Agujeros negros y agujeros de gusano: un cuento de Henry Bäx y la novela “La estrella roja” de Catalina Miranda

"La estrella roja" (2009) de Catalina Miranda.
“La estrella roja” (2009) de Catalina Miranda.

Los agujeros negros son tema cada vez más reciente en la medida que los científicos se interesan por descubrirlos y medirlos. Aunque hay quienes se muestran escépticos de la existencia de aquéllos, otros afirman que son reales. Para los más inquisitivos, los agujeros negros están lejos y cerca a la vez. Por lo menos eso señalan las informaciones y los debates que se generan en el terreno científico. La gravedad de una galaxia de hecho parece estar gobernada por un agujero negro y su movimiento genera el que sus estrellas, y todos los sistemas que son parte de ellas, giren.

Muchos científicos afirman que el tema de los agujeros negros ya ha dejado de ser dominio de la ciencia ficción. Michio Kaku, por ejemplo, señala que la ciencia ficción en cierta medida ha dado la imagen de lo que son los agujeros negros, hecho que ha llevado inclusive a que los científicos elaboren diferentes teorías respecto de dichos súper monstruos del espacio: pues ahora se sabe que por su naturaleza, van absorbiendo todo lo que está a su alrededor y van deglutiendo estrellas y sistemas con una fuerza tal que no es posible detenerlos en la medida que son megagigantescos.

La idea de que la ciencia ficción es el mecanismo para hacer comprender complejas teorías relativas a los agujeros negros no es nada nuevo. Kaku, en Física de lo imposible (2008), alude a la necesidad de Albert Einstein de lograr imágenes físicas de sus descubrimientos, imágenes físicas que pudiesen hacer que los niños pudiesen comprender las teorías científicas. Esto le permitió explicar de mejor manera la teoría de la relatividad, partiendo del tiovivo que se suele encontrar en los parques infantiles. Sin ir muy lejos, en el tiovivo hay, si se quiere, dos movimientos: el de la parte exterior, donde hay más rapidez, que la del centro que tiende a ser menos rápida. El efecto es que en lo exterior hay algo que se curva, hecho que no sucede en el interior. Estamos, por lo tanto, ante el hecho de que en lo local, el centro, pareciera estar todo determinado por un orden, pero en lo global, en el exterior, nos encontramos ante el espacio-tiempo como tejido que permite agujeros.

Hay versiones de la literatura y el cine respecto a estos agujeros. Por ejemplo, un agujero permite “estirar el espacio”, es decir, ir de un punto a otro supuestamente más rápido que la luz. Las imágenes de Star Wars (1977) de George Lucas son elocuentes cuando se trata de idear lo que podría ser ir de un punto a otro en el infinito en cuestión de segundos. Otro ejemplo, es “rasgar el espacio” donde los “agujeros de gusano” son supuestamente la base fundamental para trasladarse a otra dimensión. Es el espejo de Alicia (el de Alicia en el país de las maravillas (1865) de Lewis Carroll) que permitiría penetrar a otro mundo, conexo al nuestro.

No voy a meterme en las honduras físicas de ambas teorías, pero sí cabe señalar que un agujero negro es como el anillo o como el borde del tiovivo y en su interior, el agujero de gusano, es como el centro: ambos están interrelacionados. Con uno fantásticamente se puede lanzar al hiperespacio, con el otro, viajar a otra dimensión. Entre ciencia y ficción parece que hay cosas en común; ello demuestra el hecho que los científicos parten de imágenes o ideas mentales fantásticas para elaborar teorías, mientras que los literatos parten de presupuestos teóricos, de intuiciones para plantear historias que muchas veces parecieran verse como fantásticas.

Quisiera señalar solo dos casos en Ecuador relativo a imaginar los agujeros negros y los agujeros de gusano. El primero es el cuento “Malas noticias vienen desde cielo” de Henry Bäx (el seudónimo del escritor Galo Silva), autor de dos libros de ciencia ficción: El último Siloíta (2010) y El inventor de sueños, relatos de ciencia ficción (2011).

