundos antes de morir, pero lo que me sorprendió fue ver a dos chicas que volvían de bailar sacarle fotos al animal destrozado con los celulares. Me hace acordar a esa película con Charlton Heston, Soylent Green (Cuando el destino nos alcance). Creo que ya nos alcanzó, ¿no?
Ab: Es un problema de educación. Hemos sido educados desde hace años con vista a convertirnos más en clientes que en personas. Siento así, es lógico que exacerben en nosotros los instintos básicos antes que los pensamientos superiores, pues cuando nos movemos en base a instintos es más fácil engañarnos, vendernos cosas sacando más provecho. Uno no se hace muchas preguntas ante el hambre o el deseo; se mueve más por “calentura” que por evaluación. Es muy difícil sustraerse a eso, porque todos tenemos instintos y el lenguaje en que nos habla la publicidad es entonces universal.
Las consecuencias son muchas y prácticamente todas malas. Lo que vos viste con esas dos chicas tomando fotos a la pobre bestia es una de ellas: el desapego ante el sufrimiento del otro es natural consecuencia del exacerbado interés por el propio disfrute a toda costa.
ASM: ¿Qué opinás de la autoedición?
Ab: Cada quien hace con su dinero lo que quiere. En mi caso particular, como la fama no me interesa, estoy a salvo de eso (más risas)
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ASM: Já, já, bien. ¿Te animás a opinar sobre algún editor que te haya publicado? ¿O no te haya publicado?
Ab: Sí. Hubo uno que me publicó el primer cuento, cuando yo no era nadie y él ni siquiera me conocía. Era un cuento difícil de publicar para él, porque no coincidía con la temática de su revista y era demasiado largo. Pero se las arregló y lo publicó. Ése fue Santiago Oviedo, editor de NM. Un señor.
ASM: Santiago Oviedo es uno de los mejores tipos que conozco en el medio y no lo digo por quedar bien. Tiene un criterio particular para elegir el material de su revista y, además, es mejor persona que editor, je, je. ¡Que no se entienda mal, já, já!
Ab: Ok, ok, vamos a tratar de entenderlo bien.
ASM: ¿Ves televisión?
Ab: Sí. Algunos programas de opinión, noticieros y algún que otro filme de cable, especialmente si son europeos u orientales. Hollywood me aburrió.
ASM: Hollywood está para atrás, ¿eh? Lo mantienen los efectos especiales, pero ya todos los países se están poniendo a la altura. Lo que me enferma es esa manía que tienen los productores de quedar bien con todos: el gobierno, las minorías sociales, el enemigo, con Dios, con el diablo, los grupos étnicos, la diferencia de géneros. Ponen todo con calzador.
Ab: Yo no creo que deba culparse a los productores. Creo que tiene más que ver con que su cine tiene que cumplir unos estándares particulares porque allá casi todo tiene que ver con el dinero. Hay una música en el aire y deben bailar a ese ritmo. El statu quo diseña un cliente y el producto debe adaptarse a él para ser exitoso. Mientras más cumpla con su objetivo, que es el ser “comprado”, mejor lo tratará la prensa, que es funcional a ese modelo, y más premios recibirá de los académicos del negocio. Eso hace que todos los filmes terminen inevitablemente pareciéndose entre sí, porque una fórmula exitosa se repite hasta el cansancio.
ASM: Lo mejor que tiene, para mí, son los dibujos animados.
Ab: Yo prefiero los de otras latitudes. Todavía estoy deslumbrado por “Las trillizas de Belleville” y por “El viaje de Chijiro”. Las he visto media docena de veces y sigo disfrutándolas. Nada que hayan hecho los yanquis me ha gustado tanto.
ASM: ¿Te gusta el cine argentino?
Ab: Me gusta el buen cine, no importa de dónde venga. Pero no soy un cinéfilo. Debe hacer como cinco años que no voy a un cine, y lo más reciente que veo seguro tiene más de dos años. Pero como mi hija Bellus sí es cinéfila, por ella me entero de lo que vale la pena. Cada tanto me pasa en DVD lo que sabe que me gustará.
ASM: ¿Qué opinás sobre los adelantos tecnológicos en la vida diaria?
