Este trabajo es parte de una investigación sobre la narrativa fantástica peruana que la Universidad de Lima publicará el próximo año y que el autor ha realizado junto a Carlos López Degregori y Alejandro Susti.
I. TIEMPO Y OBRA DE JOSÉ DURAND
Tanto la figura y como la obra de José Durand (1925-1990) son singulares dentro de la literatura peruana de la segunda mitad del siglo XX. Es otra de esas grandes referencias que apenas han sido materia de indagación por parte del sistema literario, quien probablemente haya atendido más a su labor como investigador garcilacista e historiador y en otros dominios, como el de la música popular- que a su importante producción narrativa, graficada por los libros Ocaso de sirenas. Esplendor de manatíes (1950) y Desvariante (1987), ambos publicados originalmente en México, país en el que Durand residiera varios años (entre 1947 y 1953) y con el cual establecería lazos duraderos. Ilustre profesor de su alma máter, la Universidad de San Marcos, ejerció la cátedra en esa institución entre 1953 y 1960, a su retorno a Lima. Formó parte de la Generación del 50 en el Perú, y es asociado, por ciertas afinidades, a narradores como Loayza, Ribeyro, Buendía y Mejía Valera -quien también vivió en México-. Con estos creadores, la literatura fantástica peruana experimenta, luego del Modernismo y la Vanguardia, un tercer momento de consolidación y emergencia, siempre afrontando dificultades en su posicionamiento y aceptación, como bien dice Elton Honores:
A pesar de los esfuerzos en la publicación de antologías del género fantástico, entre las que destaca la clásica y casi inhallable Antología del cuento fantástico peruano (1977) de Harry Belevan, pues en este trabajo se plantea por primera vez una tradición continua a lo largo del siglo XX, lo fantástico siguió siendo una producción clausurada para el sistema literario oficial. Desde el mundo académico, hubo un silencio de más de treinta años, ya que el redescubrimiento de este tipo de ficción en nuestras letras es de reciente data. (HONORES 2010: 11)
El tema de una supuesta “invisibilidad” de lo fantástico en el desarrollo de la literatura peruana ya ha sido aludido en varios pasajes de este trabajo y continuará siendo un tema debatible, como ocurre en el panorama que precede a los ensayos sobre los distintos autores de la muestra. No será, por ahora, el sustento esencial de nuestras afirmaciones sobre Durand, pero sirven de marco paradigmático en el entendimiento de por qué tal narrativa no ocupó los puestos centrales, pese a su innegable existencia y calidad. Más bien, se ubicó al margen o en la periferia de los discursos hegemónicos u oficiales. Eran escrituras alternas a lo establecido por el canon como tendencias dominantes. A esa dirección también apunta Juana Martínez Gómez, al explicar el contexto de producción de varios narradores del género fantástico durante la década de 1950:
(…)Para la crítica especializada, el neorrealismo campea como dueño y señor absoluto entre las obras de estos escritores de vocación urbana que logran consolidar el ingreso de la narrativa peruana en la modernidad. Y desde luego, muy vinculado a ese nuevo proyecto de modernización, hay que situar también el desarrollo que el cuento fantástico alcanza en el Perú en estos años, ya que la nueva reorganización de la sociedad obliga al individuo a revisar su concepción del mundo y a replantearse su relación con la realidad. (MARTÍNEZ GÓMEZ 1992: 150)
Se trata, evidentemente, de un grupo de autores que no comparten las convenciones literarias imperantes en ese período, en torno de un país con marcadas contradicciones de clase y una problemática irresuelta en materia de identidad cultural e histórica. Desde el mismo canon y en diversas circunstancias, narradores emblemáticos contribuyen a crear un clima de aislamiento o marginalidad para todos aquellos que no se plegasen al modelo mimético del siglo XIX. En el Perú, este se asociaba al Regionalismo y al Indigenismo, antes de que surgieran las primeras obras del neorrealismo urbano hacia fines de la década de 1940 e inicios de la siguiente.
Durand fue uno de esos escritores trashumantes que pasó buena parte de su existencia como profesor en afamadas universidades de México, Francia y Estados Unidos. Representa un notable y atípico caso de apertura intelectual e inserción en ámbitos humanísticos -de alto nivel- distantes de su país de origen. Prueba fehaciente de ello es su labor en el prestigioso Colegio de México, entidad en la que desarrolló una destacada trayectoria académica. Al mismo tiempo, se adscribió a las corrientes literarias de aquel tiempo, trabando sólidas amistades con autores de renombre como Juan José Arreola y Augusto Monterroso (dos de los introductores de Borges en la literatura mexicana), muy cercanos al peruano en materia estilística y temática. Ambos narradores son innegables exponentes de la narrativa fantástica que, por los años cincuenta, también experimentaba una progresiva consolidación en varias latitudes de Hispanoamérica. Es otro caso de notable cosmopolitismo -similar al de Luis Loayza-.