En el cuento “Malas noticias vienen desde cielo”, el autor alude a un agujero negro, a la inminente cercanía de su anillo exterior, expansivo y que deglute, que destruye el sistema solar. Como todo hecho inesperado, como toda aparición no pensada ni calculada, el aparecimiento del agujero negro toma por sorpresa a todos quienes viven cotidianamente sus vidas en la Tierra. Bäx lo que hace es mostrar, como cuadros, la existencia habitual en diversos puntos del planeta, donde de pronto, si no se anuncia por los medios de comunicación, la presencia inefable de ese exterior que va absorbiendo la luz de las cosas, se vuelve una imagen terrorífica de la situación, hasta el punto cercano al apocalipsis. El cuento mantiene, con pocas pero eficientes imágenes lo que sucedería en un momento en el que lo diario se trizaría ante un evento espectacular pero al mismo tiempo imposible de escaparse. El cuento narra, de este modo, cómo el manto de la oscuridad del Universo va cayendo sobre la Tierra y el sistema solar. De pronto, el narrador nos saca de esos momentos terribles en el planeta y nos lanza al infinito para ver desde allá, en efecto, la naturaleza de la destrucción, imagen, que al mismo tiempo, desde ese infinito, se vuelve hermosa: “Esa imagen quedó impregnada, en la memoria del Universo, como una impronta fatal”, señala precisamente el narrador. La estrategia hipotética del estirar el espacio es realmente un punto interesante en Bäx cuando nos hace sentir, si se quiere, narrativamente hablando, ese anillo exterior del agujero negro que va absorbiendo, para luego lanzarnos al espacio infinito y ver desde otro horizonte nuestro propio acabamiento.

La novela "La estrella roja" tiene dibujos realizados por Fernando Bahamonde.
La novela “La estrella roja” tiene dibujos realizados por Fernando Bahamonde.

El segundo caso es la novela La estrella roja (2009) de Catalina Miranda P. En ella, la nave terrestre GeaLactis debe realizar una exploración científica al planeta Anhelón, perteneciente al sistema Mintaka-Cinturón de Orión, de acuerdo a lo que señala en el prefacio. Estamos en el año 2390. Miranda desde las primeras páginas nos hace saber que vamos a viajar usando un agujero de gusano para ir de un punto a otro y, al modo de la ciencia ficción tradicional, explica la naturaleza y el funcionamiento hipotético de aquél, además de otros factores inherentes al viaje que estaría usando el rasgamiento del espacio o aprovechando la curvatura del tejido estelar, gracias a la velocidad impuesta. De este modo, el viaje es desde una base en la Luna, hacia el espacio exterior, hacia el planeta mencionado con la pretensión de encontrar neurocrislum, un biomineral, no sin antes conectarse con una Flota Intergaláctica ya situada cercanamente de la región espacial a explorar.

No obstante la misión, la planificación, el control de la computadora para entrar al agujero de gusano y los detalles del viaje, algo falla y la nave y sus tripulantes son lanzados a otra coordenada, la del Cúmulo estelar NGC3372 en la Nebulosa Eta Carinae. El viaje por el agujero de gusano, entonces, en la novela, se convierte en un desvío hacia otra parte del espacio. Este dato suscita algo que en la ciencia ficción aparece casi como un presupuesto: el que los viajes espaciales, tratando de romper la velocidad de la luz, pueden llevarnos a puntos insospechados, paradójicos y, por lo mismo interesantes para pensar. Estamos, en efecto, en el punto en que el supuesto espejo de Alicia nos lleva a una dimensión desconocida. Para el efecto, el narrador en la novela nos señala que, luego del restablecimiento de la nave tras el viaje interdimensional, persisten algunas fallas técnicas y de pronto un planeta va atrayendo, con su fuerza gravitacional a la GeaLactis.