Ab: Que son útiles para muchas cosas, excepto para ahorrarnos tiempo. Uno está hoy mil veces más ocupado que antes “gracias” a esos chiches. Ya no queda espacio para la contemplación, la charla simple y llana y el ver pasar el sol por la ventana. Creemos que tenemos mucho más que antes, pero no vemos todo lo que hemos perdido.
ASM: Coincido, se pierde mucho tiempo. ¿Qué pensás de las nuevas formas de comunicación? ¿Y las redes sociales?
Ab: No me gustan las redes sociales, y no es porque sea huraño. Se trata de que todo comportamiento en ellas está absolutamente compartimentado por los programas de comunicación, y su diseño no responde a nuestra forma de ser, sino a la de otros pueblos. Es una versión más de la penetración cultural; esta vez no por los contenidos, sino por las formas.
ASM: La penetración cultural es constante y empezó antes de que nosotros naciéramos. El tema es cuando está en tu médula. Creo que a mi me gusta el Heavy Metal porque empecé a escuchar música en los ochenta.
Ab: Sí, eso es inevitable. Uno es como es en buena parte por las cosas que nos formaron mientras crecíamos.
ASM: Lo peor es el condicionamiento, creer en la ilusión del sueño americano de que con esfuerzo y preparación llegas a Shangrilá. Te enseñan que los malos tienen cara de chino, alemán o turco, que los chorros y los guerrilleros tienen cara de latinos y los buenos son pibes lindos de camisa y corbata cuando en la realidad, mis amigos tienen rasgos latinos y el hdp que me explota usa camisa, corbata y tiene el cutis perfecto. ¿Este tipo de cosas influye en tus argumentos o te despegás para escribir?
Ab: Esas cosas forman parte del universo que nos rodea, y si uno se basa en la realidad para proyectarla, es inevitable considerarlas. Lo contrario sería escribir fantasía, no CF. Crear mundos irreales no es lo mismo que crear mundos inexistentes pero probables.
ASM: Ahora los chicos siguen aventuras a través de juegos de video o historias en cine condicionadas por el merchandising. ¿Pensás que eso reemplazará a la literatura tradicional?
Ab: Espero que no, pero sospecho que sí. Educados como están, siempre prestarán más atención a lo que dicen Disney o Hasbro que a lo que decimos vos o yo. Y es otra consecuencia de la penetración cultural. Por ejemplo, el argumento del filme “Soy leyenda” en la versión de Will Smith no tiene nada que ver con el original de Richard Matheson. El terrible descubrimiento que uno hace promediando la novela no está en la película, que se queda en la anécdota del pobre tipo luchando contra los vampiros. Entonces, ¿qué se sabrá de “Soy leyenda” con el tiempo? Es muy simple: la durísima historia de Matheson no sobrevivirá y lo que perdure será la lavada versión de Hollywood. Es imposible que una novela inglesa de 1954 pueda competir en penetración de propaganda contra un producto hollywoodense de 2007.
ASM: ¿Por qué pensás que la Cf es tan infravalorada en la opinión general?
Ab: No existe eso de “opinión general”. Lo que existe es una gran cantidad de gente con gustos decretados. Si uno grita “Dostoyevski”, el 50% de las personas se cree que estamos diciendo alguna puteada en ruso; el 30% responde que es un genio, pero jamás lo ha leído; el 15% lo ha leído pero no le ha gustado por “crudo” o “anticuado”, y el último 5%, el verdaderamente conocedor, se detiene en hablar pestes de sus ideas y de sus costumbres en lugar de disfrutar de su escritura. Con la CF pasa algo parecido.
ASM: Uyyy, hablás de un complejo de inferioridad que tienen muchas personas. Me ha ocurrido que le preguntás a alguien por “El imperio de Antares”. El libro no existe, pero muchos te responden: “Lo oí nombrar, dicen que está bueno”.
Ab: Bueno, para muchos el decir “no sé” es materia prohibida.
ASM: Ese tema lo toca John Brunner en Órbita Inestable. También eso de criticar al que ayer ovacionábamos y hoy mirarte mal por opinar distinto a la mayoría. Y escribir ciencia ficción es algo que hace una minoría. ¿Estamos en el lugar correcto, entonces?