En gran medida, esta visión universalista y de diálogo con la cultura occidental, nutre una opción de escritura que no coincide con el pensamiento dominante en cuanto lo que era o debía ser la literatura peruana. De ahí las dificultades propias de la institución literaria para situar las obras de Durand, Loayza o Mejía Valera en un compartimiento reconocible y legitimado por la crítica de aquel entonces, que no asumía las obras de autores anteriores, como Palma o Valdelomar dentro de una línea que, con avances y períodos de silencio, se había desarrollado en el Perú desde fines del siglo XIX.
La mirada general está puesta sobre el localismo que refleja un estado de cosas y el compromiso testimonial, explícito o no, para el cual la ciudad es el espacio modernizador por naturaleza y que trasciende como “geografía imaginada” en la literatura. En las urbes se sintetizan todos los conflictos y tensiones sociales del país, que en el marco de la dictadura de Manuel Odría (1948-1956). El sujeto individual sufre también mutaciones importantes, en su choque con una realidad que ha cambiado de sentido y debe ser “resignificada”. Por ello, las obras de escritores que se apartan del centro vía la asunción de las convenciones fantásticas no deben ser vistas como una negación de la realidad o como una evasión “decadentista” o “elitista”, sino como una praxis alternativa que también hace eco, una vez trasvasada a la ficción, de la coyuntura que afecta al habitante de la urbe, impersonal y deshumanizadora por naturaleza.
En su primer libro de ficción, Ocaso de sirenas. Esplendor de manatíes (1950), la vocación manifiesta por la historia y el asombro por una realidad que el lenguaje no solo descifra, sino, reinventa, instrumentaliza un discurso inclasificable dentro de las prácticas narrativas de aquel período. A través de una serie de textos en prosa, a manera de viñetas, Durand fusiona inteligentemente la historiografía y la ficción, diluyendo los límites entre ambas. Corrobora de este modo lo que toda una corriente de especialistas, como Hayden White, ha venido afirmando desde los años sesenta, con el ascenso de la llamada “Nueva Novela Histórica Latinoamericana”: los textos históricos son también ficciones, pues dependen, en su estructuración, de la ideología, marco contextual, selección y elaboración imaginativa por parte de los autores.
Ocaso de sirenas, sin constituir una novela en sentido convencional, se adscribiría a la tendencia iniciada por autores como Alejo Carpentier y practicada, a lo largo de varias décadas, por figuras como Augusto Roa Bastos, Arturo Uslar Pietri, Fernando del Paso y el mismo Gabriel García Márquez, cuyas obras también se sostienen, al igual que las de Durand, sobre un esa anulación de las fronteras entre la “realidad” y “la ficción”. También puede insertarse en la tradición conocida como “novela del lenguaje”, porque su protagonismo se convierte en eje de la praxis narrativa. Por último, fundado en contenidos y tratamientos afines a la literatura fantástica, el libro bien puede ocupar un casillero dentro de esa tradición.
No obstante, lo que mejor define a la obra de Durand como perteneciente a los dominios de lo fantástico, tal como lo han definido los teóricos más destacados del género, es el libro Desvariante, aparecido en 1987, unos años antes de la muerte del escritor.
II. DESVARIANTE: “SUMMA” FANTÁSTICA
No resultan abundantes los trabajos críticos sobre este heterogéneo volumen de cuentos, el único publicado por el autor, y el segundo en el género narrativo, a casi cuarenta años de Ocaso de sirenas. Muchos de los relatos aparecieron originalmente en diversas revistas peruanas y mexicanas, lo usual para casi todos los autores de la Generación del 50, como ya lo ha consignado Elton Honores (Cfr. HONORES 2010: 75). El libro debe encararse como un compendio de todas las preocupaciones e intereses de Durand alrededor de la tradición fantástica, que ha asimilado sin obviar los ángulos personales y que había trabajado casi de manera secreta por cuatro décadas. Algunos se ubican en una zona intermedia, más afín a lo insólito o extraño, o a lo real maravilloso, y no es sencillo deslindar los elementos predominantes en uno u otro caso.
Desde el título, destaca el juego de palabras que, por un lado, sugiere la variación alrededor de un eje común y, por otro, la irrupción del desvarío como alteración del flujo de la conciencia en su conocimiento de lo real; además, el neologismo connota la idea de un camino distinto a los paradigmas dictados por la institución oficial, así como aquello que se sale del curso y va contra las leyes de la naturaleza. Se trata, entonces, de un término de alta y polivalente condensación semántica, que en sí mismo es una poética del autor respecto de aquello que guía su visión del hecho fantástico.
A través de sus once narraciones, Desvariante reelabora con amplitud de registros los grandes temas de esta literatura: el ambiguo universo de los sueños; el doble y las crisis de identidad; los bestiarios y los quiebres del tiempo. Su apropiación de los mismos no es, por cierto, ortodoxa ni epigonal, aunque en muchos pasajes se rastrea el conocimiento exhaustivo de las obras de Borges o Kafka, así como toda la cuentística europea del género consolidada durante el siglo XIX. Por el contrario, subyace a ellos una evidente originalidad, que convierte al conjunto en apreciable pieza dentro del desarrollo de esta narrativa en el Perú. Los relatos, salvo tenues marcas geográficas (como ocurre en “Gatos bajo la luna”, donde se cita a Enrique Solari Swayne, célebre escritor limeño con quien Durand tuvo gran amistad, o en “Ensalmo del café”, que alude a personajes y situaciones de la vida española), transcurren en espacios no identificados y en épocas no especificadas. Sobresale, por lo tanto, una intención no solo “desrrealizadora”, sino además “desterritorializadora”, lo que contribuye a acentuar un elemento: la autonomía de la ficción fantástica respecto de cualquier contexto identificable o concreto.