El planeta tiene todas las características que hacen posible la vida. Y es ahí donde parte la segunda parte de la novela. Los tripulantes de la nave estudian al planeta desde la nave y desde allá se van dando cuenta que hay cambios drásticos en su formación: desde la nave, como en una pantalla, se ve la evolución “rápida” del planeta; ante los ojos de los científicos se presenta, como si estuviera condensado y en tiempo real, el desarrollo físico de un mundo. Una misión baja, mediante teletransportación, a comprobar, en un preciso momento, las formas de vida existentes, en principio biológicas. Ya en el planeta, la visión es otra, pues los astronautas llegan al seno de una civilización de carácter rural con el nombre de Varun, donde hay una mancomunidad de seres pacíficos, amantes de la tierra y de la naturaleza, quienes se organizan de forma, si se quiere, “socialista”. Los misioneros del espacio pronto se integran a la vida de dicha sociedad, en principio para conocerla, pero pronto para ayudarla a desarrollar y a enfrentar las amenazas de unos guerreros que intentan someter a la civilización pacífica. Lo que viven los astronautas, ahora integrados en dicha sociedad, parecieran apenas los minutos u horas que desde la nave se percibe; mientras que para ellos son días y años. Es ahí donde descubren que los habitantes de ese planeta tienen una religión y adoran a su creador Ushir, quien en un último acto de conexión con ellos les dejara un objeto metálico hace más de cien mil años.

El objeto metálico, para los astronautas, no es más que un pedazo del fuselaje de la nave que se averió en su paso por el agujero de gusano. Empero, es ahí donde caemos en cuenta que hay dos temporalidades: la una ligada al tiempo global y la otra al tiempo local.

Pues bien, habría una especie de tesis detrás del viaje a otra dimensión mediante el agujero de gusano. Es el traslado hacia una utopía. Previo al descenso de los astronautas en Varun, el narrador, mediante la voz del capitán va comparando los procesos evolutivos no solo geológicos o biológicos del planeta nuevo con la Tierra, sino también las implicancias sociológicas en la formación de la humanidad. Pues bien, en la Tierra existen los seres humanos con sus formas societales harto problemáticas; en Varun hay una comunidad primigenia, vitalista, honesta, virgen. Los astronautas, sin ser todavía conscientes de su rol, ayudan a desarrollarla, a la vez que ellos mismos aprenden sus valores. Los habitantes de ese planeta, sin racionalizar, erigen un monumento a sus creadores en base al metal de la nave y los adoran. Además, mientras que desde la nave se ve la evolución del planeta, desde Varun se distingue a la nave como una “estrella roja” que les acompaña en su vida. La utopía socialista de un país mejor, de un país donde se ha desechado el individualismo, donde la comunidad cuida a sus componentes, donde las riquezas se reparten cuidadosamente, donde hay libertad responsable, etc., es el modelo que plantea la novela.

En otras palabras, a diferencia de lo que puede comprenderse el viaje a otra dimensión en la ciencia ficción, como el descubrimiento de mundos exóticos, en el de Miranda, dicho viaje nos devuelve al medioevo, a la infancia de la humanidad con el signo del milenarismo de por medio. Así, La estrella roja, si bien novela de ciencia ficción, es además una especie de obra pedagógica, dirigida a jóvenes, acerca de los valores positivos que pueden construir un tipo de sociedad deseada. La utopía de Miranda es la utopía de la hermandad. Y es allá donde cierra su novela la autora, pues los habitantes del planeta visitan la nave y reconocen a sus semejantes; a su vez la nave se zafa del campo gravitatorio al que estaba sometida y todo el mundo feliz vuelve a sus orígenes.

Con ello quiero decir, entonces, que la ciencia ficción, utilizando los criterios científicos que emanan de los debates y las teorías, puede ayudar a pensar las posibilidades que implican los caminos trazados por ello. La ficción de otro mundo paralelo supone vernos en sentido invertido, al modo del espejo de Alicia.

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