Ab: Como adultos que somos, estamos en el lugar en que elegimos estar. Lo correcto o incorrecto no depende de cuántos lo hagan, sino de qué pasta estemos hechos. ¿Está mal ser pacifista en tiempos de guerra? ¿Es incorrecto respetar los 80 km/h en la ruta, cuando todos van a 120? Lo que pasa es que mantener lo que uno cree cuando vienen cortando cabezas requiere de cierto coraje, y eso no es gratis: se pierde tal vez más de lo que se gana. En realidad, creo que lo único que se gana es la satisfacción de habernos respetado a nosotros mismos.
ASM: ¿Imaginás que algún día conquistaremos el espacio, como en Star trek?
Ab: No. Cuesta demasiado dinero. Mientras exista el dinero, será imposible.
ASM: Hummm, creo que podría financiarse eso y también terminar con el hambre y la pobreza en el mundo si se distribuyera mejor la riqueza. Carl Sagan dijo que financiar el proyecto Voyager le costaba cuatro centavos a cada persona en 1979.
Ab: El proyecto Voyager era muy barato, porque en esos vehículos no viajaba nada vivo. Apenas con meter una cápsula habitable en una nave los costos se van a las nubes y la cantidad de fallos posibles se incrementa en forma astronómica.
ASM: Pero parece que Nostradamus o los mayas le pegaron de casualidad y la radioactividad nos va a llover a todos pasado mañana. Si hubiese un holocausto climático o ecológico, ¿qué harías?
Ab: Me moriría, claro. ¿Por qué voy a ser de los pocos que se salve?
ASM: Sí, dejémosle esa tarea a Sálvat. ¿Cuál es tu película de CF favorita?
Ab: Me gustan muchas, pero por distintos motivos. “Doce monos” es un mecanismo de relojería. “Aliens” es un dechado de ingeniería. “Gattaca” es una oda a la libertad. “El quinto elemento” es un espectáculo visual. “Blade Runner” es un canto a la esperanza. En fin, muchas me gustan por alguna cosa en particular.
ASM: Muy linda respuesta. ¿Crees que los autores de Cf son nerds o ratones de biblioteca despegados de la realidad?
Ab: Hay de todo. Yo soy hiperrealista en mi vida diaria, y sin embargo escribo sobre mundos que no existen. También sé de algunos que escriben sobre el mundo que quisieran habitar, pero yo no soy de ésos.
ASM: ¿Qué estás leyendo en estos días? ¿Tenés algún libro para recomendar?
Ab: Hace rato que no leo nada nuevo de CF. Me dedico más a otros géneros. Sí releí en este último par de meses (estuve recuperándome de un accidente, y con algo de tiempo para gastar) un par de libros que tenía flojos en mi recuerdo: la novela Nuestros amigos de Frolik 8, de P. K. Dick, y El juego de la rata y el dragón, de Cordwainer Smith, una serie de cuentos. Tranquilamente podría recomendar éste último, si no fuera porque ya es bien conocido. Ah, sí: los he ido mechando con unos cuentos cubanos de CF que me envió una amiga, una antología llamada Crónicas del mañana.
ASM: ¿Cuáles son tus criterios para recomendar un libro de CF?
Ab: Bueno, eso depende de quién me pregunte. Me planteo qué recomendar a la persona específica. Si es un lector novato, le recomiendo una cosa; si es uno avezado, otra. Y si charlo con un escritor al que he leído, busco sugerirle textos que le sirvan de ejemplo para reforzar lo que yo crea que tiene de flojo.
ASM: O sea que me recomendás el libro a mí. Bien. Ya leí “Nuestros amigos…” Pero a Cordwainer Smith apenas lo he leído y me lo han recomendado muchísimo, no lo tengo leído por ocupar el tiempo en otras cosas.
Ab: Es un tipo de mucha imaginación, sobre todo desde el punto descriptivo. Yo creo que te darían ganas de empuñar la birome negra y tirarte unos bocetos más de una vez.
ASM: Muchas veces leí y también he escuchado que se buscan nuevos temas en los argumentos. Siempre hablando de CF, claro. Es cierto que la ciencia aporta novedades. Pero en mi experiencia el noventa por ciento de esas noticias ya fueron imaginadas en mayor o menor medida por otros escritores de CF.