A efectos de explorar las líneas centrales en la identidad fantástica del autor, fijaremos, como ejes sustanciales de Desvariante, las inquietudes el autor respecto de la dualidad, las fracturas temporales y la irrupción de animales que escapan a las leyes convencionales. En cada uno de estos rubros, analizaremos un cuento representativo de estos apartados temáticos. De este modo, estableceremos tanto los puntos de partida así como las innovaciones que Durand propone en su asunción de lo fantástico como expresión de contornos personales y que, al mismo tiempo, no es posible entender sin un conocimiento de la tradición, enraizada en el Romanticismo europeo y luego en el Modernismo hispanoamericano.
Biografía:
DURAND, José: Desvariante. México D.F.: Fondo de Cultura Económica. Tierra Firme. 1987.
DURAND, José: Ocaso de sirenas. Esplendor de manatíes. México D.F.: Fondo de Cultura Económica. 1950.
GONZÁLEZ VIGIL, Ricardo: Años decisivos de la narrativa peruana. Lima: Editorial San Marcos. 2008.
HONORES, Elton: Mundos imposibles. Lo fantástico en la narrativa peruana. Lima: Cuerpo de la metáfora Editores. 2010.
MARTÍNEZ GÓMEZ, Juana: “Intrusismos fantásticos en el cuento peruano” En: El relato fantástico en España e Hispanoamérica. Enriqueta Morillas Ventura ed. Madrid: Sociedad Estatal Quinto Centenario. 1992
Sobre los autores:
José Güich Rodríguez (Lima, 1963) estudió Literatura en la Pontifica Universidad Católica del Perú (PUCP), donde se graduó en 1990 con una tesis sobre Juan Rulfo y obtuvo la licenciatura ese mismo año. Entre 1992 y 1995 residió en Argentina, gracias a una beca de perfeccionamiento otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de ese país. Su investigación se centró en la obra del novelista mexicano Fernando del Paso. Se ha desempeñado como periodista y crítico en diversos medios de su ciudad natal, como el diario La República y el semanario Caretas. Es autor de los libros de relatos Año sabático (Lima, San Marcos, 2000) y El mascarón de proa (Lima, Mesa Redonda, 2006). Relatos suyos figuran en las antologías Estática doméstica. Tres generaciones de cuentistas peruanos (México, UNAM, 2005) y El cuento peruano 1990-2000 (Lima, Ediciones Copé, 2001). Ha publicado cuentos en las revistas Lienzo, Umbral, Mesa Redonda, Ajos & Zafiros, Los Noveles y Velero 25, entre otras. Escribe la columna “Desencantos” para la revista virtual de literatura El Hablador. Ejerce actualmente la docencia en las universidades del Pacífico –donde conduce, además, desde 2001, el Taller de Narrativa– y en la de Lima. Codirige la revista cultural Pié de Página. Contacto: jmpg@ec-red.com
José Durand Flórez (Lima, 1925 – † Lima, 1990) Poeta, narrador y relevante investigador y filólogo, Durand hizo estudios en el Instituto Filológico de Buenos Aires y en El Colegio de México. Doctorado en Letras en la Universidad de San Marcos, dedicó importantes investigaciones a la Literatura Española e Hispanoamericana modernas, así como a la Literatura Colonial y, dentro de ésta, al escritor peruano El Inca Garcilaso de la Vega. En 1950 el Fondo de Cultura Económica publicó Ocaso de sirenas, manatíes del siglo XVI, una antología de textos históricos y literarios en la que se entreveran la fantasía y la erudición histórica. El libro –considerado ya un clásico- sería reeditado en 1983 también por el Fondo con el título Ocaso de sirenas, esplendor de manatíes. En 1960 aparece Gatos bajo la luna y en 1987 el volumen Desvariantes. Sus contribuciones al ámbito de la filología, la investigación literaria y sobre otras artes como es la música criolla y afroperuana del Perú, son múltiples. A éstas se agrega el legado de su biblioteca personal adquirida por la Universidad de Notre Dame la cual, amén de ser una reconstrucción del tipo de biblioteca formada por El Inca Garcilaso, incluye una valiosa selección de libros sobre la historia de Hispanoamérica, cuatro incunables y docenas de códices y manuscritos originales y raros.
Su libro Ocaso de Sirenas, Esplendor de Manatíes en Amazon.
Calidad y profundidad en la investigación. Muy bueno, mis felicitaciones a José Guich.
La idea al principio era hacer un resumen del artículo, pero es tan interesante que me encontré con el dilema de dónde cortarlo, por eso aparecerá en 4 partes, para publicarlo todo completo. Lo siento Daniel, he terminado la reseña a tu libro, pero va a tardar en ser publicada por el artículo de José.