Ab: Sí, estoy de acuerdo.
ASM: Nosotros especulamos sobre biotecnología, viajes espaciales, viajes temporales, seres artificiales, fenómenos cuánticos, gobiernos galácticos, etc., etc., etc. No veo mal que se retomen argumentos desde diferentes visiones, es más diría que lo disfruto. ¿Vos conoces algún escritor que haga relatos CF con temas que nadie haya tratado antes?
Ab: No. Ni yo lo hago. Y eso que conozco unos cuantos temas que no suelen tratarse: la homosexualidad, la desigualdad, la condición de locura, la decadencia genética, la educación divorciada de la naturaleza, etc. Hay un montón de temas que no se han tratado mucho. Ahora bien, no creo que la historia de un escritor, sea o no de CF, pase por escribir sobre “aquello de lo que no se habla”. Un escritor escribe sobre lo que le viene en gana, o sobre lo que necesita hablar. Y las necesidades de cualquier escritor suelen ser muy humanas, comunes y corrientes. Además, plantear hipótesis novedosas trae dos inconvenientes: al lector puede muy bien no interesarle el tema, y un tema novedoso exige del escritor un esquema coherente y completo de presentación del asunto, para no caer en el “síndrome Stephen King”.
ASM:¿Qué es el síndrome Stephen King, amigo?
Ab: King es un gran propagandista, un gran vendedor. La escritura de King es absorbente en su intriga, a tal punto que a uno le cuesta levantar el culo de la silla; en eso el tipo es excelente. Pero sus finales suelen ser decepcionantes. Yo nunca releí un libro de King; son lo que se llama “one-shot stories”, cuentos de una sola vez. Muy a menudo me sentí engañado por él. Recuerdo un libro en particular, que fue el que me impulsó a decir “yo a este tipo no lo leo más”: La tormenta del siglo, que viene a ser el guión de un filme. La historia es atrapante, con un asesino implacable que parece ejercer alguna venganza, en un entorno realista bien llevado. Y termina resultando un ángel vengador o algo así, plagado de poderes estilo Súperman, con motivos delirantes y fuera de todo sentido. Una porquería. Es el único libro en mi vida que arrojé a la basura: no quería someter a otra persona a la misma condena.
ASM: Otra cosa que he leído últimamente es que la Cf es anticuada. Lo leí en un artículo de un diario hace muy poco. Que comercialmente no reditúa. Se prefiere apostar por el género fantástico porque tiene mejor recepción con el público. Hablan del fenómeno Harry Potter, SdlA y de series como Grimm. Sin embargo, veo que se gasta mucho dinero en realizar películas como Moon, The Surrogates, Solaris, La Otra tierra, Los Agentes del Destino, Avatar, Prometeo, la lista es larguísima. ¿Cómo entendés esta contradicción?
Ab: Bueno, es que no hay contradicción. Esas que mencionás tienen toda la parafernalia de la CF, pero sus guiones son de fantasía. Es mucho más sencillo escribir un guión de fantasía que uno de pura CF: si a mitad de camino la cosa se te complica, el héroe de fantasía siempre puede descubrir un “poder” nuevo que soluciona el asunto, o puede aparecer un dragón sabio que le resuelva el acertijo. X-Men es pura fantasía, por ejemplo; de CF no tiene nada más que los trajes de los protagonistas, como mucho. En la CF, en cambio, el esquema tiene que ser plausible desde el inicio. Tal como dice Niven, el único género que guarda parecido con la CF es el género policial de detectives: las pruebas que se van dando a medida que avanza la trama deben ser plausibles, estar todas concatenadas y hacer eclosión en el final, sin sorpresas descolgadas tipo “deus ex machina”. Una buena obra de CF es, entonces, un gran rompecabezas para el escritor y para el lector; eso no conviene al espectáculo, porque la gran mayoría de las personas no están interesadas en pensar al ir al cine, y los productores tampoco están interesados en volver más inteligentes a sus consumidores.
ASM: Sí, tenés razón en lo que decís. También pienso que los intereses que rodean a la producción de una película en comparación de los intereses de un escritor para contar una historia son muy diferentes. Ahora, claro que una película es una manera de contar enfocada en el entretenimiento, el escapismo y la recaudación de taquilla. Se invierte mucho tiempo y dinero para atrapar al consumidor para que gaste con placer su dinero en libros de fotos, DVDs, Cd de bandas sonoras, en ediciones extendidas, en muñequitos, video juegos, tazas, ropa y disfraces. Todo esto se aplica a lo sensorial mientras uno está sentado en un sillón con las neuronas. Comodidad y esfuerzo cero. ¿Será por el tiempo que ocupa esto que el hábito de leer CF no es algo común?
Ab: Bueno, pensar, tener predisposición por meditar el mundo tampoco es algo común. Nuestra civilización tiende a la comodidad.
ASM: Es muy cierto lo que decís. Tengo amigos que han leído sagas interminables de fantasía pero que desisten en sus intentos en leer un cuentito de Asimov porque les resulta aburrido y muchas veces incomprensible. ¿Qué opinas de esto?
Ab: Que cada quién elige qué cosa quiere. Nadie duda que la música clásica es mucho mejor y más importante que el reguetón, pero se vende un disco clásico por cada 100 de reguetón, y hay no más de una radio clásica por cada espectro del dial. Y creo que me quedo corto.
ASM:¿Y por qué será mayor la recepción del reggetón que la música clásica? A veces creo que hay un plan para que la sociedad sea así, pero eso suena muy de ciencia ficción, ¿no?
Ab: No tiene por qué haber un plan. Se trata de la famosa Campana de Gauss, también llamada distribución estándar. Es un concepto de análisis estadístico, de nombre rimbombante pero nada complicado de entender. Indica que algunas cosas gustan a más personas, comparadas con otras cosas. Por ejemplo: a las personas en general les gustan en mucha mayor medida las manzanas que las aceitunas rellenas de anchoa. Entonces será más común encontrar, comprar y comer manzanas, y eso no implica una conspiración contra las aceitunas rellenas de anchoa. Ahora bien, entre los mediterráneos europeos las aceitunas y las anchoas tienen gran aceptación al ser frutos del país, por lo que es tal vez más probable hallar lo inverso: serán mejor aceptadas que las manzanas, cuyo cultivo no es climáticamente apto. Con la CF pasa lo mismo: si culturalmente responde a ciertos conceptos del inconsciente colectivo de una región, será muy aceptada allí; en cambio, si la mayoría de las personas no la siente, será cosa de culto marginal. Creo que es eso lo que pasa entre nosotros, en particular.
ASM: Je, je. Por primera vez siento que se me esclarece el panorama sobre esta cuestión. En realidad ya intuía la respuesta, pero es muy bueno oírlo de otra persona. Filosofía y CF. El solo pensar en una reunión donde se combinen estos dos temas me resulta irresistible. Creo que leer CF es cuestión filosófica. Añado que también lo es hacer historietas o escuchar Metal. Muchos de nosotros, los que dedicamos tiempo y amor a las obras de CF somos vistos como excéntricos para las personas que tienen otros gustos.
Ab: Es que sí somos excéntricos. Excéntrico es el tipo que está fuera del centro, fuera de la corriente convencional de algo. La CF claramente es una literatura que no está en el centro de nada, es bien “border”. Como una vez lo fue el rock, antes de que llegaran las disqueras y lo transformaran en un pop ruidoso. De hecho, Hollywood tomó la CF y la convirtió en “fantasía ruidosa”.
ASM: Sí, tenés mucha razón ahí. Y lo feo es que se considera CF lo que en realidad es lo opuesto y es esa manía de etiquetar todo que tienen los medios de comunicación.
Ab: Sí, pero a veces asombra lo errado que están los conceptos. Hace muy poco murió Jack Vance, y las noticias lo mencionaban como “maestro de la CF” y daban ejemplos de varios de sus libros y sagas. Pero citaban todas las de fantasía, como las de La tierra moribunda, los Príncipes Demonios o los Tschai, y olvidaron citar la verdadera CF del tipo, con títulos como Los lenguajes de Pao, Hombres y Dragones, El último Castillo o los cuentos editados en la antología “Lo mejor de Jack Vance”. Una barbaridad, perfectamente emparentada con que digan que Virus era una banda “de rock nacional”. Pop y gracias.
CONTINUARÁ.